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TikTok y Plagio Progre • Oscar Luviano

Óscar Luviano

Oscar Luviano - Nacho Progre
Oscar Luviano - Nacho Progre
TikTok y Plagio Progre • Oscar Luviano

1. Algo así como un contexto

Cuando hace algunos años nos quedó claro que el futuro de los medios estaba en internet, y en concreto en las redes sociales, avizoramos un futuro inmediato en el que cada usuario sería una emisora audiovisual y la información sería la divisa, con nuevas fronteras laborales por abrir. No podíamos imaginar que el futuro sería ese, pero en capitalismo.

TikTok es la nueva arena mediática, aunque las cancelaciones y los escándalos sucedan en Twitter. En realidad, la red de microblogging es la sala de prensa de la primera.

En TikTok los videos de apenas unos segundos se usan para todo: desde vender sexualización infantil hasta el nuevo empaque de la primera dama neoleonesa. Sobre todo, TikTok ha desplazado a YouTube en su principal producto: el influencer.

Esta figura es lo que alguna vez fue un showman: alguien que lo mismo te hace una rutina de comedia que te canta una de Chente, o te suelta algunas sinceras máximas de autoayuda. O un tutorial sobre cómo hacer el mejor desayuno por quince pesos. Y al igual que los conductores de late night, y al igual que las divas cinematográficas, buena parte de su rentabilidad tiene base en su prestigio.

Cuando hablo de rentabilidad no hablo de las carretadas de dinero que se cosechaba en los días de oro de los ahora llamados medios tradicionales (no hay nada más tradicional y conservador que los contenidos de un youtuber de éxito, de hecho).

Hablo de lo que se entiende por rentabilidad en el Siglo XXI, y que es el principal pago de la mayoría de los youtubers: recibir muestras de productos gratis para usarlos ante sus audiencias, protagonizar algún comercial, doblar al personaje secundario de la película de Pixar del año, participar en un reality…

Hay, desde luego, influencers de primera línea: Yoss Hoffman (@YosStoP), que tras su estadía en la cárcel por difundir vídeos del abuso a una menor, pide un millón de dólares para hablar de su experiencia entre mujeres presas.

El influencer, sea de alto octanaje o primerizo, se debe a partes iguales a la precariedad laboral (supone, para las marcas, un gran impacto a bajo coste) y a las redes sociales que les incuban y cuyas tendencias y etiquetas deben obedecer: para mercadólogos y audiencias no hay nada más facilmente reemplazable que una arroba cancelada.

No solo se trata de producir “contenido” de manera ingente (un dibujante español que transmite en vivo cuatro horas al día, aparte de sus programas semanales), sino de hacerlo bajo una línea editorial que se apega a esta o aquella comunidad (entendiendo por comunidad a quienes practican una misma ideología, representan a un mismo colectivo o le dan like al mismo post de Facebook). Esa línea define la línea de flotación sobre la que una arroba navega o se hunde.

Dentro de estos influencers, aquellas que giran alrededor o en contra del feminismo se han convertido en algunas de los más rentables.

La emergencia de la militancia feminista de la década pasada dejó una fuerte huella en las redes sociales y sus contenidos. La lucha por la despenalización del aborto en todo el país, las cifras espantosas de feminicidios, la denuncia de abusadores y acosadores en la estela del MeToo, son causas que han sido, entre otras, materia de batallas en Twitter y en el resto de las redes.

Una de las secuelas de estas voces es la emergencia de influencers sobre esta línea de flotación: desde los que hacen pedagogía de las cuestiones de género hasta los que se suben al tren con más actitud que idea de lo que tratan de decir. Desde feministas académicas hasta adherentes que se saltan la teoría para declararse en contra de toda iniciativa de equidad.

Muchos de ellos con muchos seguidores.

A pesar sus polémicas, el feminismo ha demostrado ser un contenido rentable. Sobre todo para los hombres.

2. Algo así como un plagio

En TikTok abundan las cuentas de morros y señores que desde diversas ópticas, sobre todo desde la desinformación y el prejuicio, ponderan contra el feminismo y las feministas y todo lo que se les parezca. Tienen mucho éxito. Es decir: muchos seguidores, pese a que sus videos suelen ser close up a sus rostros con algún insert de un monumento rellenado durante una marcha feminista.

En lo que parecería una respuesta a este supremacismo masculino, han surgido diversas cuentas de hombres feministas que apoyan todo lo que defienden las feministas. Lo hacen con sus mismas palabras y estrategias. La diferencia es que no tienen tantos seguidores como los antifeministas, pero si más seguidores y eco y aplausos que las mujeres de cuyas voces se han apropiado.

