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The InCrowd y otras canciones perdidas

Esteban Cisneros

The InCrowd y otras canciones perdidas

He aprendido a respetar a la música como a una fuerza de la naturaleza, a base de experiencia. Una canción puede ejercer un poder gigantesco sobre la más fuerte de las psiques. Están los que se obsesionan con una tonada, sin conocer siquiera el título del tema, ni el intérprete. Nick Hornby los describe muy bien en el capítulo ocho de su Alta fidelidad: "A veces algo banal y obvio es responsable de la distracción: la escucharon en la radio o en un club. Pero a veces ha llegado como por arte de magia". Sin poder explicar por qué, a veces hay una melodía desquiciándonos, dejándonos sin poder hacer nuestro trabajo de día ni medianamente bien. Y hay que atender ese dolor como se atiende el de hambre o el inicio de una jaqueca. Si no, no se puede vivir. Vivir.

Las obsesiones no deben banalizarse.

Hace unos años me dio una extraña fiebre y comencé a escuchar un montón de sunshine pop, psicodelia sixties californiana y surf tontín. Tengo amigos que consideran todo este periodo un largo fin de semana perdido en el que yo no era yo; otros, sin embargo, extrañan a ese Esteban melifluo y optimista en el que me convertí por varios meses. No sé por qué sucedió, pero fue divertido, muy creativo, y a la fecha regreso a esos discos rogernicholianos con gusto cuando la ocasión lo amerita.

Inevitablemente terminé escuchando La Casa Azul, en su periodo Tan simple como el amor, que tenía poco tiempo de haber salido. El proyecto de Guille Milkyway, esa anomalía barcelonesa, aún se disfrazaba de sonriente grupo bubblegum y me caía simpática la broma. Me gustaba, además de todo el color, las docenas de referencias cruzadas en sus letras y su falta de prejuicios, tan pop, en la búsqueda de algo original y lleno de alma.

La primera canción del disco En noches como la de hoy comienza con un verso que derrama ingenuidad: “En noches como la de hoy vuelvo a brillar/ Cuando en el club suena ese hit de Los InCrowd/ La gente baila y no puede parar/ Todo vuelve a parecer genial”.

Me parecía poco probable que se refiriese a los InCrowd que hacían reggae, así que viví algunas semanas con la certeza de que de quien hablaba era de The InCrowd, ingleses, mods, célebres durante un mes en los años 60 porque los young soul rebels que les seguían gustaban de cambiar de banda emblema cada que iban a la barbería a arreglarse los peinados; con la vanidad que tenían, sucedía a menudo. Aunque, y esto me aterraba, siempre cabía la posibilidad de que fuesen otros InCrowd que yo no conocía. Considerando que la expresión "the in crowd", hecha famosa por Dobie Gray, se convirtió rápidamente en lugar común entre mods y swingers para designar que eran sectarios, exclusivos y con onda, todo era probable.

Entonces comenzó la obsesión enferma, aunque por un enigma. Con varias noches sin dormir encima y tantas cosas que arreglar en mi vida práctica, decidí tomar la ruta más directa para saberlo. No me pregunten cómo (era joven e imprudente), pero conseguí contactar vía electrónica a Guille Milkyway. Le saludé intentando ser cordial y no delatar mi ansiedad y fui al grano: ¿quiénes son los InCrowd a los que te refieres?

La respuesta hay que citarla textualmente: “Me refiero (a) un extraño grupo, del que creo que solamente se editó un single hacia el 69, que sacó (la disquera) Deram, titulado Where In The World, un hit espectacular”. ¡Por supuesto! Se trataba de una oscura agrupación que podríamos clasificar como northern soul tardío, sin LP’s editados, claro. Es decir, sólo podía encontrarse en 7 pulgadas, usado, en algún oscuro bazar, a un precio exagerado…

¿Dónde en el mundo?

El siguiente paso era conseguir la canción y una descarga no iba a bastar. Tampoco era como si pudiese teclear en Soulseek y encontrarla. Una primera búsqueda frenética por la red resultó estéril. Mi amigo U se puso también a buscar por su cuenta, en una misión que aún hoy le agradezco (le debo muchas). Al fin, tras tres semanas, llegó el resultado esperado. Un comerciante de vinilos en el Reino Unido había dado con él y vendía una copia. Y pedía una cantidad que yo, aún, no había pagado por un pedazo redondo de plástico negro. ¿Valdría la pena?

Confieso que lo pensé dos y tres veces, pero accedí. Where In The World resultó una decisión muy sabia. Milkyway ya la había descrito en su respuesta como “(…) una canción magnífica y emocionantísima con un estribillo redondo” y tuve que darle la razón, aunque también admitir que se había quedado bastante corto en su descripción. El lado B no estaba en absoluto rezagado en calidad. Aún hoy es de mis discos más valorados.

Una recopilación en LP que Deram editó en 1972 contenía otras dos canciones de los InCrowd. Se llama The World of Soul Power y también incluye tracks de las Flirtations y Clyde McPhatter que tuve que conseguir también, importándola.

Me gusta contar esta historia no sólo para probar mi punto de la locura por una canción, sino también para hacer ver a todos esos insensatos que se deshicieron de sus tornamesas todo lo que se pueden perder. Un porcentaje relativamente pequeño de la música grabada a través de los años ha sido transferida a digital, pero de ninguna manera estamos completos. Por fortuna, otro majara ripeó el disco de los InCrowd y lo subió a la red.

Este es otro pensamiento que me atormenta y no me deja dormir. ¿Cuántos discos, cuántas grandes canciones, cuántos grupos permanecen hoy enterrados debajo de papeles en una bodega, de cajas en un bazar? ¿Cuántos himnos están enlatados, traspapelados entre los archivos viejos de un viejo agente o de un coleccionista que murió y cuya descendencia decidió que todos esos discos estorbaban? ¿Cuántas melodías terminaron en la basura? ¿Y por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

¿Dónde están todos esos discos? Algo hay que hacer por ellos.

C/S.

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Esteban Cisneros
(León, Guanajuato) es panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú. Está convencido de que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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