viernes. 19.04.2024
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ESTUVE AHÍ [NOVELA POR ENTREGAS, VII Y ÚLTIMO]

No corras

Giselle Ruiz

No es mi derrota
Es un poco de educación

Gabriela Bernal (JADE)

¿Es posible aplicar las indicaciones de emergencia en caso de sismo a cualquier situación de peligro?

  • No corras, no grites, no empujes.
  • Apaga cigarros o cualquier objeto que pueda causar un incendio.
  • Procura estar alejado de balcones, ventanas, lámparas, canceles etc. Y de lugares donde se pueda desprender algún objeto.
  • No uses elevadores ni escaleras.
  • Aléjate de ventanas, cables de luz y alta tensión.

Es posible. Sobre todo cuando una historia mal intencionada desde el primer momento gusta disfrazarse de amor.

Dejar a alguien implica aceptar las consecuencias de cada acto realizado en el pasado, en el presente, en el futuro. Dejar a alguien es dejarlos a todos de nueva cuenta.

Yo estaba dispuesta a asumir cualquier responsabilidad contraída en aquellas noches de borrachera innecesaria. Sabía que él no. Estaba segura de ello desde que supe que había plagiado una obra para ganar un premio de literatura minúsculo. Desde que descubrí que la razón de su llegada a esta ciudad perdida de la mano de Dios era realmente la cantidad de problemas penales que lo perseguían y no una oferta de trabajo como solía presumirlo.

Dejar a un hombre implica dejarlos a todos. Vengarte de uno también implica vengar a cualquiera.

Sabía perfectamente cómo llegar al restaurante.

Comimos más de lo que debíamos. Bebimos más de lo que comimos. Pagué con mi tarjeta. Algo en él debió recordarle a qué habíamos ido hasta ahí.

–No nos hemos despedido.

Recordé a Vilas: “Me gustaría estar muerto y enterrado en el cementerio, contando los días que faltasen para la resurrección de la carne”. Lo sabía de memoria.

Regresar al coche con él borracho fue más fácil de lo que esperaba. Nos montamos. Aceleré más allá del límite permitido en la ciudad. Conecté mi teléfono celular vía bluetooth al reproductor de música cuando ya habíamos salido.

Mi música lo fue arrullando.

Regresaríamos a la ciudad tan lejanos como siempre. Mientras él dormía yo pensaba en sus intenciones de usarme.

Me orillé un momento. Comenzaba a oscurecer. Con mi teléfono le tomé algunas fotografías. De su móvil antiguo copié el número de aquella chica con la que se acostaba últimamente.  Ese movimiento no lo entendía en lo más mínimo. Ella no contaba con poder o posibilidades de apoyarle en lo absoluto. Envíe las fotografías.

Querida I:

No deberías dejar salir a tu mascota sin efectivo. No deberías fiarte de un perro viejo. No deberías responder por él. Pedimos factura, llegará pronto a su domicilio.

Seguí por la carretera federal 45.

En la puerta de mi casa nos esperaba ya aquel terremoto. Ese hombre al que tantas veces mi copiloto despreció por llegar antes que él a mi vida.

Lo cierto es que una se olvida de los sucesos irrelevantes. Todo terremoto comienza con un movimiento casi imperceptible. Esto no era el preludio de un terremoto.

Él era ya un puño de tierra que carecía de agua.

A mí aún me esperaban las flores.

Estuve ahí y no hubo sacudida.

Se dice que durante el siglo XX  ocurrieron, en promedio, 15 terremotos por año con magnitud superior a 7 grados Richter.

Sin embargo, hay choques tan insignificantes que no es necesario incluirlos en la lista.

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