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POEMA

Canto II – La tragedia

Daniel H. Soto

Canto II - La tragedia - Daniel H. Soto
Canto II - La tragedia - Daniel H. Soto
Canto II – La tragedia

Una cruz de olvido descansa sobre los rastros de mis desaparecidos, arrojo puño de sal disfrazado de tierra en tumba falsa, las madres como perras seguimos el rastro llorando desesperadas en carretera el engaño, la sangre en tierra se pierde con la lluvia, las súplicas no son escuchadas, huracanes de angustia rebotan en tímpanos de cristos sordos que desconocieron los ruegos de aquellas que juraron los cabrones… éramos sus hijas.

Se detuvieron dos camiones. Jefe, mujeres y niños primero, dijeron, los coyotes huelen el miedo bajo la luna, nos engañaron con agua y tortillas cargando con 147 almas infantes y recién nacidas de las que no han cortado el hilo de plata, jamás volvimos a verlos.

Es pesado andar de un lugar a otro sin patria de pies roídos, nadie huye de casa por gusto pronunciando todos los días el nombre del hijo que no te mira, la carne de mi carne nublada en recuerdos forzados, volví mi voz cantos de sal, esmeraldas pérdidas para no ahogarme en mi desesperanza, y mis ruegos melancólicos en cuna de lágrimas se volvieron canto de amor en la carretera, cantos de miedos amordazados, corazón latido acelera. Canto bendición a mis niñas entregadas a bestias podridas, no permitas que su infancia se tiña oscura, enseña tus dientes al dolor… escapa a la muerte cuando puedas.

Noche oscura, lamento niña extraída, lágrimas de madre en boca silenciada, infinito amanecer, dolorido tatuaje que raya el alma punzando vacíos, marcaste todas nuestras mujeres como almas tempestad, ¿por qué?

¿Por qué me llenaste de sufrimientos y robas las fuerzas para soportarlo? ¿Por qué arrancaste la carne de mi vientre y esperas que te siga amando? ¿Por qué no me quitas lo rebelde si te has decidido a joderme, a fastidiarme, aniquilarme, a violarme, a seguir engañando y jodiéndome la vida? Deja de joderme la vida, ¿por qué me jodes la vida?, ¿por qué?, ¿por qué no me cortas la lengua?, ¿por qué no me mochas los brazos?, ¿por qué no me haces sumisa para aguantar callada sin esta rabia? Baja a rescatarnos y acaba con la maldad de un soplido, ¿por qué estás callado sin darnos refugio? El bosque se incendia, mis ojos sangran al descuido de un parpadeo, mi mente tormenta un batallón de ruegos. Silencio. ¿Golpéalos con los puños de Dios?, ¿dónde está la ira de Dios?, ¿dónde está el Dios que arrasa con lluvia de fuego pueblos enteros?, ¿por qué nos abandonaste?

En el cielo un demonio espía, haz que el tiempo termine, tic-tac, tic-tac, los segundos siempre serán marchitos, mis ojos arden eternos porque sembraste cristales molidos en mi vientre, somos alma silvestre que sufre, alma masticada por fieras, alma que siempre llora, alma infierno en mi boca, alma mujer de fuego, no te pido que me ayudes, te exijo déjame en paz.




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Daniel H. Soto
. Nací en el Municipio de Huixtla, Chiapas, un pueblito caliente al sur del sur de México; mis manos venían llenas de tinta, envuelto en papel periódico. Desde entonces la abuela me tatuó el amor por la literatura, por las letras y las palabras: la literatura que le canta al pueblo, que anda en los mercados, en los velorios y en las cantinas. Desde entonces comencé a escribir, y supongo que lo haré hasta que muera. Ni dramaturgo, ni cuentista, ni poeta; sólo una persona que escribe mucho, un llenador de hojas en blanco.

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