viernes. 19.04.2024
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CON EL DESARMADOR EN LA MANO

‘De la vida de un deudor’, de Karel Poláček • Esteban Castorena

Esteban Castorena Domínguez

Massysm Quentin — The Moneylender and his Wife — 1514
Massysm Quentin — The Moneylender and his Wife — 1514
‘De la vida de un deudor’, de Karel Poláček • Esteban Castorena


En el ideario colectivo, los escritos de Franz Kafka se han instalado como obras fantásticas de una belleza perturbadora y sombría. Historias como La metamorfósis se consideran obras de pesadilla. No es para menos si se piensa que un ser humano se levanta un día transformado en un insecto. Este mismo aire que rodea a los escritos ha logrado permearse hasta la imagen general que se tiene del escritor. Sus relatos, junto con esa famosísima Carta al padre en la que un joven despotrica contra su progenitor, contribuye a encasillarlo dentro de esta ilusión de un hombre taciturno que llevaba sobre la espalda una aflicción.

La idea de un Kafka riendo a carcajadas se contrapone a la imagen colectiva que se tiene del autor; no obstante la contradicción, es cierto que el praguense solía doblarse de la risa cuando leía sus manuscritos a Max Brod, quien fuera su gran amigo y único heredero de sus obras. ¿Cómo es posible que Kafka y Brood rieran a carcajadas ante la historia de un hombre que se mata de hambre, de un hombre vuelto cucaracha o de un dios olímpico lleno de trabajo burocrático?

 

Habría entonces que preguntarse sobre lo que Kafka encontrababa risible. Al parecer el autor encontraba la risa en ilustrar la mundanidad de la vida cotidiana, lo absurdo de los sistemas humanos (burocráticos y no), y el vacío que puede asolar a todo hombre. Si se cambia el foco de la situación, lo terrible de un relato como “Un artista del hambre” no es el ayuno del hombre, sino que ayuna porque nunca ha encontrado una comida que le guste. La comida es cualquier cosa que represente una insatisfacción. He ahí lo preocupante y lo risible: una persona está dispuesta a morir presa de su insatisfacción.

Kafka prefiere reír y crear las situaciones de “pesadilla” de sus relatos con el afán de mostrar a quien lee que el verdadero terror está en la realidad. El humor y lo fantástico en los relatos son un arma que desarticula los sistemas que enajenan al se humano. Como señala Stanislav Škoda en el prólogo a la antología Humor en serio, “Para lograr sus objetivos, el poder ha inventado si propio idioma, su sistema de signos, y el humor ha sido la única posibilidad de enfrentarse a esta realidad artificial”.

Kafka no es el único que se valía del humor para desarticular sistemas. En la literatura checa existen ejemplos anteriores que usaban este recurso. Si el autor de “El proceso” se destacó dentro de las letras universales es por el estilo único con el que contruyó su obra. Karel Poláček, autor un poco más joven que Kakfa, también se inclinaba hacia el análisis de la miseria y la mezquindad humana, especialmente dentro de los círculos de la burguesía. Quiso el destino que este gran crítico del lado oscuro del ser humano viera su vida truncada en uno de los periodos más horrendos de la historia contemporánea; Poláček, checo de origen judío, murió en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial.

“De la vida de un deudor” es un relato cargado de ironía y crítica social que, si bien se encuentra ambientado en la Chequia de inicios del siglo XX, no pierde para nada su vigencia. El cuento tiene toda su acción en el encuentro de dos viajeros. Uno de ellos, viejo, saca su estuche de puros para luego encender el tabaco. Otro hombre, vestido en un impermeable, se aproxima al viejo del puro y entonces entablan una conversación.

La charla entre los hombres se torna de lo más peculiar. El hombre del impermeable cuenta al viejo del puro sus aventuras como deudor. El hombre vive de pedir préstamos para después no pagarlos; su argumento es que le es imposible conseguir un péstamo tan grande como para saldar sus deudas anteriores (eso si se considera que necesitaría usar una parte del préstamo, ya no para las deudas, sino para vivir).

El estilo del diálogo, la manera tan absurda pero inteligente con la que está construido, bien podría pasar como un sketch de un personaje cantinflesco (otro agudo maestro del humor). El deudor va de una anécdota a otra como lo mismo que un personaje de Mario Moreno, es fácil, además, imaginarlo con esa misma actitud pícara que atrapa a quien habla con él.

Detrás del humor y la picardía hay, como era de esperarse, la crítica a los sistemas sociales. La situación del deudor es una paradoja siempre vigente: pide dinero para sobrevivir a sabiendas de que el préstamo, con toda probabilidad, no lo sacará de su contexto de apuro económico. El préstamo es un ciclo que se perpetúa a sí mismo. Este ciclo no sólo atrapa al deudor, sino también al prestamista, y de esto es consciente el personaje del relato. “El deudor es un edificio sustentado por todas partes. Semejante edificio no hay quien lo derrumbe. Los acreedores no me pueden dejar caer. Perderían la esperanza de recuperar su dinero. Que cae un acreedor, entra otro. En esto, señor, hay una gran filosofía”.

Sólo como un ejercicio de imaginación. ¿Qué habría hecho Poláček si hubiera vivido para ver un call center al servicio de un buró de crédito? ¿En qué parte del ciclo habría entrado el empleado que cobra deudas ajenas?

Si quieres leer el cuento, lo encuentras aquí.

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