Es lo Cotidiano

FUMADORES [II]

Audrey Hepburn

José Luis Justes Amador

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Audrey Hepburn
Audrey Hepburn

No he logrado encontrar el autor de la fotografía, pero no es difícil saber de qué año es. Es, sin lugar, a dudas una instantánea tomada a la hermosísima Audrey Hepburn en 1958 o 1959, durante uno de los descansos entre rodaje de una escena y otra de la cinta de Fred Zinnemann “Historia de una monja”.  

Es raro ver a una monja fumar. Casi tan raro como ver a una monja con la belleza de Audrey. Ver a una monja con la belleza de Audrey fumar es, cuanto menos, cercano a lo imposible. O posible sólo en fotografías como ésta.

“Sólo seis cigarrillos al día o nunca serás hermosa”, fue lo que le dijo la madre de la Hepburn cuando, siendo ella todavía adolescente, la descubrió fumando. La actriz, que llegó a fumar durante algunas temporadas y sin importarle si llevaba todavía el hábito o no, sesenta cigarrillos al día, conservó su inexplicable hermosura hasta el fin de sus días.

Había aprendido a fumar como gesto de agradecimiento. “Su único vicio”, le dijo uno de sus amigos a un biógrafo, “venía de los cigarrillos que vio fumar a los soldados cuando liberaron su patria. Se hizo adicta de por vida a ellos”. Ella aún fue más clara. “La libertad tiene un olor especial para mí, el olor de la gasolina británica y de los cigarrillos británicos. Cuando corrí a darle la bienvenida a los soldados, inhalé los vapores de la gasolina como si fueran un perfume invaluable y les pedí un cigarrillo aunque me hizo atragantarme”. Desde aquellas primeras caladas robadas ya nunca más dejaría el hábito.

Aunque no supiéramos nada de las circunstancias de su primer cigarrillo o de los incumplidos consejos maternos a nosotros, cinéfilos irredentos, nos es imposible pensar en Audrey, encarnando a Holly Golightly, sin pensar en sus labios al final de una larguísima boquilla. Audrey, como Bogart, como el Eastwood de los western italianos, como Churchill o Wells, como el Indio Fernández o Chavela Vargas, son impensables sin un cigarrillo o puro entre sus labios.

Audrey, o mejor dicho, sus personajes, fumó mucho en sus películas. En “Vacaciones en Roma”, “Desayuno con diamantes”, “Cómo robar a un millonario”, “Charada” o “Dos en la carretera”, entre otras, se ve a Audrey fumando. Y en las cintas en las que su personaje no fumaba, “Historia de una monja” o “My Fair Lady”,  sus compañeros de rodaje comentaban siempre que prendía el cigarrillo en cuanto escuchaba la orden de “corten”.

Tal vez todo ello explique la oblicua mirada de Audrey que parece estar atenta, entre bocanada y bocanada, a lo que está ocurriendo en el set. Audrey parece estar esperando a que las labores de preparación, sean las que sean, se alarguen el tiempo suficiente como para que termine en paz su cigarrillo. O, tal vez, para fumar otro Kent o IRL o Golden Flakes, sus tres marcas favoritas.

Años después de la muerte de Audrey, la oficina postal alemana quiso homenajear con un sello a la actriz. Buscó el visto bueno de la familia, su hijo se opuso a que llegara a la circulación, y nunca llegó a emitirse. Sólo dio una razón para su decisión: Audrey, que en el sello sería homenajeada en su encarnación de Holly en “Desayuno”, aparecía fumando.

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