miércoles. 24.04.2024
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GUÍA DE LECTURA 458

Guía de Lectura • Carmen, de Prosper Merimeé • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

Carmen, de Prosper Merimeé
Carmen, de Prosper Merimeé
Guía de Lectura • Carmen, de Prosper Merimeé • Jaime Panqueva

Quizá la mayor parte de los lectores conozca al mítico personaje andaluz de Carmen bajo el apellido del músico Georges Bizet. Sin embargo, quien la trajo al mundo fue otro francés, apasionado por España, Prosper Merimeé. Eclipsada por la fama internacional casi instantánea de la ópera, estrenada en 1875, cinco años después de la muerte de Merimeé, la primera Carmen, publicada en 1847, recibió una tratamiento previo para la escena de la mano de dos grandes libretistas de la época, Ludovic Halévy y Henri Meilhac, quienes entre muchas otras artes, condensaron la trama, agregaron personajes como Micaela y Escamillo, y aderezaron las acciones para que Bizet pudiera incluir números musicales de apariencia exótica, pero espectaculares y muy acordes a los gustos del Hexágono. 

Celebro que la Carmen original sea objeto de reediciones, en especial la realizada por Edelvives con ilustraciones de Benjamin Lacombe y traducción de Mauro Armiño, que bien ha sabido respetar el texto primigenio sin mutilar términos u opiniones que a la luz de nuestras actuales convenciones sociales pasan como misóginos o racistas. El sólo epígrafe escogido por Merimeé y atribuido al poeta alejandrino Páladas, citado en griego original, “La mujer es hiel, pero tiene dos buenos momentos: uno en el lecho, el otro en la muerte”, es perfecto para una bizantina discusión sobre violencia de género. La edición de Edelvives, bien provista de explicaciones contextuales, incluye una de las cuatro cartas de España publicadas en Francia hacia 1831, mientras el autor pasaba una larga estancia allende los Pirineos, donde se esboza el personaje germinal de don José. 

Si algo hay que destacar de la prosa de Merimeé es su agilidad y elegancia, su afán por “no cansar con una descripción demasiado prolija”, para alejarse del estilo balzaquiano de su época y acercarse más a Stendhal. Distribuida en cuatros dispares capítulos, será el tercero, el recuento que José Lizarrabengoa hará de su vida con Carmen, donde los libretistas de Bizet encontrarán el material óptimo para construir la ópera. El cuarto episodio, en la edición de Edelvives, se presenta con una nota preliminar por reflejar “la opinión personal de Merimeé”, donde lejos de presentar una España exótica y edulcorada, busca hacer un estudio etnográfico sobre la vida de los gitanos de 1830, con todos los prejuicios raciales de entonces: “La suciedad de ambos sexos es increíble, y quien no haya visto el pelo de una matrona gitana difícilmente podrá hacerse a una idea, ni siquiera imaginando las crines más bastas, más grasientas y más llenas de polvo.” 

Muy lejos de quitar frases o términos ofensivos, en aras de la corrección política, como sucede en nuevas ediciones de novelas como Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry FinnCarmen de Merimeé permite acercarse a la mentalidad de otra época a través de un drama que a través de la narrativa y la música han dejado una impronta universal.

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