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RESEÑA

Verás el cielo abierto, de Manuel Vicent

Jorge Jáuregui

Verás el cielo abierto, de Manuel Vicent

A Manuel Vicent lo descubrí  en una de las columnas que se publican en el periódico El País. Ya me gustaba desde hace tiempo  su forma de escribir y los temas que escogía. Su obra Verás el cielo abierto, la encontré en la feria de libro  y no dudé un segundo en comprarlo, ahora sé que también es escritor de novelas que ya quiero conseguir.

Es un libro que me tiene extasiado, cuando lo leo, los olores de infancia inundan el entorno, habla de platillos preparados con recetas que viajan de generación en generación, nos hacen cerrar los ojos y detenernos a retomar el aliento mientras surgen nuestros propios recuerdos. Voy leyendo sin poder detenerme, quiere uno saber más y más que ocurre. Cuando me doy cuenta se ha terminando. Yo pido que siga otra hoja por favor, otra historia,  mí deseo es concedido, me doy cuenta que ahí no acaba, porque se ha comenzado a vaciar en mí, en la memoria, lo que ha provocado no se puede explicar, se han impreso las miles y miles de fotografías, sé que cuando quiera puedo escapar a este nuevo mundo que me he regalado, dónde huele a azahares y el pan de centeno con anchoas me esperan detrás de una puerta desvencijada con un jardín fresco y verde, tal vez la mujer me reconozca y me lleve con el escritor que recuerda su vida, los dos nos sentaremos a destapar frascos de frutas en conserva evocando a los parientes.

Afuera llueve, mientras termino la última página, siento que todo es especial, hay frió en la piel, huele a café, el verano es un regalo, son vacaciones, son mañanas sin prisas hablando de sueños de la noche anterior, en los que nos acompañan niños que viven lejos, pero están en el corazón. Hasta el altavoz con el hombre que compra cacharros es especial, la voz viaja y adorna la calle con su canción: “Lamina, fierro viejo, planchas, licuadoras refrigeradores” como si cantara un rap.

Estoy en paz y tengo una grata sensación de que algo muy bueno está pasando. Mientras, afuera alguien prepara un guiso, entra por mi ventana y me hace sentir nostalgia, la piel se me eriza y a pesar de ser un día nublado agradezco al autor. Beso el libro, lo acomodo en librero, me doy cuenta que he visto el cielo abierto.