viernes. 19.04.2024
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GUÍA DE LECTURA 446

Tachas 467 • El paseo, de Robert Walser • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

El Paseo, de Robert Walser
El Paseo, de Robert Walser
Tachas 467 • El paseo, de Robert Walser • Jaime Panqueva

«Todo esto», me propuse en silencio mientras me detenía, «lo escribiré después en una obra de teatro o en una especie de fantasía que titularé El paseo.» Comenta en uno de sus párrafos el narrador protagonista de este opúsculo donde asistimos a una caminata a través de la ciudad y el campo de un “pobre escritor y plumífero u homme de lettres”. Con delicadeza y naturalidad, con gran ironía desprovista de amargura, la comida planeada a una amiga, el cortejo galante a un par de muchachas en el camino, la visita al sastre o al banquero nos hablan de un gran observador y amante del arte de la digresión.

Max Brod, editor de Kafka, mencionaba que el autor checo leía a Walser «en voz alta con enorme regocijo, embelesado, exprimiendo cada gota. Estábamos los dos solos, pero él leía como si estuviera ante un público integrado por cientos de personas». 

Escrito quizá en los años más felices de su vida, mientras vivía en Biel (Suiza), fue publicado en 1917, mientras Europa se desangraba en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. Autodidacta de mirada microscópica, logró durante algunos años renombre en la literatura de lengua alemana. “El más solitario de los autores solitarios”, como algunos lo llaman, comparte este paseo bucólico y enamorado:

«Pasear» respondí yo «me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada. Sin pasear y recibir informes no podría tampoco rendir informe alguno ni redactar el más mínimo artículo, y no digamos toda una novela corta. Sin pasear no podría hacer observaciones ni estudios.

Tras varios años de publicar de forma frecuente sus escritos en diversos diarios y revistas germanoparlantes, el 24 de enero de 1929 Walser sufre ataques de alucinaciones e intenta suicidarse, lo que aunado a un historial nada favorable de enfermedades mentales en su familia, llevan a su hermana a internarlo en el sanatorio psiquiátrico de Waldau (Berna). Desde entonces abandona la escritura. Meses después, cuando los médicos le ofrecen la posibilidad de marcharse, Walser se niega. Cuatro años más tarde es trasladado en contra de su voluntad al sanatorio de Herisau, en el cantón de Appenzell, donde fallecerá el día de Navidad de 1956. Según el dictamen médico, fue víctima de un ataque cardiaco mientras realizaba un paseo por los alrededores del psiquiátrico, donde era considerado por todos como una persona enferma, pero sabia.

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