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GUÍA DE LECTURA

Sin blanca en París y Londres, de George Orwell

Jaime Panqueva
Sin blanca en París y Londres, de George Orwell

Eric Arthur Blair deseaba publicar su primer libro, donde hablaba de su vida como plongeur parisino y visitante asiduo de albergues de caridad londinenses, bajo otro nombre; uno que no comprometiera a su familia y ni su formación juvenil en el Colegio del Rey de Nuestra Señora de Eton, donde incluso había recibido clases de francés por parte del escritor Aldous Huxley.

Su primera opción fue P.S. Burton, empleado para registrarse en pensiones e instituciones religiosas de beneficencia. Sin embargo, tras barajar otros alias, decidió hacerlo bajo el pseudónimo de George Orwell, “a good round English name”, según comentaría luego. Publicado el 9 de enero de 1933, fue además el bautizo literario del nombre bajo el cual lo recordamos.

Down and Out in Paris and London, tuvo críticas favorables en Inglaterra que llamaron la atención de Harper & Brothers en Nueva York, editora de trabajos posteriores, y favorecieron una traducción al francés por parte de Gallimard dos años después. Si podemos quejarnos por la traducción del título al español como Sin blanca en París y Londres, el título escogido en francés es aún más extraño: La Vache Enragée (La vaca enfurecida). La versión que conseguí en español, de Penguin Random House, de 2015, goza de un extraordinario trabajo a cargo de Miguel Temprano García.

El libro reúne experiencias durante una muy mala racha económica durante los últimos meses de estancia en París en 1929 y su regreso a Inglaterra, donde debe vagabundear a través del entramado de albergues de caridad de la capital y sus suburbios, mientras espera una plaza de trabajo como tutor de un joven retrasado mental. Orwell escribe de la pobreza, de la vida mezquina y simple, con una claridad apabullante. Sus personajes, descritos con precisión envidiable, conmueven y aterran tanto como los lugares donde se desarrollan: pensiones miserables plagadas de chinches y pendencias, cocinas subterráneas claustrofóbicas, bistrós y calles depauperadas, habitadas por colonias de migrantes. Orwell dibuja la permanente carestía y el hambre, ese “aburrimiento inseparable de la pobreza; los ratos en que no tienes nada que hacer y no puedes pensar en otra cosa... dejas de ser una persona y te conviertes en un estómago con varios órganos accesorios.”

Su elegancia para reflejar las condiciones humanas y sociales augura al gran escritor comprometido con su tiempo, que a pesar de esa inmersión, con la flema propia de su estirpe, afirma al final de libro: “solo me queda la sensación de haber atisbado las lindes de la pobreza”.

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