Entre estas cuentas destacaba hasta hace algunos meses Ignacio en Deconstrucción (ahora Miguel), con decenas de miles de seguidores.

Cuando la descubrí creí que su nombre era un homenaje a un viejo personaje de la primera camada feminista, Nacho Progre, una serie de viñetas creadas por Carmina Warden, médica y dibujante, y Cynthia Híjar, actriz y bailarina.

Nacho Progre fue creado en 2016, cuando nombrarse feminista le costaba el ostracismo y en algunos casos el trabajo a muchas mujeres, amén de una persecución constante en las redes y sus vidas privadas.

Era una parodia de los hombres privilegiados, bien educados, que sin riesgo alguno, en ese mismo momento, repetían las máximas feministas a cambio del aplauso social, el reconocimiento de las mujeres de su entorno y prebendas como relaciones y espacios institucionales. Además de muchos seguidores.

Nacho Progre era, pues, un preinfluencer feminista.

Pensé, en un primer momento, que la similitud entre Nacho Progre y e Ignacio en Deconstrucción era un homenaje o un acuerdo entre sus diferentes autores, que Ignacio (que después ocurrió que se llama Miguel) era una especie de secuela de aquella parodia (detenida en su producción hace un par de años).

Y eso que todas las redes de Ignacio repetían las mismas frases afectadas y rayanas en la autoayuda que los aliados usan para treparse a los hombros de las feministas. El mismo Ignacio interpretado por Miguel, con una voz suavecita y un lenguaje que se quiere especializado, se mostraba en TikTok como una muestra del hombre que ha renunciados a violencias y privilegios machistas.

Yo, pues, como muchos, pensé que esta impostación era la de un actor encarnando a una parodia. Sin la gracia del original, hay que decirlo.

Sin embargo, para mi sorpresa ocurrió, primero, que el contenido de Ignacio era en serio (al menos un colectivo feminista y algunos programas de radio online así lo vieron, pues invitaron al influencer a debates y charlas sobre deconstrucción masculina). Después, pasó que se trataba de un plagio: Ignacio había tomado, sin permiso de sus autoras, a Nacho Progre para encarnarlo y demostrar que un hombre decididamente encaminado puede ser feminista.

Al enterarse de este uso indebido del personaje, Cynthia Hijar le pidió que cambiará el nombre de su personaje. Ignacio, de una manera muy poco deconstruida, la ignoró. Y siguió rentabilizando (en seguidores, en prestigio, en espacios) la inversión de la parodia.

3. Algo así como un macho pero progre

No voy a repetir todo sobre este plagio y las implicaciones que ha tenido para sus creadoras, pues ellas lo han dicho mejor de lo que yo podría hacerlo en sus redes sociales y diversas entrevistas. Baste decir que ambas han sido sometidas al asedio influencer: decenas de comentarios denostando su reclamo y sus personas, el reporte de sus cuentas, el borrado de sus contenidos…

Ignoro que tan deconstruido es plagiar y acosar a mujeres por la rentabilidad de un personaje. Uno del que Miguel se apropió tras saber que ambas autoras pasaban por problemas personales y de salud. Lo cierto es que para Miguel, en comparación con lo que ha pasado con la autoras del original, esto solo ha supuesto una baja de cinco mil seguidores en Instagram y TikTok.

De lo que que quiero hablar es, en todo caso, de la gravedad de plagiar e invertir el sentido de una creación que ha creado escuela. No tanto en términos económicos o de derechos de autor, sino éticos.

Nacho Progre partía de la imposibilidad de que una serie de cursos y sesiones de terapia deconstruyan a un hombre: la violencia machista está tan arraigada en cada uno que creemos que la hemos erradicado cuando solo ha mutado de forma para volverse más aceptable. Esto fue lo que le dio su éxito a Nacho Progre y lo convirtió en término de uso común. Revelar que el discurso puede ser protofeminista, pero las prácticas patriarcales están sanas y salvas.

Y es más: alentadas por la superioridad moral de autonombrarse curado.

Para Ignacio hay un camino para curarse del machismo, y es el que Nacho Progre ha andado: la simulación. Aquellos hombres como Miguel que insisten en ello, sólo ocultan la gravedad del problema. Se apartan del contingente de hombres malos, sin saber en apariencia que son ejemplo, pero no de la redención que ellos defienden.

Son, en realidad, muestra de que su coartada funciona, y que ahí está para que cualquiera de nosotros pueda usarla cuando le venga en gana.

Poco después de la acusación de plagio, Miguel, a.k.a. Ignacio, fue denunciado anónimamente por ejercer violencia de genero contra una expareja. La denuncia ha sido borrada de todas las redes sociales en que se publicó.

 

 

 

 

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