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Futbol moderno o el negocio “lícito” de unos cuántos

Pablo E. Montes Palomares

Futbol moderno o el negocio “lícito” de unos cuántos

El Fútbol, abrazado por el mercado, crecerá como negocio.
Sin embargo, un solo niño que corra tras un balón
lo devolverá a su apasionante punto de partida.

Jorge Valdano

En la actualidad, la práctica del futbol de élites genera en los futbolistas no sólo notoriedad deportiva, sino también fama y fortuna. En cuanto comienzan a destacar, los jugadores profesionales inciden también en ámbitos como la moda o el glamur, llegando incluso a la extravagancia o la banalidad. La caída a veces es fuerte; así como son elevados a la gloria en un instante, pueden ser olvidados con la misma rapidez sin poder hacer nada, ya que no son dueños de sus destinos.

El siglo XIX nos regaló el surgimiento del rugby y del football, ambos deportes mantenidos durante algunos años en el más estricto amateurismo. Se pensaba que quienes gustaran de estos pasatiempos debían tener la posibilidad de solventarlos por medios propios, aun así el creciente nivel de competencia generó que algunos equipos contrataran en secreto a jugadores, principalmente de la clase trabajadora, les pagaran un sueldo y fingían trabajar en algún taller o fábrica, cuando en realidad entrenaban durante gran parte del día para los enfrentamientos del fin de semana.

De esta manera se comenzó a difuminar la idea del amateurismo y se propagó la de los jugadores profesionales. En cuanto al futbol, se considera a Fergus Suster como el primer jugador profesional de toda la historia. Fue un minero de origen escocés, que cuando el Darwen F.C. se vio atraído por su estilo de juego, le ofreció un contrato y una jugosa paga mensual para que migrara hacia Inglaterra, equipo en el que militó por algunas temporadas, para después pertenecer al Blackburn, una vez que le mejoraron la oferta. 

Así, con la transacción de Suster entre diferentes equipos se comenzó con la práctica de vender jugadores, que permanece hasta nuestros días. Una de las primeras negociaciones que alcanzó cifras estratosféricas para la época se llevó a cabo en 1901, cuando el Sunderland cedió a Alfred Common al Sheffield United por 325 libras esterlinas. Después Common sería recuperado por el Sunderlan por casi el doble de la cantidad que recibieron, sólo para traspasarlo al Middlesborough por la cantidad de 1,000 libras esterlinas.

De esta manera nos damos cuenta de cómo inició el mercado de futbolistas, que gradualmente ha ido convirtiendo a la idea del futbol en un negocio redondo. Al principio se buscaba obtener ingresos sólo para solventar los gastos básicos de los clubes, pero con el tiempo los dirigentes se dieron cuenta de lo redituable que era el hacer todo un negocio del balompié, a veces incluso superponiendo lo mercantil sobre lo deportivo, trastocando a elementos considerados sagrados en los ámbitos futbolísticos, como lo es la afición.

La mercantilización del futbol tiene sus orígenes más álgidos con la aparición de un hombre en la dirigencia de la FIFA. Joao Havelange es a quien se le debe la difusión masiva del futbol alrededor del mundo; su astucia lo llevo a establecer alianzas estratégicas con grandes compañías y a crear monopolios con la venta de derechos de los productos oficiales de las competencias mundiales. La empresa ISL Marketing poseía, por lo menos hasta hace muy poco, los derechos exclusivos de todo lo que tuviera que ver con la FIFA. Más tarde Joseph Blatter heredó el reinado de Havelange, y con ello se perpetuó lo que se puede considerar actualmente como el más grande y exitoso negocio: el futbol.

Ahora se sabe que antes de que la empresa ISL Marketings quebrara en el 2001, Joao Havelange y su yerno Ricardo Texeira, que fungió hasta 2012 como presidente de la Confederación Brasileña de Futbol, recibieron cantidades exageradas de dinero como soborno para conceder derechos de patrocinio y transmisión televisiva a diferentes empresas. Tan sólo en el año 1997 se tiene registro de que ingresaron a las cuentas bancarias de Havelange 1.5 millones de francos suizos, que para ese entonces equivalían a unos 22.5 millones de dólares.

El futbol como negocio ha hecho de la FIFA una empresa mundial que guarda con celos exacerbados las cifras reales de sus ganancias. La década de los noventa registró los mundiales de Italia 90, EUA 94 y Francia 98, de los que se sabe, obtuvo cantidades que oscilaban cerca de los 225 millones de dólares. Aunque también se ha dicho que esa cifra es efímeramente incorrecta y que puede alcanzar límites inimaginables para cualquiera que intente investigarlo. Y cómo no, si tan sólo entre transmisiones televisivas, patrocinadores oficiales y venta de artículos, se puede rebasar por dos o tres veces esa cantidad si se hace un cálculo sencillo, entre lo que se les pagaba a los dirigentes y las ganancias obtenidas después del certamen, que obviamente deberían ser mayores.

