viernes. 19.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

DISFRUTES COTIDIANOS

Adam Zagajewski: Celebrar asimetrías • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

Adam Zagajewski
Adam Zagajewski
Adam Zagajewski: Celebrar asimetrías • Fernando Cuevas

Al atardecer cae una fría lluvia.
En las calles y avenidas de mi ciudad
en silencio y con fervor trabaja la oscuridad.
La poesía es búsqueda de resplandor.
(La poesía es búsqueda de resplandor, 2003)

 

En su poesía se puede encontrar una mirada a la propia tierra tanto desde una perspectiva lejana, de remembranza, como de respiración cercana, política y socialmente comprometida: vivencias cotidianas abstraídas, tanto desde el dolor como del regocijo. De padres docentes con intereses culturales, Adam Zagajewski nació en 1945 en Lvov, hoy parte de Ucrania pero en el año que terminó la guerra todavía territorio polaco. Su familia huyó casi de inmediato para evitar vivir ahora bajo el control de la URSS y se fue a Gliwice, al fin también dominada por los soviéticos. Posteriormente se fue a estudiar psicología y filosofía a Cracovia y empezó con su trayectoria como escritor participando en la revista Vida Literaria y formando parte del movimiento Ahora, hacia finales de los años sesenta.

Fue miembro de la llamada Generación del 68 o Nueva Ola, grupo dispuesto a develar las mentiras de la propaganda comunista y en 1967 publicó Música, su primer poema que abrió la puerta para participar en diversas publicaciones periódicas, entre las que se encontraba una de carácter clandestino, creado por la oposición polaca contra el régimen totalitario: por supuesto y al más puro estilo de las dictaduras, sus libros estarían después prohibidos. Komunikat (Comunicado) (1972) fue su primer poemario en forma para posteriormente probar en el campo de la novela con Caliente y frío (1975), seguida de Carnicerías (1975), conjunto de poemas con claro enfoque político.

Participó en diversos movimientos sociales, fungió como traductor (Raymond Aron y Mircea Eliade, entre otros) y contribuyó con diversas revistas; a finales de los setenta y principios de los ochenta, se convirtió en nómada y ciudadano del mundo: Berlín, París, Houston, donde siguió publicando y colaborando en diversas universidades, la de Chicago incluída. En esos años, publicó Letra. Oda a la pluralidad (1983), de reconocibles intenciones libertarias, Ir a Lvov (1985), poniendo al frente la memoria y sus vericuetos, y Lienzo (1990), con cierta sublimación y abstracción en su propuesta sin dejar de referir a su condición de agudo observador del mundo tangible.

En el 2001, el New Yorker publicó el esperanzador poema Intenta celebrar el mundo mutilado, quince días después del atentado a las Torres Gemelas: “Recuerda los momentos cuando estaban juntos / en una habitación blanca y se movió la cortina. / Vuelve en pensamientos al concierto / al estallar la música”. Si bien el literato escribió este poema antes del suceso, se tomó como una de las banderas para recobrar el ánimo y el espíritu: se publicó en español en el libro Antenas (2007).


 

La campana de la escuela
puede ser un modelo
de templanza,
hasta de erudición

(Carta de un lector)

Regresó a Cracovia con su familia en el 2002 y su obra se empezó a traducir al español, sobre todo a partir del siglo XXI, gracias a las editoriales Pre-textos y Acantilado. Como gran intérprete de múltiples realidades circundantes dados sus continuos desplazamientos, plasmó sus aterrizadas reflexiones en Tierra del fuego (1994; 2004), en el sensible Anhelo (1999) y en Deseo (1997; 2005), plagado de ausencia nostálgica sin olvidar elementos que abren la puerta al optimismo; continuó con Mística para principiantes (1997), elevando la mirada hacia otros horizontes y un collage de memorias expuestas en el volumen En la belleza ajena (1998; 2003), recordando a su ciudad y su condición de poeta, para cerrar esta etapa con Tres ángeles (1998).

Su vertiente ensayística se plasmó en el volumen En defensa del fervor (2002; 2005), en el que aborda la importancia de la literatura; en Dos ciudades (2006), donde revisa el devenir de su país en los contrastantes contextos europeos del este y del centro del continente, y en el contestatario Solidaridad y soledad (1986; 2010), directa reflexión sobre el arte, la política y la libertad, justamente en tiempos de profundas transformaciones en su país y en el mundo, con la posterior caída del Muro de Berlín.


 

Una cosa sí sabía: tampoco hace falta justificar
la noche, ni el dolor en ningún lugar.

(En ningún lugar)

En la fase final de su trayectoria, presentó Mano invisible (2009; 2012), seguido de Asimetría (2014; 2017) es el más reciente de sus poemarios traducidos a nuestra lengua y a lo largo de sus versos se desprende esa dualidad propia de la vida en la que el equilibrio se mantiene frecuentemente ausente. En tono muy personal, cual autobiografía en formato de rompecabezas, se publicó Una leve exageración (2019), integrado por episodios de su vida entreverados con percepciones sobre la guerra, apuntes sobre ideologías, arte y literatura que lo marcó y la historia de su querida Europa.

Después de recibir varios premios, en 2017 se le otorgó el Princesa de Asturias de las Letras destacó que su obra confirmaba el sentido ético de literatura y “hace que la tradición occidental se sienta una y diversa en su acento nativo polaco, a la vez que refleja los quebrantos del exilio”, haciendo referencia a Miłosz, Machado y Rilke, a quien le dedicó un libro. John Banville enfatizó su importancia en cuanto a la patria común europea y Richard Ford su profundidad e ironía lírica. Adam Zagajewski murió el 21 de marzo del 2021, dejando una obra liberadora, tal como fue su disidencia política y su mirada acerca de un mundo cambiante, viviendo en fronteras y encuentros permanentes.



***

[Ir a la portada de Tachas 410]