Es lo Cotidiano

De la abuelitud y sus circunstancias

Yara Ortega

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Fuerza de un hoyo negro. Crédito: NASA/ESA.
De la abuelitud y sus circunstancias

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Tengo el amor más puro del mundo.

No tengo sino la responsabilidad de gozar el momento. No tengo tiempo para la religiosidad, pero sí para espiritualizar mi gratitud. El azar no existe, las coincidencias tampoco. Pero si no hay nadie indispensable, sí existe la gente necesaria para ser feliz.

Tenerte, el secreto para gozar buena salud y a la vez ir creando un mundo mejor. No hay tiempo perfecto, el momento es ahora. Éste es el minuto preciso para vencer los temores, superar los traumas, dejar atrás el abandono y empezar a abandonar los malos hábitos y las malas compañías.

No tengo la certeza de ser longeva. Ni quiero. Sólo busco aprovechar los momentos que compartimos escuchando a Beethoven, a Bach, a Cricrí, valses mexicanos del siglo XIX, trova y huapango. Bailar danzón y pasodoble. Estremecernos de placer por ver nacer un polluelo, nadar un tiburón, estallar la pirotecnia. Probar nuevos sabores, no prolongar hasta después de comer la delicia de una galleta o un helado.

Estrenar unas sandalias de plástico, una corona de princesa… un collar de flores, un tutú sobre mezclilla. Coleccionar moños, perfumes, jabones, cobertores y muñecos de peluche. Admirar perros y gatos. Contemplar la luna. Aullarle a media calle. Una siesta a media tarde, mirar un bicho, cosechar rosas y cultivar gardenias y granduques. Ver azucenas, contemplar alacranes. Sentir el sol para buscar la sombra. Cantar las nanas con que en los 30 arrullaban a mi madre, las mismas que se usaban a finales del siglo antepasado.

Somos los puentes entre el pasado y lo por venir. Vamos construyendo los ladrillos de la memoria con la arena de los ancestros, amasando con lágrimas de un presente recién ido. En La Casa de Piedra y Flores no hay problemas, sólo retos y soluciones en espera; detrás de la puerta de la recámara, que compartida, se convierte en el ataúd de las penas. Una ducha en la regadera, un baño de marajás en el lavadero…

Sólo es el momento de hoy, el ahora… ayer ha caído un héroe más, y quizá a pocos fuera de tu familia paterna les importe. Abatido por las balas de la inseguridad, emboscado por aquéllos que persisten en su ideal de un México bajo el control del más bruto. Emboscado por la cobardía de la avaricia y el poder del miedo. Para nosotros, en el imaginario colectivo de nuestro clan, nace un prócer con la convicción de que el ejército es una institución que hace falta en Tartufópolis, que la policía nos cuida, y la Fuerza Ciudadana bajo el Mando Unificado o las Defensas Ciudadanas en el marco de la legalidad son una respuesta viable a los interrogantes que la gente en el poder van planteando en su escalada de ambiciones personales.

La paz es posible si tu cabeza reposa en mi hombro, si tu respiración acompasa la mía. Si tu sonrisa me calma. Mirar nuestras fotografías, donde me descubres dos años más joven y yo te hallo dos años más inocente. Aquéllas en que identificas a quienes te amamos y para los que significas un giro total de nuestras vidas. El amor puro y desinteresado, sin rencores por las palabras fuertes que te van formando un carácter. Sin resentimientos por la corrección que por ser oportuna será efectiva. Tocas en el cancel con el ansia de mis brazos mientras corro por tus besos, que sanan el alma.

Nieta y dieta. La solución a todo dolor y toda enfermedad.

¿Sabrás esta noche cuánto te amo?