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GUÍA DE LECTURA 444

Tachas 465 • Conan el bárbaro, de Robert E. Howard • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

Conan el bárbaro, de Robert E. Howard
Conan el bárbaro, de Robert E. Howard
Tachas 465 • Conan el bárbaro, de Robert E. Howard • Jaime Panqueva


Si la semana pasada hablamos de la creación de un género en la alta literatura, no veo por qué no comentar en esta ocasión el surgimiento de otro en las populares tiradas del género pulp en los Estados Unidos. Me refiero al denominado de espada y brujería, del inglés sword-and-sorcery story, que haría famoso un joven de la Texas rural, Robert E. Howard a comienzos de los años 30 del siglo pasado. Las revistas ilustradas de papel barato, de ahí el nombre pulp, y en particular Weird Tales, que también publicaría textos de HP Lovecraft o de un muy joven Ray Bradbury, fueron el medio para llegar a millones de lectores con civilizaciones creadas en épocas arcanas donde en medio de la lucha entre la barbarie y la hechicería, surgen héroes brutales como Conan de Cimmeria, quien resuelve las disputas tras una buena serie de tajos de espada.

Howard, entre los quince y los dieciocho años, concibió una pléyade de personajes, como Solomon Kane o Kull de Atlantis, de los cuales empezó a publicar historias cuando apenas contaba con 20 años. Introvertido y huraño, desde siempre sufrió un acoso escolar que lo empujó a convertirse en boxeador y musculoso atleta, casi como un preámbulo de su creación. Hacia finales de 1932 Weird publica El fénix en la espada, donde introduce al guerrero en la Era Hiboria, un mundo ficticio surgido tras el cataclismo de la Atlantis y mucho antes de las civilizaciones más antiguas que conocemos. Tras los primeros tres relatos escritos, Howard se vio en la necesidad de escribir un breve ensayo sobre este tiempo mítico, que le permitiría dar mayor coherencia temporal y geográfica a la obra posterior, unos diecisiete relatos más, y que sería fuente también de quienes han continuado la escritura de las hazañas del bárbaro de ojos azules, como L. Sprague de Camp, Karl Edward Wagner, Lin Carter o Paul Anderson, entre muchos otros.

Aunque Howard conoció cierto éxito económico y reconocimiento de otros autores del género, como Lovecraft —con quien intercambió correspondencia durante más de una década–, y era el personaje mejor pagado en su pueblo, Brownwood, Tx., nunca dejó de ser un hombre solitario muy apegado a su madre. El 11 de junio de 1936, cuando ella entra en coma por tuberculosis, Howard, con apenas 30 años de edad, se suicida en interior de su coche con un disparo en la cabeza.

Con ello murió el precursor, mas no el desarrollo de este género que, a pesar de su simplicidad, sigue fascinando a las audiencias.

 

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