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Con el desarmador en la mano • ‘La carne’, de Virgilio Piñera • Esteban Castorena

Esteban Castorena Domínguez

Con el desarmador en la mano • ‘La carne’, de Virgilio Piñera • Esteban Castorena

 

Mientras camina por el lago helado donde los traidores pagan su pena, Dante distingue un alma que está abalanzada sobre otra; al acercarse, el poeta descubre que un alma está mordiendo a otra, está alimentándose y le arranca la carne a tirones. Esto ocurre en la parte más profunda del Infierno de la Divina Comedia. El alma hambrienta es Ugolino della Gherardesca, uno de los personajes más entrañables del poema dantesco. El poeta recupera una historia que ocurrió en Pisa en el 1289. Acusado de traición, al conde le fue impuesta la condena del encierro dentro de una torre. La pena, sin embargo, se extendió hacia los hijos y nietos del acusado. Con el pasar de los días, y encerrados sin comida, la situación de los condenados llegó a un punto crítico. Según se contaba en la época medieval, lo mismo que el Cronos mitológico, Ugolino se alimentó de sus hijos para sobrevivir por más tiempo. En el poema dantesco nunca se sabe si, efectivamente, el conde llevó a cabo el acto que lo hiciera famoso. Antes de afirmar o negar cualquier cosa, el alma de Ugolino detiene su historia y vuelve a morder la cabeza del alma que lo acompaña en el infierno (su acompañante, por cierto, pertenece al arzobispo que acusó al conde a su torre del hambre), según el poeta, Ugolino arranca la carne del cráneo como si un perro arrancara la carne de los huesos.  

El canibalismo en el arte suele retratarse de forma grotesca, pero, al mismo tiempo con una seriedad que roza lo solemne. El conde de Dante narra su historia con drama y dolor. Piénsese también en el famoso cuadro de Goya “Saturno devorando a su hijo”; con el fondo en un negro sólido, la figura del titán con el cuerpo mutilado de su progenie sujeto entre las manos. La expresión de Saturno es ambigua, parece tener miedo de lo que está haciendo y es precisamente ese miedo lo que se contagia a quien lo mira. El rojo de la sangre en el cuerpo es el único color brillante de la composición, por lo que atrae las miradas del espectador.

                     Mein teil, de Rammstein, narra el famoso caso del caníbal de Rotemburgo desde la perspectiva de la víctima, la voz narrativa de la canción expresa el deseo de ser comido.

 

Virgilio Piñera rompe con esa solemnidad y trata la antropofagia desde la perspectiva del absurdo y el humor negro. Publicado como parte del libro Cuentos Fríos, “La carne” probablemente es el cuento más conocido de este autor cubano que sólo en tiempos recientes ha logrado salir de la censura y el olvido al que lo condenó el gobierno de su país.

El relato inicia con una frase que ya anticipa la naturalidad con la que va a tratarse el tema: “Sucedió con gran sencillez, sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer, la población sufría de falta de carne”. Ante esta problemática los ciudadanos traman protestas y lanzan amenazas que nuca se concretan. La población se ve obligada a comer sólo vegetales, pero el señor Ansaldo decide tomar algunas medidas para hacerse con un buen filete. Con gran sencillez, sin afectación, el hombre se pone a afilar un enorme cuchillo, luego se baja los pantalones hasta las rodillas y entonces se hace con un hermoso filete salido de su nalga izquierda. Ansaldo lo limpia y posteriormente lo sazona con sal y vinagre antes de ponerlo sobre la parrilla.

La descripción de Piñera no tiene nada de grotesco, ninguna referencia al dolor del personaje o a la sangre que salió del corte. Eso no tiene lugar en el relato pues el autor sabe que el mayor extrañamiento que puede causar en el lector deriva precisamente de la naturalidad y frialdad con la que se describe la escena. Asimismo, Piñera toma algunas decisiones estilísticas que abonan al extrañamiento y al mismo tiempo a la desesperación del personaje que se sienta a comer un pedazo de sí mismo. ¿Cómo es que un filete puede ser hermoso? se preguntará el lector. Habría que ponerse en el lugar del señor Ansaldo y sentir la desesperación por un trozo de carne. Sin importar el origen de su filete, es posible imaginar el entusiasmo del hombre ante su platillo.

