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Guía de Lectura • El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel
El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel
Guía de Lectura • El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel • Jaime Panqueva

 

Debo confesar que cada vez me cuesta más trabajo leer autoficción, este género donde el autor crea una máscara para hablar de sí mismo y revelar su biografía, la mayoría de las veces con intimidades bastante escabrosas, mientras busca siempre hacernos pensar que su vida y sufrimientos son lo suficientemente universales o extraordinarios, no sólo para compartirlos, sino también para sostener muchas veces un ego sobredimensionado.

Algo así sentí en varios pasajes de esta novela de Guadalupe Nettel, bien escrita, sin duda, que alumbra detalles generacionales e históricos interesantes del México de finales del siglo XX, pero que destila a veces obsesiones solipsistas como los trabajos de Emmanuel Carrere o Amelie Notomb, y que me hacen preguntar como lector si no se trata todo de una excusa para dar rienda suelta al exhibicionismo.

Según los estudiosos del género, la autoficción propone un pacto ambiguo, novelesco por una parte, es decir, que no pretende ser verídico, y a la vez confesional, donde se sostiene una identidad visible y reconocible de un autor, que en el caso de El cuerpo en que nací realiza sus declaraciones a manera de confesión sobre el diván de una psicoanalista. Al contrario del Hamlet de Shakespeare, en la autoficción se es y no se es al mismo tiempo, y quizás esa dicotomía es demasiado inquietante para mí como lector en estos momentos, en particular al tratarse de trabajos de largo aliento. Al contrario de lo pregonado por Vargas Llosa, sobre que la novela deviene un striptease al revés, donde el autor se cubre con todo tipo de artilugios literarios, la autoficción lo muestra todo mientras sostiene de forma ontológica que todo puede ser mentira y que tú en el fondo lo sabes.

O quizá también tenga algo de razón Sara Sefchovich al afirmar que percibe “cierta obsesión, cada vez más frecuente, de los autores consigo mismos”, y que quizá mucho de lo que ellos consideran una gran e interesante vida no lo sea en realidad para muchos de nosotros.

¿Sentirán estos autores una atracción similar a la que sienten las sectas adoradoras de ombligos, a realizar una contemplación ininterrumpida del propio ónfalo en aras de retornar en un viaje interior hasta el más primigenio de ellos, o a una universalidad que lo hermane a todos los hombres? O por el contrario, ¿se busca erigir un altar al hiperindividuo para realzar su carácter único y supremo?

Si se anima a leer El cuerpo en que nací, estoy seguro de que podrá reflexionar sobre ello.

 

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