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GUÍA DE LECTURA 463

Guía de lectura • El alimento de los dioses, de HG Wells • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

El alimento de los dioses, de HG Wells
El alimento de los dioses, de HG Wells
Guía de lectura • El alimento de los dioses, de HG Wells • Jaime Panqueva

A los 32 años, Herbert George Wells había escrito cuatro clásicos fundamentales de la literatura de ciencia ficción: La máquina del tiempo (1895), La isla del doctor Moreau (1896), El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos(1898). En ellos, además de presentar inventos inverosímiles, que con décadas de investigación y desarrollo tecnológico se han vuelto cada vez más viables, proyectó una crítica profunda a la sociedad victoriana en la cual había sido criado. 

Esta constante reflexión sobre la sociedad de su momento se condensó en un título posterior, Anticipaciones, publicado en 1901, donde especula sobre posibles desarrollos en las décadas por venir. Ese mismo año publicaría la novela Los primeros hombres en la luna, y pocos después La guerra en el aire (1907), donde pronosticaría los futuros enfrentamientos de aviación en las guerras mundiales posteriores. Pero regresemos a Anticipaciones, pues sus comentarios sobre el progreso en la fabricación de alimentos sería el germen de una novela posterior, El alimento de los dioses y cómo vino a la tierra (1904), donde imagina el desarrollo de una sustancia que ocasiona un crecimiento prodigioso a cualquier organismo que la consuma. Wells imagina un siglo XIX inicialmente azotado por alimañas de tamaños monstruosos; gallinas, avispas y ratas, alimentados de forma accidental por el compuesto. Pero luego, gracias a la visión o falta de escrúpulos de los investigadores implicados, niños son alimentados con la Heracleoforbia IV que los lleva a alcanzar tallas descomunales y dar inicio a una nueva especie superdotada. La guerra entre gigantes de quince metros de altura contra la humanidad pigmea es inevitable y su final se plantea bajo una sola alternativa: todos deben crecer consumiendo el alimento. 

Si bien la novela ha sido llevada un par de veces a la pantalla grande, también fue germen del cine de los 50 y 60 que se regodeó en presentar animales sobrealimentados como tarántulas, hormigas y otras alimañas como potenciales amenazas de una humanidad feliz dormida sobre sus laureles. Recuerdo particularmente la versión cinematográfica más extensa, producida en 1976, que me causó pesadillas de niño. 

La clarividencia de Wells se hace más patente si traemos su mensaje a nuestros días, cuando la brecha que puede separar a la humanidad entre humanos genéticamente “mejorados” o tecnológicamente intervenidos (ciborgs vía implantes  o accesorios de realidad aumentada) y aquellos que mantienen su estatura natural, está más vigente que nunca y promete agrandarse en los próximos años. 

A más de un siglo de su publicación, el discurso final de uno de los gigantes es digno de ser cuestionado una y otra vez: “No luchamos por nosotros mismos, sino por el crecimiento… por el crecimiento que prosigue y proseguirá eternamente. Mañana, tanto si nos toca vivir como si nos toca morir, el crecimiento lo conquistará todo. Esta es la ley del espíritu para siempre jamás.” 

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