La acción del hombre llega hasta oídos del alcalde. El funcionario público, en lugar de reprender de algún modo al ciudadano, lo invita a que sirva de ejemplo para el resto de la comunidad. “Expresó a Ansaldo su vivo deseo de que su amado pueblo se alimentara, como lo hacía Ansaldo, de sus propias reservas, es decir, de su propia carne, de la respectiva carne de cada uno”.  En una demostración práctica a las masas, Ansaldo explica su hazaña a los demás ciudadanos y, además, se hacen los cálculos pertinentes para racionar la nueva fuente de alimento: a razón de consumir media libra diaria, cada ciudadano podría alimentarse de carne durante 140 días.

La iniciativa se vuelve un éxito. El pueblo comienza a alimentarse de sí mismo. Las mujeres se cortan los senos, hay señoras que se alimentan con sus propios labios y dejan de hablar. El relato continúa de modo tal que forma un mosaico de las acciones de los pobladores. Virgilio Piñera no dota nunca a su historia de sentimentalismo, nunca hay drama sobre el hecho de comerse a sí mismos. Las consecuencias de acabarse las reservas de carne del propio cuerpo las muestra en un par de casos. Una mujer encuentra un cúmulo de excrementos en el sitio donde vio por última vez a su hijo, como si hubiera desaparecido y en su lugar quedaran sólo los desechos. El consumo de la propia carne se vuelve así en la serpiente que se muerde la cola. Ejemplos fatales como el del hijo de esa mujer, según señala Piñera, no afectaN en nada el entusiasmo de la población.

La frialdad y la naturalidad del narrador se mantienen a lo largo de todo el cuento. La voz narrativa nunca emite juicios de valor, se limita a describir las acciones y nada más. Los espacios vacíos en el texto, tales como el motivo original de la falta de carne, dejan el texto abierto a las interpretaciones que el lector quiera atribuir al relato. Es posible que represente una crítica al desabasto de víveres por parte de algún Estado, una crítica a los movimientos sociales sus protestas y amenazas. Podría tratarse de una parábola en la que se ilustran las consecuencias de seguir ciegamente las ideas absurdas.

Aunque, cabría la posibilidad de que Virgilo Piñera escribiera el relato sin más motivaciones que lograr un texto en el que se junten el humor y lo absurdo. Es probable que las interpretaciones tan libres y diversas entre sí no lleguen a ningún lado y sean parte de la broma del autor. Puede ser, ¿por qué no? Quién sabe.

Si quieres leer el cuento, lo encuentras aquí.

(Agradezco a Enrique López Llamas por la obra que encabeza este texto.
Título: Pintura veneno (Saturno devorando a su hijo).
Técnica: 400 gramos de fluoxetina molida mezclados en un litro de pintura acrílica sobre muro. Medidas variables. 2021.
Título de la colección: Yo no sabía nada de mi padre hasta que...)

 

 



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Esteban Castorena (Aguascalientes, 1995) es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Por su trabajo como cuentista ha sido becario del Festival Interfaz (2016), del PECDA (2016) y del FONCA (2018). Su obra ha sido publicada en diversos medios impresos y digitales. Gestiona un sitio web en el que comparte sus traducciones de literatura italiana.


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Enrique López Llamas
es Licenciado en artes plásticas por la Universidad de Guanajuato, integrante del Programa Educativo SOMA Generación 2021. Su trabajo se caracteriza por la apropiación de relatos específicos de la historia, al igual que de personajes, gestos y acontecimientos, bajo un carácter lúdico que ironiza y estudia, desde la ficción, memoria y nostalgia, la convivencia entre los individuos y las estructuras vigentes de poder que los moldean. Más de su obra puede encontrarse en su sitio web personal.

 

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