Uno de estos días vas a despertar
bajo la luz sumergida, difusa,
el velamen húmedo,
que deja la tormenta,
quebrado
como el naufrago que no distingue
a la isla del desierto o del hambre.

Escribe
y escribe
y escribe
sobre el papel, sobre las nubes sobre tu piel,
sobre las sombras de ser preciso,
sobre los gañidos del hambre.

Hasta que
entre los charcos resplandecientes
aparezcan las sendas bifurcadas.

Elige entonces tu camino
con los ojos cerrados
de un poeta muerto que ha vuelto
como el fantasma de Jack Kerouac.

Como si la escritura pudiera salvarte.

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