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Spoilearama • The Snyder’s Cut: El fan como creador • Óscar Luviano

Óscar Luviano

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The Snyder’s Cut
Spoilearama • The Snyder’s Cut: El fan como creador • Óscar Luviano

I

En el documenta del 2010, The People vs. George Lucas (dir. Añexandre O. Phillip), se analiza la apropiación de los filmes de la llamada trilogía original de Star Wars (Episodios IV-VI) por parte de su comunidad de fans. Una apropiación que los llevó en no pocos casos a refilmarla como homenaje y cuando el material original no los satisfacía.

Este despojo autoral tuvo su momento más álgido cuando, precio a la realización de la nueva trilogía (Episodios I-III), Lucas retocó digitalmente las tres primeras películas, rehaciendo algunas secuencias (eliminando, por ejemplo, que Han Solo disparase primero) y retirando del mercado las versiones originales.

Como respuesta, los fans hicieron circular por la red las versiones sin retocar de manera gratuita. Llegada la nueva horneada de precuelas, presionaron de tal modo que echaron a uno de los personajes principales: Jar Jar Binks. Y después reeditaron y refilmaron los nuevos episodios eliminando todo aquello que (desde su punto de vista) atentaba contra el espíritu de la trilogía original (por ejemplo, el origen por concepción espontanea de Lord Vader).


II

Tras las acusaciones de transfobia realizadas en 2019 por sus mismos fans (de la saga editorial y de la saga fílmica) y de la muy mala manera en que JK Rowling las administró (con un largo ensayo que nadie se tomó la molestia de leer y una larga cadena de tuiteos agresivos), la creadora de Harry Potter fue cancelada (con el apoyo de los actores que se hicieron famosos gracias a ella).

Sus obras (aquellas que publicó e incluso aquellas que todavía no salen al mercado) fueron y son sometidas por parte de sus lectores a un borrado y reescritura de aquellos contenidos en los que encuentran atentados contras las personas trans. El principal y más recurrente de estos elementos: el nombre de la autora.


III

Internet, y las redes sociales en concreto, han dado a los fans de diversos productos culturales un inusitado poder de decisión que termina por afectar a los productos finales. Sus dictados (de aparatosa unanimidad) pueden alterar, renovar la vida pública o desaparecer títulos, obras y autores.

Abundan ejemplos en la Era Analógica sobre la dictadura de la audiencia (las airadas cartas que hicieron revivir a Sherlock Holmes) y títulos como Misery (1988) de Stephen King retratan hasta dónde puede conducir el deseo de controlar a un autor.

Sin embargo, fue en los cómics donde esta dictadura de las audiencias tuvo su germen y arraigo. Su ejemplo más notable fue la muerte del primer Robin, Jason Todd: DC lanzó una convocatoria para decidir si el compañero de Batman sería asesinado o no. 5.343 llamadas de pago a favor contra 5.271 en contra lo pusieron en manos de Joker, quien ol mató a golpes en A Death in the Family.


IV

Justice League of Zack Snyder (o The Snyder’s Cut) es el más reciente fruto de esta tradición: el director agradece brevemente al principio del metraje el favor de los fans que hizo posible esta ¿reelaboración?, reedición?, ¿nueva película? por la que (según los rumores) no cobró y que está dedicada a la memoria de su hija Autumn.

Y ese es el punto más atractivo de este Director’s cut: la tragedia y la solidaridad que hay detrás de ella.

A pocos meses de haber comenzado el rodaje de la que sería el equivalente para DC de la Endgame (2019) del universo Marvel, Autumn Snyder, hija del primer matrimonio del director, se suicidó tras una larga lucha contra la depresión. Snyder abandonó el proyecto casi terminado. Los estudios Warner Bros vieron su oportunidad para reenfocar una franquicia escorada desde los medianos resultados de Batman v Superman: Dawn of Justice (2016), también dirigida por Snyder.

Contrataron a uno de los directores más exitosos de la competencia, Joss Wheedon (realizador de Avengers en 2012) y aceptó un cambio de enfoque. Este consistía en suavizar el heroísmo remojado en testosterona de Snyder (que filma una y otra vez 300) con los tintes de comedia y autorreferencialidad que fueron la clave del éxito de Marvel.

