Es lo Cotidiano

DIARIO DE UNA MILLENNIAL MUSICÓMANA Y NOSTÁLGICA

El mapa

Daniela Aguilar

Edie Sedgwick y Andy Warhol
Edie Sedgwick y Andy Warhol

Estuvo durante meses bajo esa carpeta, acumulando polvo. La guardé, estoy segura, cuando tenía las ideas firmes, los objetivos claros y la mente (retorcida) productiva. Segura, además, de que no podía perderme, pero si lo hacía podía volver ahí, a ella, y recuperar el rumbo, hacerme uno nuevo. Durante este tiempo se cambió del cajón a la mesita de noche, de la mesita al escritorio, del escritorio a la caja. Se cambió incluso de casa, con muchas otras cosas ligeras y pesadas, y acabó ahí en esa esquina.

Pero siempre toca llegar. Desempolvar, en este caso. Sacar para depurar. Y entre libretas invadidas de fórmulas, libros llenos de teoría y tablas de elementos llegué a ese último espacio. Saqué esa bolsa casi con miedo. Le saqué el polvo. No podía recordar bien qué había ahí, pero debía ser importante: yo nunca meto nada a bolsas. ¿Conservarlas?, menos.

Comencé a hacer memoria. En un momento de asegurarme un futuro (o tal vez de evitarme alguno) uno o dos años atrás armé un kit de supervivencia: una serie de recortes, de letras de canciones, de hojas impresas con chicas con raros peinados nuevos y portadas de discos en blanco y negro.

Dentro de la bolsa también encontré un recibo de compra de unos discos de Bob Dylan, un dibujo horrible de lo que imaginé trataba una canción de Babyshambles, montones de pequeñas Edie Sedgwicks recortadas en diferentes posiciones, con distintos vestidos y looks, una impresión de la portada de un disco de Little Richard, una hoja blanca con un hombre con cabeza de fresa (seguro escuché a Los Fresones Rebeldes) y ¡una hoja con la letra de una canción de Rihanna!

Es, ahora entiendo, una cápsula del tiempo, un mapa sobre mi vida aquel entonces. Hoy, claro, sería diferente. ¿Todavía quiero casarme con Pete Doherty? No, mejor con Jarvis Cocker. Ese look de Edie ya no lo usaría, aunque con este nuevo corte aquel vestido no me quedaría mal (¡ojalá fuese más alta!) Creo que la letra de Rihanna estaba ahí porque el estribillo rima con mi nombre y mis amigos me la cantaban. Y a todo esto, parece que han pasado diez años.

Pero apenas hace unos meses que llegué aquí.

El paisaje casi nunca se modifica, por lo que mi mapa aún me da pistas certeras. Con todo y la volubilidad de los tiempos, lo que importa se queda. O eso quiero creer.

Hay canciones que escucho un día y se quedan semanas hasta que puedo casi cantarlas, hay otras que escucho meses y sólo me conquistan un día; algunas que funcionan más como un antojo y la lista es interminable: la de cantar, la de bailar, la del vídeo cool, la de la banda guapa, la de los pantalones ajustados, la de la corbata, la del peinado, la del sonido ese que no identifico, pero que me encanta…

Me haré otro mapa, otra cápsula de tiempo. Ahora habrá otras caras, otras letras, la portada del Odessey and Oracle y del No Dice, otras Edie Sedgwicks (que seguiré envidiando en el futuro), nuevos recortes, nuevas palabras…

Mapas.

Cambian los héroes, pero no el hecho de tenerlos. Cambian las canciones, pero se quedan como referencia de momentos de vida. Los trazos de un mapa se quedan. Y aunque sonidos y sensaciones van y vienen, hay puntos fijos que, sospecho, van a servirme como anclas en algún momento. Temprano o tarde, no sé.

***
Daniela Aguilar
(León, Guanajuato, 2001) es estudiante, escritora en ciernes y entusiasta de los discos. La música pop transformó su vida. Siente una extraña nostalgia por épocas que no vivió, pero ama con intensidad su era de las redes sociales y la inmediatez.

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