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Reservation Dogs: Adolescencia indígena • Óscar Luviano

Óscar Luviano

Reservation Dogs, fotograma de la serie
Reservation Dogs, fotograma de la serie
Reservation Dogs: Adolescencia indígena • Óscar Luviano

1.

Hemos pasado casi toda la pandemia escuchando al actor Tenoch Huerta en su cruzada contra el racismo, que es casi lo mismo que decir que hemos pasado dos años encumbrando a Huerta por lanzarse día de por medio contra el youtuber Chumel Torres.

Todo ello a causa de una ya lejana controversia a raíz de que ambos fueron invitados por una dependencia a un foro contra el racismo. El resultado fue que la dependencia prácticamente desapareció del mapa, Torres perdió su programa en HBO y Huerta insistió en convertirse en la voz de las personas racializadas.

Inclusó comenzó un espacio independiente de análisis en YouTube: su primera emisión versó sobre el racismo (si bien estaba acompañado por dos personas blancas, la abogada y presentadora Estefanía Veloz y un gordito sociólogo). Aquella emisión trataba, de manera más balbuceante que irónica, sobre la representación en la pantalla de las personas racializadas. Extrañamente, para demostrar la ausencia de los que Tenoch llama “morenos”, se usaban cifras provenientes de la televisión norteamericana sobre la representación de personas afroamericanas en la pantalla y el humor mediático, sin que se ofreciera una sola cifra o experiencia sobre la representación mexicana de personas racializadas, en particular de las poblaciones indígenas.

Esa emisión, debo decirlo, es lo más cercano a un debate sobre presencia de las poblaciones indígenas que tendremos en nuestros medios mainstream (dejo, para otro momento hablar sobre de valiosos filmes como El ombligo de Guie'dani y Noche de Fuego, películas que exploran la situación de las adolescencias indígenas en el México urbano y rural de hoy).

Fuera de los spots de campaña de Morena y sobre los logros de la 4T, en donde las naciones indígenas de nuestros territorios se presentan en breves segundos, ataviadas con sus trajes típicos y sonrientes y en silencio, los mexicanos más pobres y excluidos no tienen representación ni voz en los medios, si bien son el 16% de la población.

Hay que reconocerle algo a Tenoch (y a Chumel): abrieron la posibilidad de la pregunta.

¿Cómo se debe representar en los medios a las poblaciones indígenas?

2.

Taika Waititi es un actor neozelandés que vino a renovar el cine fantástico con solo dos filmes: el falso documental What we do in the Shadows (2014), divertidísima comedia sobre un grupo de vampiros roomies, y Thor: Ragnarok (2017), la entrega del Universo Marvel que fijó el tono autoparódico que tan buenos resultados le ha dado a la marca. En 2019 se llevó el Oscar al mejor guion adaptado por su Jojo: Rabbit, título en el que, además de dirigir, dio cuenta de su peculiar estilo de comedia al interpretar un Adolf Hitler ñoño y torpe que fungía como amigo imaginario de un inseguro adolescente durante la caída de la Alemania nazi.

Ese Oscar fue el primero concedido a una persona de descendencia maorí. Aquel Hitler permitió a Waititi (cuyo apellido real es Cohen) mostrar su preocupación por un tema que campea su obra más personal: la representación de las poblaciones racializasdas y del racismo.

Hijo de un artista maorí y de una maestra judía, Waititi es un guionista y un director que se ha cuidado de reservar papeles para personajes maorís: su segundo largometraje, Hunt for the Wilderpeople (2016), versa sobre un insoportable huérfano maorí, Ricky Baker (interpretado por Julian Dennison), que tras ser rechazado por varios hogares, es adoptado por una mujer que le ama como es: indígena, gordo y casi terrorista en sus travesuras.  Esa felicidad termina pronto, pues esa nueva madre muere repentinamente. Ricky es reclamado al viudo por los servicios sociales, pero Ricky se niega a volver al sistema, y escapa al bosque en compañía de su aturdido padre blanco (un enorme Sam Neil) para ser perseguidos en los bosques neozelandeses por el ejército.