El enriquecimiento ilícito del futbol negocio ha terminado por abaratar la dignidad humana de este deporte. El jugador de futbol es ahora un esclavo de la FIFA, del Club, de la dinámica capitalista y de sus propias ambiciones. Los jugadores se venden como mercancía al mejor postor sin importar la rivalidad entre los equipos. Hoy se puede portar la camiseta de uno y mañana la de su más acérrimo rival, tan sólo por el hecho de que le mejoraron la oferta.

A decir de Eduardo Galeano: El fútbol profesional practica la dictadura. Los jugadores no pueden decir ni pío en el despótico señorío de los dueños de la pelota, que desde su castillo de la FIFA reinan y roban. El poder absoluto se justifica por la costumbre: así es porque así debe ser, y así debe ser porque así es. Los futbolistas pasan a ser propiedad de quienes los manejan, ellos no pueden resolver su destino o futuro, les regresan la capacidad de decidir ya casi cuando están al punto del retiro, cuando ya han sido explotados y extrajeron todas las ganancias posibles. Es cuando el jugador decide regresar a su club de origen, creyendo que ha tenido una carrera exitosa, cuando en realidad los poseedores de la verdadera riqueza han sido directivos de clubes y promotores.

Lo deportivo ha dejado de ser prioridad para la FIFA y sus respectivas federaciones. Lo confirman diferentes hechos que podemos enumerar, pero nos limitaremos a mencionar sólo un par. Durante el mundial de México 86 existieron reclamos de jugadores, principalmente europeos, debido a los horarios de los partidos que habían sido programados al medio día, momento en el que el sol se encuentra es su cénit; dicha situación generaría un mayor desgaste en los futbolistas, e incluso problemas de hidratación que podrían acarrear problemas más serios de salud.

Pero poco importó la integridad física de los futbolistas; fue más fuerte la ambición de Havelange y Guillermo Cañedo, quien era vicepresidente de Televisa, por transmitir los partidos mundialmente en un horario que favoreciera a los países europeos, medio día de México y anochecer de Europa. Al final, las mayores ganancias económicas de esa justa mundialista serían producidas por dichas transmisiones, a la vez que es considerado el primer mundial que contó con difusión televisiva a nivel mundial.

Desde que se anunció la sede del mundial 2022 se generó un revuelo de descontento. Las altas temperaturas del pequeño emirato han obligado a que las fechas tentativas para llevar a cabo el torneo sean entre noviembre y diciembre, lo que provocaría que casi todas las ligas mundiales de clubes modifiquen sus calendarios de actividades. Tradicionalmente el torneo de la copa del mundo se desarrolla en la época de verano y a partir de este parámetro las federaciones mundiales calendarizan sus respectivos torneos. Pero si la idea es priorizar el aspecto económico sobre el deportivo, claro que no hay imposibles: es más importante cumplir el capricho de los jeques de tener su propio mundial, que velar la integridad física de los futbolistas.

Este hermoso espectáculo, que llega a ser una fiesta de pasiones, es también un sucio negocio que beneficia a unos cuantos. Pocas actividades comerciales lícitas o ilícitas muevan fortunas tan inmensas en los cuatro puntos cardinales. La FIFA ha convertido en mercancía a todo lo que se relacione con el futbol; un buen jugador es un valioso artículo que se cotiza, se compra, se vende o se presta según la ley del mercado y la voluntad de sus poseedores.

El futbol como industria ha beneficiado a la televisión, que lo ha convertido en el más lucrativo espectáculo de masas. Se nos ha impuesto un modelo único que borra los perfiles propios de lo que conocemos como deporte. Por ejemplo, en lugar de honrar a las glorias futbolísticas de antaño poniendo sus nombres a los estadios, se acostumbra bautizarlos con los nombres de marcas comerciales.

Mientras continuemos teniendo estos conceptos dentro del mundo del futbol, seguiremos viendo desaparecer equipos míticos por los malos manejos de empresarios, y se seguirán prohibiendo las pancartas, las banderas y los grupos de animación que proporcionan un ambiente único en las tribunas. Por fortuna ya existe un movimiento mundial que se ha enfocado en revertir estos efectos y al parecer las cosas terminaran volviendo al origen, como cuando el jugador se enamoraba de la camiseta o el aficionado tomaba parte de las decisiones de su club, e incluso cuando era impensable el cambiar detalles del escudo o los colores del club.

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Fuentes:

http://www.urgente24.com/201815-%C2%BFse-acuerda-de-isl-fifa-reconoce-un-poco-tarde-casos-de-soborno

http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/viewFile/43076/43668

http://www.bsolot.info/wp-content/uploads/2011/02/Galeano_Eduardo-El_futbol_a_sol_y_sombra.pdf