Podemos criticar, con absoluta razón, la dependencia completa de nuestra civilización de la ciencia y la tecnología. Nunca antes la humanidad había tenido tanto conocimiento en conjunto, pero jamás tanta ignorancia (si lo comparamos con la totalidad) en forma individual. Lo sabemos todo en grupo, e ignoramos de forma supina en singular. Harari lo explicaba mediante la pregunta al lector si sabe lo que es una cremallera, para luego preguntarle si puede explicar cómo funciona, y finalizar cuestionando si está en capacidad de producir alguna. Las respuestas son más que decepcionantes porque ni siquiera estamos hablando de organismos digitales como los teléfonos celulares o una computadora.

Otro ejemplo de nuestra dependencia e ignorancia que me gusta comentar es el de los automóviles actuales. De una década para acá, al levantar el cofre de un automóvil, algo cada vez más innecesario, distinguimos con dificultad las diferentes partes del motor. Si se carece de herramienta especializada, es aún más complicado desarmar su envoltura para llegar a sus partes esenciales. Al llevarlo a un taller, vemos que el primer paso del mecánico consiste en conectar un cable a la computadora de abordo para “diagnosticarlo”. Lejos quedaron los tiempos en que mi tío Víctor cargaba metros de alambre, unos alicates y desarmadores estándar en su carcachita, porque su deleite consistía en desvararla en el arcén cuando ésta fallaba en carretera.

Nos preguntamos en la redacción de Argonauta cómo podíamos abordar el tema de la ciencia y la tecnología en nuestra región sin caer en los tópicos tradicionales. Poco a poco encontramos la salida a través de las más diversas fuentes. Por una parte, la definición de su importancia en nuestra cultura, a través del investigador Dr. Edmundo Lozoya; y su difusión, con el equipo del Cinvestav que realiza las Beertalks en Irapuato, y que atrae a científicos de muy diversas disciplinas. También nos atrajo la visión biográfica, que presentamos a través de una colaboración especial del escritor Jorge Comensal sobre la trayectoria vital de la cactóloga mexicana Helia Bravo Hollis, y del cuento Lázaro del guanajuatense Víctor Hugo Pérez Nieto.

Buscamos también casos de desarrollos científicos en áreas muy poco conocidas, como el cultivo industrial de hongos para generar materiales de aplicaciones infinitas, como es el caso de PolyBion; o el uso de la biología molecular para la detección rápida y específica de enfermedades, ambos de empresas jóvenes afincadas en Irapuato. Además las colaboraciones de Sergio Larrea y Francisco Gallardo alrededor de la tecnología de alimentos de nuestras ancestros y la realidad de la inteligencia artificial, respectivamente.

Como artistas invitados contamos con las imágenes abstractas del maestro José Escalera Chagoyán en nuestro Portafolio, y las inquietantes fotos de Andrés Aguilera Patiño, que nos acercan a un mundo oculto tras las carcazas de aluminio de nuestros ordenadores para mostrar un paralelismo con nuestro pasado prehispánico. 

Aderezamos el coctel científico y tecnológico con poesía de Zyanya Mariana, Liliana Magdaleno, Sara Uribe y Abraham Ulises Torres Díaz, para cerrarlo con una reflexión sobre el impacto en nuestro terruño de la tan publicitada Industria 4.0, a cargo de la pluma joven de Diego Baltasar.

Estas y algunas sorpresas más las encontrarán en nuestra edición nro. 13 de Argonauta, revista cultural del Bajío que presentaremos el próximo 7 de noviembre, a las 7:00pm, en el Contenedor del Arte del nuevo centro comercial 3636 Gómez Morín de Irapuato. Invitamos a todos los que deseen llevarse un ejemplar impreso, escuchar música en vivo y departir en este maravilloso espacio. La entrada, al igual que la revista, es gratuita. Hasta entonces.

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