A diferencia de otras representaciones indígenas, Ricky está totalmente fuera de los cánones que se demandan a ese tipo de personajes: no es un canto a la pureza de su raza o un ejemplo de la nobleza nativa. Es grosero, mentiroso y un catalizador del desmadre.

Es decir, Waititi se esmera en representar a los adolescencias indígenas con una calidez que es fruto de la honestidad y del sentido del humor.

3.

Después de su paso como director de uno de los episodios más celebrados de The Mandalorian, Waititi desarrolló una serie que trasladó sus preocupaciones sobre las poblaciones indígenas al medio norteamericano. El resultado es Reservation Dogs (2021), estrenada el 9 de agosto pasado, en el Día Mundial de los Pueblos Indígenas.

Cada uno de los ocho episodios está co-escrito y co-dirigido por nativo americanos. Están filmados en Oklahoma (un estado que, en 2020, fue reconocido como perteneciente en un 50% a sus pueblos originarios, por las cortes federales), en los territorios de la reserva Okmulgee, y con protagonistas provenientes de comunidades indígenas, incluyendo a los miembros del grupo The 1491s, comediantes cuyos sketches abordan el racismo y la exclusión que sufren sus comunidades.

4.

Reservation Dogs (sí, una referencia a esa de Tarantino) trata sobre una banda de adolescentes indígenas que, a un año de la muerte de uno de sus miembros, Daniel, apuran robos y negocios turbios para realizar el sueño de su amigo perdido: un viaje sin retorno a la idílica California, lejos de la reserva y de sus trampas vitales.

Cada uno de los ocho breves episodios (de apenas 25 minutos) sigue a Bear (el autonombrado líder), Elora (la líder real), Cheese (el huérfano que se suma a todo lo que venga) y Willie Jack (la Tomboy de la reserva) en sus banales ritos iniciáticos, que más que acercarlos a su destino soñado, los harán enfrentarse a su luto y a sus identidades.

La serie muestra el conflicto esencial que enfrentan los adolescentes racializados: escapar a California es la salida, y escapar a la capital mundial del cine es insertarse en el mundo que les niega presencia. Para triunfar, deben dejar de ser indígenas.

De ahí la multirreferencialidad cinematográfica que, desde el título y en cada capítulo, sirve para hacer más evidente ese conflicto: todos los personajes son expertos en Tolkien y, a la vez, saben que la Dama Ciervo ronda por las calles para llevarse a los hombres malos. Un anciano que es acusado de ser un “cambiador de forma” (alguien que puede convertirse en animales a voluntad) tiene en su sala un cartel de La cosa del otro mundo de John Carpenter.

El mundo espiritual indígena es sepultado por el imaginario blanco, y demanda de los Rez Dogs una toma de partido.

Ese conflicto, sin embargo, se presenta con un tierno sentido del humor, que no excluye momentos dolorosos, en particular el demoledor episodio 07. La mecánica de cada entrega es sencilla: cada miembro de la banda se ve enfrentado a un dilema (Bear trata de hacer que su padre, rapero de éxito, lo visite; Cheese se encuentra con una anciana que lo confunde con el nieto que nunca la visita; Elora quiere saber cómo murió su madre, y Willie Jack trata de enseñar a su padre a cazar antes de abandonarlo para huir con la banda), y para resolverlo acuden a un guía espiritual.

En el caso de Bear, se trata del espíritu de un pésimo guerrero que murió en la batalla contra el general Custer (su caballo metió la para en el hoyo de una tuza), incapaz de dar un grito de guerra sin acabar tosiendo. Para los demás, sus guías son los adultos de la reserva.

De ellos obtienen consejos que les impelen a apostar antes que por la huida, por la bondad, que los Rez Dogs no siempre eligen.

Esto, además de la representación de estas adolescencias periféricas, es el gran mérito de la serie: el llamado a los adultos a tomar partido en la vida de estos jóvenes, así y se trate sólo de abrazarlos mientras lloran con ellos por las ausencias compartidas.

Reservation Dogs puede verse en la plataforma Star+

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