El resultado fue poco más que un filme sin vida, que dio pie a un fenómeno muy curioso: todos los que la veían, adherentes o haters, aseguraban que esto o aquello, esta subtrama incoherente, este personaje plano, este agujero de guion, tenían mejor destino en la versión de Snyder. De manera abrumadora, Justice League fue reemplazada en las redes sociales y en los sitios de crítica por el Snyder’s Cut: la película que no existía (y que por ende todos los fans merecían) era más vista que la película real.

Fue cuestión de tiempo para que las campañas de Release the Snyder´s Cut (Liberen la versión de Snyder) tuvieran fruto, y apenas a tres años del estreno original tenemos esta película que todos se inventaron y que fue necesario crear sobre un machote cuyo mayor pecado fue no tomarse en serio al mito de los superhéroes.

Snyder salió de su retiró para reeditar y filmar escenas adicionales, de manera que esta versión se alargó hasta las 4 horas. El hecho de que lo hiciera en pleno pico pandémico y pidiendo a cambio (junto con su elenco) donaciones para organizaciones de prevención del suicidio, hace de este esfuerzo un gesto heroico en sí mismo, aunque no sé si le alcanza para ser una buena película.


V

El valor de este filme, quiero decir, es el mismo de las versiones alternativas de The Phantom Menace, de la muerte de Robin o de los fanfic de Harry Potter: es una necedad buscar en él, como han hecho muchos entusiastas, planos de Tarkovski y de Kubrick, referencias a mitos primigenios o apuntes sobre la equidad de género en cada parlamento de Wonder Woman. Esto es una fiesta para los fans (o fans service, si se prefiere decirlo así), y su hondura cinematográfica es muy cuestionable.

De hecho, las dos más notables decisiones de Snyder en cuanto a esta nueva versión no anuncian nada bueno. La primera es cambiar la paleta de colores del rojo por un filtro azul, lo que no sirve de nada, pero es más DC.

La segunda (y más grave) es cambiar el widescreen por la relación de pantalla a 4:3, que forma una pantalla cuadrada. Algo que favorecerá a la imagen cuando se proyectó en pantallas IMAX, pero que es un televisor común da la sensación de una imagen cortada, que hace más evidente, por su acercamiento forzado, a la pobreza de los efectos digitales y lo caótico de las escenas de acción.

También, hay que decirlo, este corte del director revela la fatiga por la que atraviesa el género: son incontables los momentos “épicos” que mueven al humor involuntario y las veces que Steppenwolf levanta a un rival del cuello o lo estampa contra un muro. No hay una sola secuencia de acción que no utilice la cámara lenta. No sólo calca la trama de Endgame: el diseño de algunos personajes es casi idéntico (como pasa como Darkseid y Thanos).

¿Hay alguna razón por la que alguien que no sea fan de Zack Snyder o del Universo Extendido de DC deba ver esta versión? Desde luego: hay tres. Y todos son mérito exclusivo de Snyder mismo.

1. La interpretación del Flash de Ezra Miller y el universo visual de más joven del equipo son toda una revelación, y apuntan hallazgos que DC debería potenciar: el humor y la velocidad conceptual.

2. El nuevo epilogo que propone un final alternativo desesperanzado y cruel, otra película dentro de la película que reivindica al Joker de Jared Leto en unos cuantos segundos, y que perfila un título que valdría mucho la pena ver.

3. La realidad económica de los personajes: encontramos un Superman que no puede pagar la hipoteca sobre la casa de su madre y un Flash que, ilusamente, se consigue trabajos precarios para pagarse la carrera de leyes que le permita defender a su padre en la cárcel.

Considerando que se trata de una obra dedicada a la memoria de una joven suicida, es un recordatorio de que en este mundo, ni todos los poderes ni todos los músculos son suficientes para afrontar las presiones inhumanas a las que se somete a las personas comunes. Y esa es, en esencia, la razón de que sigamos viendo historias de superhéroes, de que nos sigan haciendo falta.


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