Ante la crispación que vivimos en semanas pasadas con los aspavientos que brotan de una parte de los medios nacionales cada vez que nuestro presidente realiza comentarios poco acertados, encontré un libro, entre los pendientes del anaquel, del poeta y narrador Álvaro Enrigue, cuyo título alude de manera directa a este conglomerado diverso que se aglutina entre la cúspide de la pirámide y su base más menesterosa. De este mismo autor recomendé ya hace unos buenos años la novela Vidas perpendiculares)  y así aproveché las vacaciones para leerlo en otro género, este ensayo publicado por Anagrama en 2013.

El viaje fue irregular, aunque muy interesante, pues inicia con las preocupaciones del autor por definir, con mucha inmodestia, qué podemos considerar cursi y qué no. Por supuesto, la víctima de sus insidias no podía ser otro que Rubén Darío, quien dentro de su poderosa revolución del idioma español tuvo una buena cantidad de salidas en falso que Enrigue conjura: “la cursilería es una ruta de escape para una sociedad que no ve con buenos ojos los valores del trabajo y el ahorro; es el vehículo mediante el que ventilamos nuestras tímidas ideologías desesperadas por librarnos del pecado original de la medianía”. Del modernismo de la torre de marfil continuamos al del observador urbano, testigo del triunfo de la burguesía con un examen a textos de Manuel Gutiérrez Nájera, en particular a su poema La duquesa de Job, que testimonia el desarrollo de la ciudad, y a través de su complejidad y extravagancia formal busca reubicar al poeta en el entramado social.

El famosísimo Manual de urbanidad y buenas maneras del venezolano Manuel Carreño, quizá uno de los más vendidos manuales de autoayuda escritos en lengua española, escrito en el lejanísimo 1851, tuteló buena parte de las aspiraciones de comportamiento de las clases media y baja desde entonces. Enrigue traza un delicioso viaje a la época de su escritura y compendia datos sobre la vida de su infortunado escritor, quien se despeña en una espiral descendente desde la más alta cuna hasta su miserable muerte en el exilio.

El quinto ensayo, La prótesis del imperio, presenta las escrituras de una generación de escritores víctimas del exilio jesuita de la América española (1767-1814) y su poderosa influencia en las ideas independentistas, así como en la conformación de una mentalidad americana que reivindicaba para los criollos la administración de riquezas naturales ensalzadas mediante nostálgicas y no siempre bien intencionadas hipérboles. Cierra el libro una visita a los tiempos de Sor Juana Inés de la Cruz, donde se hace énfasis en su función como contadora de la orden de San Jerónimo y la relación entre sus figuras poéticas y el lenguaje financiero que usaba a diario.

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