sábado. 20.04.2024
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Tachas 471 • Cálculos renales, de Amaury Salvador • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva
Cálculos renales, portada del libro
Cálculos renales, portada del libro
Tachas 471 • Cálculos renales, de Amaury Salvador • Jaime Panqueva


Algunos lo hemos sentido: primero esa falsa alarma que te conmina al mingitorio; al caminar, esa sensación de cable suelto, allí, en la parte baja del lomo. Quizá algún día te levante el dolor punzante y atroz, los cristales se han apoderado de las pirámides renales o formaciones macizas amenazan con taponar los conductos. No hay consuelo en el cambio de postura, en el masaje local o en el tradicional paracetamol; el estilete sigue encarnado y convoca al sudor frío que perla sienes y espalda. El dolor producido por la litiasis ocupa los primeros lugares del nefasto ranking del sufrimiento, y quizá por ello, Amaury Salvador, el invitado de este fin de semana, lo emparenta con el acto de parir poemas.

Cálculos renales, primer libro en solitario de este escritor leonés, hace parte de la colección de poemarios editados hace unos meses por Ediciones La Rana como fruto del Seminario para las Letras Guanajuatenses. Poesía íntima, confesional, escrita por un joven abogado que transita a lo largo de su libro de poemas breves a textos más densos y dolorosos. Veamos una muestra:

Qué se yo

De la verdad y sus discursos.
Qué sé
de moral y su opresión,
si nací de una loba,
me mancho de vino las corbatas
y amo en las plazas públicas.
Qué voy a saber
de la muerte
si esto es la vida.
A mí déjenme la noche.

Cuando me preguntan para qué leo tantos libros,

con qué fin me aficiono a las novelas
y me desgarro con ficciones,
respondo que quiero devorar historias
como monstruo antropófago
que desguaza hombres por la cabeza
para después arrojar sus restos
a los escombros.

Cuervos

Encuentro en cada gesto
una señal, un motivo de alarma.
El mundo es una atalaya viviente
y el oxígeno que se respira tiene rémoras de pólvora.
Hay toque de queda.
Las pesquisas son a domicilio
y las calles se atestan de uniformados.
El cielo se pinta verde olivo:
se acabó el juego para los niños.
Hay ojos que espían en cada esquina,
oídos para cada declaración de amor:
la intimidad es cosa pretérita.
Hoy las mortajas cubren los cadáveres
sobre el pavimento;
hoy dicta el tribunal despidadado de las balas
y la muerte al contado.
Hoy las cabezas decapitadas
ruedan las urbes
como brotes amargos de la tierra;
los miembros preguntan por sus cuerpos.

La tortura está a una llamada.

Hay dianas,
hay disciplina asquerosamente militar.
Hay ojos saltados,
lenguas tajadas.
Hay leyes encumbradas por cerdos
que pretenden regatearnos el aire.

Cuando uno no tiene nada mejor que hacer
se alista como mercenario.

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