jueves. 18.04.2024
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EL HOMBRO DE ORIÓN

El Hombro de Orión • Call Me by Your Name: la franqueza del placer • Juan Ramón V. Mora

Juan Ramón V. Mora  

Call me by your name, fotograma de la película
Call me by your name, fotograma de la película
El Hombro de Orión • Call Me by Your Name: la franqueza del placer • Juan Ramón V. Mora


La película de Luca Guadagnino —director del remake de Suspiria— se basa en una novela escrita por André Aciman con guión adaptado por James Ivory. Elio Perlman (Timothée Chalamet) es hijo de una familia acomodada dedicada al arte y la arqueología. Políglota y precoz prodigio musical, pasa la mayor parte de la cinta resistiendo el deseo que despierta en él la llegada de un joven estudiante norteamericano, Oliver (Armie Hammer), que hace labores de asistente para su padre (Michael Stuhlbarg) en la villa lombarda donde veranean. De entre todos los excelentes aspectos técnicos, merecen especial mención las actuaciones y la banda sonora de Sufjan Stevens, sin los cuales la película perdería gran parte de su fuerza conmovedora.

La historia se lleva a cabo en un ambiente idílico que a veces roza con la fantasía. Además de la villa y el paisaje, hermosos en sí, casi todos los personajes son guapos, cultos, inteligentes y hablan más de un idioma. Todo esto retratado con la espectacular fotografía del tailandés Sayombhu Mukdeeprom. El entorno paradisiaco provoca que el romance entre dos hombres esté libre de las enormes presiones culturales que otros ambientes le imponen al amor homosexual (véase, por ejemplo, la premiada Moonlight (Jenkins, 2916)). En este caso, la principal barrera que debe sortear el protagonista es su propia reticencia a dejarse llevar por el ansia que le surge de lo más hondo. 

La sensualidad que envuelve con plena naturalidad a esta historia cuasi-pagana nos hace partícipes del regocijo que implica seguir la propia voluntad. El idilio termina llevándose a cabo con suma indulgencia, aunque a estas alturas la acumulación era tanta que ninguna de las osadías nos incomoda. Por el contrario, este aspecto provocador y honesto es una de las cosas que más se le agradecen a la cinta. Cabe mencionar aquí dos imágenes que destacan en una película infestada de belleza: el surgimiento marino de una Venus gloriosa y la inundación privada de un durazno maduro.

La franqueza del placer sensorial en Call Me by Your Name provoca que su historia resuene con cualquiera. No es tanto la historia de un affaire homosexual como la del primer amor, o la de cualquier amor verdadero. Un anhelo siempre es mejor que su realización, porque los amores que de hecho suceden están contaminados por todas las desventuras de lo real, sus matices y sus oscuridades. El cumplimiento del deseo siempre deja tras de sí una estela de vacío y, en el peor de los casos, una desolación que parece no tener fin cuando comparamos la pureza de lo irrealizable con la fugacidad de lo concreto. Las referencias a Heráclito, repartidas junto a otras alusiones culteranas (que por suerte no estorban), nos dejan en claro hacia dónde van los tiros. El amor, como todo, pasa. Cambia, pero permanece: una de esas paradojas incandescentes al centro de todo lo esencial. Lo que persiste después del amor es la nostalgia de lo irrecuperable, la extraña fruición de regodearnos viendo nuestra imagen desfigurarse en las aguas de ese río que es siempre el mismo.


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Juan Ramón V. Mora (León, 1989) es venerador felino, escritor, editor, traductor y crítico de cine. Ganó la categoría Cuento Corto de los Premios de Literatura León 2016 y fue coordinador editorial en la edición XXII del Festival Internacional de Cine Guanajuato. Escribe sobre cine en su blog El hombro de Orión.

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