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Una última tocada: rock chicano en el Tiberio’s 1972

Beto Cronopio

Una última tocada: rock chicano en el Tiberio’s 1972

En la Semana Santa de 1972 el Rock Chicano brilló por última vez en el Tiberio’s de Acapulco.

Fachada

Tiberio’s Discotheque fue una disco propiedad de Alfredo Elías Calles, nieto del expresidente de México. Se inauguró en 1967. Estaba ubicada en la Costera Miguel Alemán y se equipó con el mejor equipo de audio, video e iluminación de esa época. El montaje estuvo a cargo del Ing. Cota y tenía un aforo de trescientas personas. Fue de los primeros lugares que no pidieron un código de vestir a los músicos, cuando lo usual era exigir saco y corbata, por lo que los grupos iban con su outfit hippie que incluía el pelo largo.

Alfredo Elías Calles

En enero de 1969 Alfredo compró los derechos para México de la ópera rock Hair y la montó en Acapulco. Para ello, contrató músicos y bailarines; a algunos los trajo de Estados Unidos. Fue puesta en escena en un teatro de Acapulco con un aforo para 500 personas, pero a pesar de contar con los contratos, permisos y toda la documentación en regla, sólo le dejaron dar la función de estreno: el gobierno le quitó los permisos, encerró o deportó  a los músicos y, como empresario, lo persiguió. Alfredo fue obligado a traspasar el Tiberio’s, comprándoselo el Sr. Alfonso Valverde.

Alfonso Valverde

Después del Avandarazo (alud de críticas en la prensa, sindicatos, políticos, clero y hasta académicos en contra del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro) se negaron permisos para efectuar conciertos, tardeadas y presentaciones en la Ciudad de México. Sólo los hermanos Cohen lograron presentar un espectáculo que incluía a Peace and Love, Horacio Reni y a Javier Bátiz en el Palacio de Bellas Artes, nuestro máximo recinto cultural,  el 4 de diciembre de 1971.

A finales de ese año, el músico Jesús “Vilo” Quezadas –quien en ese entonces tocaba en el grupo Búffalo en el Tiberio’s–  le avisa a Armando Molina (quien junto con Waldo Tena tenía la agencia de representación de artistas Arte Producciones) que están buscando bandas para presentarse en el lugar. Armando se traslada al puerto y logra contratar a sus representados; incluso fija su residencia en Acapulco. Un colaborador cercano fue Javier “el Gato” Huesca, el técnico –o roadie– encargado de montar el instrumental en el escenario; recordemos que él también había sido el responsable del escenario en el Festival de Rock y Ruedas en Avándaro.  

Para la ocasión, Armando también recurrió a Beto Fink, uno de los más importantes diseñadores de la época (aunque poco conocido), quien diseñó el póster conmemorativo, uno de los más grandes de la época… ¡y que medía más de un metro de altura en su versión original! Por cierto, en los años 90 a alguien se le ocurrió sacar réplicas y venderlas como originales, pero eran de menor tamaño.

Así, el 30 de enero de 1972 inician las presentaciones en Acapulco. Para causar mayor impacto el primer grupo en tocar fue El Ritual, con tres presentaciones diarias. También ahí presentan por segunda y última vez su ópera rock  llamada La Tierra De Que Te Hablé (la primera en la historia del rock mexicano); para darle mayor solemnidad adornaron con veladoras todo el lugar y además fue una sorpresa, pues no avisaron con anterioridad.  La obra consta de cuatro movimientos pero a la fecha sólo se tiene registro en audio de los dos primeros.

El siguiente grupo en presentarse para el mes de marzo fue el Three Souls in My Mind, aunque ante una mala respuesta del público, Armando los tuvo que regresar a las dos semanas, y mandó de inmediato a Peace and Love.

La Semana Santa es una fecha en que el puerto se llena de turistas, por lo que todos los grupos fueron a tocar. Se organizaron tardeadas de tres de la tarde a ocho de la noche. A esa hora se sacaba a la gente, se limpiaba el lugar y se volvía  a abrir a las nueve de la noche, y volvía a cerrar a las cuatro de la mañana.

La mecánica de operar los cambios entre grupos era maravillosa: había un pequeño lapso de escasos segundos para los cambios de músicos, por lo que la banda que salía se iba con una rola prendidísima, para que la banda que empezaba arrancara con la misma rola o con una de sus más intensas. Era común ver a los músicos al lado del que estaba tocando para que, de inmediato, le pasaran las batacas, las guitarras y el bajo, y así no parar el ambiente.

Los músicos que tenían shows en otros lugares, llegaban en la madrugada al Tiberio’s y se armaban unos “palomazos” increíbles. Se veía tocando juntos a músicos de jazz, artistas del momento y rockeros. Lamentablemente por problemas de pago a Producciones Arte, Armando Molina decidió regresar a Ciudad de México, dando por terminadas las presentaciones.

El “rock chicano” tuvo una despedida magnífica en el bello puerto, un escenario espectacular donde el movimiento contracultural “ondero / xipiteca” lentamente se estaba apagando, pero que alcanzó a brillar con intensidad por última ocasión en Tiberio’s Discoteque.

En ocasiones me preguntan si me gustaría viajar en el tiempo para asistir al Festival de Rock y Ruedas en Avándaro. Contesto que desde luego, pero aclaro que también –¿por qué no?– me gustaría asistir a Acapulco durante la Semana Santa de 1972.

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Beto Cronopio
(Cd. de México). 46 años. Fan de The Beatles y del rock mexicano de los años 70, incluyendo el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro. Ávido lector de dichos temas.

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