sábado. 20.04.2024
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Asesino confeso: el criminal imaginario • Óscar Luviano

Óscar Luviano

Oscar Luviano
Tachas 430
Asesino confeso: el criminal imaginario • Óscar Luviano


Si se hace una búsqueda del término “serial killer” en Google, aparece entre los primeros resultados el nombre de Henry Lee Lucas. Si se hace una búsqueda con este nombre, se encuentra que Lucas fue (según la Wikipedia) “el prototipo de psicópata sádico con un historial realmente sangriento”, uno de lo más crueles y celebrados asesinos seriales de la historia norteamericana, que confesase, tras su arresto en 1982, entre 100 y 600 asesinatos (sobre todo feminicidios).

Lucas practicó (según sus propias palabras, todas las formas de crueldad posibles: “Maté a golpes, estrangulé, decapité y hasta hice algunas crucifixiones”. En una conversación, grabada como parte de las investigaciones, entre Lucas y su ocasional cómplice, Henty Ottis-Toole recuerdan la salsa de barbacoa con la que cocinaron a una familia completa.

El enorme saldo de sus víctimas, la extrema violencia de los asesinatos (Lucas precisaba que no podía tener sexo con mujeres con cabeza) y el vasto territorio que abarcaron (casi por todo Estados Unidos) a lo largo de veinte años, no tardaron en convertir a Lucas, gracias a la amplia cobertura mediática, en una estrella de los segmentos de true crime, en la figura central de documentales y películas,  icono pop y objeto de estudio de neuropsiquiatras (las placas de su cerebro permitieron desarrollar teorías sobre la fisiología y el funcionamiento de la mente criminal).

La primera de las películas creadas alrededor de Luca fue Henry, retrato de un asesino serial (John McNaughton, 1986), filmada casi a la par del criminal real, y que lo presenta como una furia ciega que deambula por todo Estados Unidos asesinando al azar, en lo que no pocos consideran como un curso ultrarápido para asesinos seriales, pues reproducía las reglas que Lucas no se cansaba de repetir como la clave de su éxito: “Mata personas con las que no tengas vínculos, usa métodos diferentes para matarlas y mantente en movimiento”.

Para la policía de su época y el sistema judicial que se encargó de procesarlo, su palabra fue suficiente para “cerrar” 216 asesinatos que hasta su momento estaban irresueltos y para once cadenas perpetuas y una condena a muerte.

En Confession Killer (Netflix, 2019) Robert Kenner y Taki Oldham analizan a lo largo de cinco capítulos el, por lo menos, curioso proceso de Lucas y su única base: los interrogatorios a los que fue sometido tras su arresto en 1982.

Usando material de archivo y entrevistas con los rangers, periodistas involucrados, fiscales y familiares de sus víctimas, este documental es un valioso cuestionamiento de las técnicas de investigación policial y de la figura misma del asesino serial como un depredador superinteligente 

Los rangers (una figura parapolicial texana que trató de rescatar la figura del sheriff del far west) arrestaron a Lucas tras un control rutinario por la posesión de una pistola sin licencia en 1982. Lucas le sugirió al jefe de la división, Phil Ryan, que no lo procesará por algo tan trivial, y que le preguntara por los crímenes que acababa de cometer: el asesinato de su madre y de su novia adolescente. Ahí nada más condujo al jefe y a sus subalternos al sitio donde había enterrado a su novia. Encontraron un cuerpo en los huesos que, hasta la fecha, se sigue sin identificar.

Descubrieron que, en efecto, Lucas había matado a su madre, pero veinte años atrás, y que había purgado condena por ello. Esto no los detuvo para formar la Lucas Task Force, integrada por Ryan y sus subalternos, que se encargó de interrogar a Lucas, dispuesto a confesar todo crimen que le pusieran enfrente a cambio de malteadas de fresa y hamburguesas.

Fue tal el número de asesinatos reconocidos por Henry Lee Lucas que pronto atrajo a los medios y, con ello, a otros departamentos de policía de todos Estados Unidos. Para todos Lucas tenía crímenes para confesar, si bien era evidente que no hacía más que asentir ante las fotos y datos que le ponían enfrente, y corregir sus declaraciones según lo guiaban los propios agentes.

En ningún caso, los miembros de la Lucas Task Force investigaron las confesiones. Ni siquiera disminuyeron su entusiasmo cuando una crew japonesa aterrizó en Texas para filmar un documental sobre Lucas, y lo grabaron jactándose de haber cometido crímenes también en aquel país “¿Cómo llegó a Japón?”, le pregunta el documentalista. “¿Cómo va a ser? Pues en mi coche”, responde el asesino serial que, en un congreso criminológico sobre él mismo, fue presentado como un experto del que todos los expertos en asesinos deberían aprender.

Cuando finalmente Lucas recibe una condena por un asesinato que estaba demostrado que no cometió, alegó que se dejaba atrapar como una forma de “suicidio asistido”, harto de los medios y de los interrogatorios. Sin embargo, unas pocas noches después, Dios le habló en su celda, y lo movió a revelar a cada una de las familias el lugar donde había dejado los cuerpos de sus víctimas… Algo con lo que retrasó por una década la fecha de su ejecución.

El documental, que se puede ver como un thriller policiaco o una fábula sobre el humus verdadero de lo que llamamos “trabajo policiaco”, tiene vueltas de tuerca así de delirantes. Y reales. La mayor de ellas es que Lucas termina por ser, de alguna manera retorcida, la víctima de un sistema apurado por dar resultados sin importarle la justicia para las víctimas y el dolor de sus familias.

Es mejor ver Asesino confeso con la idea intacta que tenemos de la excepcionalidad del mal, de los superpoderes de los asesinos seriales, y comprobar, una vez más, que cuando ese simulacro mediático que llamamos justicia nos da atole con el dedo en la forma de asesinos seriales, lo único verdadero son las víctimas y la valiente lucha de sus familias por mantener su digna memoria.

Confession Killer se puede ver en Netflix.

 




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Óscar Luviano (Ciudad de México, 1968). Narrador y poeta. Cuentos suyos se incluyen en Nuevas voces de la narrativa mexicana (Planeta, 2003) y en Así se acaba el mundo (SM, 2012). Colabora en diversos medios y publicaciones.

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