martes. 23.04.2024
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FUMADORES [XXXVII]

Aldi Rizal

José Luis Justes Amador

Puede resultar extraño ver a un niño de unos doce años, sostener las fotografías de un niño aún más pequeño, dos años, fumando sin el mayor reparo. Puede parecer más extraño aún que el niño de las fotografías y de la fotografía sean el mismo. Aldi Rizal. Como toda fotografía, buena o mala, accidental o preparada, hay una historia detrás y la historia de Rizal está directamente relacionada con el tabaco y el hábito compulsivo que provoca la nicotina.

Aldi Rizal, en una serie de fotografías y videos, que se hicieron virales en los últimos meses de 2010 y que, como ocurre en estos tiempos de difusión inmediata y olvido inmediato, cayeron pronto en el olvido, aparecía fumando. A esa serie pertenecen las fotografías que un Rizal más crecido sostiene en las manos. Las reacciones, como siempre, se polarizaron. Mientras que la mayoría de los espectadores lo encontraron gracioso (como los videos de caídas o de riesgos innecesarios), otros tronaron en cólera contra los padres, el sistema educativo y, en general, contra la ignorante pobreza. Sólo el gobierno indonesio, y más por motivos de imagen pública que por un interés verdadero en el niño, tomó cartas reales en el asunto. Buscó al niño en una aldea remota del país y le ofreció un tratamiento de rehabilitación para curar su hábito de fumar más de treinta (las fuentes no acaban de ponerse de acuerdo y van de los veinte a los cuarenta) cigarrillos al día.

Dos años después, Aldi (cuyo nombre había causado comentarios ignorantes de cibernautas que pensaban que su nombre venía de la cadena de supermercados homónima) había logrado dejar el hábito, aunque a cambio (y debe tener una explicación médica) cayó en una nueva adicción: la comida. En un solo día llegaba a consumir entre comidas, y para calmar su nuevo apetito, tres latas de leche condensada al día. Rizal comenzó a engordar y a los cinco años su peso superaba por bastante el que se espera de un niño de su edad. Mientras, y aprovechando el tirón mediático, el gobierno de Indonesia lanzaba una campaña para erradicar el consumo de cigarros baratísimos (sólo en occidente el tabaco tiene tantos impuestos) en los menores de las aldeas rurales.

Ese mismo gobierno indonesio se desentendió del nuevo problema de Aldi. La imagen viralizada de un niño fumando podía afectarle. Un gordo más o menos y sin viralizar no parecía importarle tanto. Fueron los padres, entonces, los que tuvieron que pagar al nutriólogo que tras dos años logró curar, a base de una dieta de frutas y verduras, a Aldi de su obesidad. Dos adicciones en menos de diez años, y de las dos salió.

Aldi Rizal, ahora delgado, ya sólo tiene de su más tierna infancia, que probablemente no recuerde, unas cuantas fotografías que no duda en enseñar. Y parece que le va bien en la escuela.

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