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GUÍA DE LECTURA

Guía de Lectura • La cucaracha, de Ian McEwan • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

’La cucaracha’, de Ian McEwan
’La cucaracha’, de Ian McEwan
Guía de Lectura • La cucaracha, de Ian McEwan • Jaime Panqueva

 

Se lee, tanto para despertar la conciencia del individuo como para obtener placer estético o de cualquier otro tipo de lo leído. Una cosa no están desligada de la otra o, por lo menos, no deberían estarlo ni dar pie para controversias absurdas; mucho menos para censurar a quien expresa con buena prosa su forma de pensar a este respecto. Cuando la literatura pisa el terreno de la política se pone a prueba la capacidad de un gobierno para respetar la libertad de expresión, para distinguir las rencillas personales entre burócratas de los choques ideológicos.

No ahondaré en el asunto de Jorge F. Hernández, donde también abona una prensa nacional más interesada por el escándalo mediático que por informar (la nota de El Universal sobre los dichos de Marx Arriaga es prensa incendiaria de pésima calidad); lamento la forma y el fondo de un despido que priva al gobierno de las ideas de una persona capaz y conocedora de su ámbito y oficio, además de un gran ser humano. Todos perdimos.

Y dentro del terreno de la sátira política, donde, que yo sepa, no ha habido consecuencias para su escritor, Ian McEwan, recomiendo esta nouvelle ácida donde las cucurachas salen de las alcantarillas para dirigir la política mundial. De McEwan había comentado en anteriores entregas dos novelas también breves, La ley del menor (Tachas 142) y Amsterdam (Tachas 164), esta última una sátira al mundo académico y literario.

La cucaracha (Anagrama, 2020) es protagonizada por un despreciable insecto que un día despierta encarnado en Jim Sams, el Primer Ministro del Reino Unido. Muy al contrario de Gregorio Samsa, éste se mueve como pez en el agua con su nueva forma y procede con una velocidad asombrosa para aislar a su país del bloque europeo y convertirlo en su nuevo enemigo. Sus ánimos reformistas, tan radicales como inescrupulosos, lo convierten en perfecto aliado del presidente norteamericano Tupper, quien se sospecha también proveniente de alguna subespecie allende el Atlántico. Sams lo seduce indicándole cómo trasladar legalmente, vía orden ejecutiva, el presupuesto total de la defensa a su cuenta corriente. Una vez amigos, propone una vuelta completa al sistema económico donde los trabajadores pagarán a los empleadores por su trabajo con el dinero que el gobierno les proporcionará de manera consuetudinaria. El ardid, en últimas, se sabe que terminará por quebrar a las economías del globo, pero quienes se oponen son fácilmente acallados por medio de escándalos o simplemente despedidos.

Ya se ha cuidado McEwan de advertirlo en el primer párrafo: “Esta es una obra de ficción. Los nombres y personajes son fruto de la imaginación del autor y cualquier parecido con las cucarachas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia.”

 

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