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Orfeo y Eurídice, una obsesión operística • Liz Espinosa Terán

Liz Espinosa Terán

Orfeo y Eurídice
Orfeo y Eurídice
Orfeo y Eurídice, una obsesión operística • Liz Espinosa Terán

El estilo barroco nació con la ópera y la ópera nació con la historia de Orfeo y Eurídice; a partir del siglo XVII ocho compositores han creado versiones dramáticas o satíricas de la aventura, mejor dicho desventura, de esta pareja; versiones que no han cesado de representarse anualmente en los teatros de todo el mundo.

Orfeo fue nieto de Zeus y Mnemósine porque nació de Calíope, musa de la poesía y la elocuencia, esposa de Eagro, el rey de los tracios. Rumores maliciosos de la antigüedad dicen que su verdadero padre fue Apolo, virtuoso tañedor de la lira, inspirador de la belleza, la perfección y la armonía. Diríamos que era un chico de 'buena familia' que heredó una capacidad sobresaliente para la música; baste poner como ejemplo que gracias a ella los Argonautas pudieron resistirse al canto de las sirenas y continuar su búsqueda del Vellocinio de oro sin haber sido devorados por las seductoras cantantes coliescamadas.

Ovidio relata que Eurídice, la suertuda novia de Orfeo, fue a dar al Hades, morada de los muertos, por la mordedura de una serpiente. Hasta allí descendió Orfeo en su búsqueda y con su canto conmovió a Perséfone, reina del Inframundo, quien permitió a Eurídice seguir a Orfeo de vuelta a la tierra, con la condición de que su esposo no la mirara hasta haber dejado el Averno. Eso de condicionar a los amantes nunca ha funcionado bien y Orfeo ,“temiendo que no abandonara ella y ávido de verla, giró el amante sus ojos y enseguida ella se volvió a bajar de nuevo” (Metamorfosis, Ovidio).

Esta es la historia más contada en la ópera, con las licencias que cada autor ha querido: Monteverdi, por ejemplo, respetó el dramático desenlace; Peri y Caccini impusieron un final feliz en el que la pareja se reúne en el mundo de los vivos; Offenbach, que hizo de ésta una ópera bufa, puso a Eurídice feliz de vivir en el inframundo con su amante Plutón, la versión romana de Hades.

Las primeras cinco versiones operísticas de esta historia fueron creadas durante la primera mitad del siglo XVII. L´Euridice, fábula dramática de Jacopo Peri (1600); L´Euridice de Giulio Caccini (1602) y La Favola de Orfeo de Claudio Monteverdi (1607) hoy son conceptualizadas como ejemplos de las primeras óperas en la historia, pero en aquellos días sus autores las llamaban ‘dramas en música’. Un grupo de humanistas, músicos e intelectuales florentinos conocidos como la Camerata de Bardi, entre los cuales estaba el cantante Julio Caccini, llegaron a la conclusión de que las tragedias griegas no eran únicamente actuadas, eran entre cantadas y recitadas. Inspirados en esto comenzaron a experimentar la creación de una obra dramática con 'monodia acompañada', es decir, una sola voz acompañada por un instrumento, cosa que hoy nos parece lo más normal del mundo, pero que en aquellos días era contrastante con el estilo polifónico renacentista de finales del siglo XVI. A este tipo de canto se le conoce como recitativo y es parte esencial de la ópera barroca.

En 1619 Stefano Landi puso música a un texto del poeta Angelo Ambrogini ‘Poliziano’, y estrenó en Roma La muerte de Orfeo, tragicomedia pastoral. Trascendiendo las fronteras de las ciudades italianas, en Paris en 1647, se representó la quinta versión diferente de este mito: Orfeo, de Luiggi Rossi, con libreto de Francesco Buti.

Abrazando un nuevo estilo musical, que ahora llamaríamos ‘clásico’, Christoph W. von Gluck hizo dos versiones, la primera: Orfeo ed Euridice, estrenada en Viena en 1762, tuvo un libreto en italiano y al entonces famoso castrati Gaetano Guadagni como Orfeo. Después, para adaptarse a los gustos de público parisino, pidió a Pierre-Louis Moline que hiciera un segundo libreto en francés; hizo modificaciones a la orquestación y cambió la voz de castrati por la de tenor alto, más afín al público de la Académie Royale de Musique, que la escuchó por vez primera en 1774. La tercera versión del Orphée et Eurydice de Gluck es en realidad de Hector Berlioz, quien tomó elementos de la versión italiana y la francesa y estrenó una adaptación para alto femenino, en el Théâtre Lyrique en 1859. Franz Liszt, que dirigió una representación en Weimar, fue inspirado por el mismo tema y decidió sustituir la obertura de Gluck por un poema sinfónico propio: Orpheus.

El siglo XX también tuvo su dosis de Orfeo y Eurídice: el francés Darius Milhaud, compositor alejado del lenguaje tonal tradicional, creó su versión en una ópera de tres actos llamada Les malheurs d’Orphée (1925) por encargo de Winnaretta Singer, famosa mecenas de inicios de siglo, heredera de la Singer Corporation. En 1951, 160 años después de haber sido compuesta, fue estrenada L’anima del filosofo, ossia, Orfeo ed Euridice, de Franz Joseph Haydn.

 

¿Qué tendrá esta historia que pasan los siglos y no deja de recrearse?

 




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Liz Espinosa Terán. Compone y escribe. Lo que más disfruta es hacer música original para cine, video o para instalaciones artísticas.

 

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