sábado. 20.04.2024
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GUÍA DE LECTURA

Chapinero, de Andrés Ospina

Jaime Panqueva

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Chapinero, de Andrés Ospina
Chapinero, de Andrés Ospina

Nací en Bogotá, nací en Chapinero, y para mayores señas, en la Clínica David Restrepo, institución ya desaparecida cuyo edificio, en la actualidad consume el abandono. El nombre sonoro de barrio (en Colombia no se les llama colonias) procede, según la versión oficial que sirve de punto de partida cronológico a la novela de Ospina, de la fabricación de chapines, un calzado de uso común en la colonia (en Colombia también se le llama así a la época de dominación española).

Chapinero (Laguna Libros, reimp. 2018) conjunta un divertido viaje a lo largo de los siglos. Desde la llegada de aquel mítico zapatero chapetón (término colombiano para designar a los gachupines) a mediados del siglo XVII (aunque algunos afirman que llegó con la expedición fundadora de la ciudad aquel controvertido 6 de agosto de 1538), hasta las penurias económicas de uno de sus posibles descendientes, que busca sobrevivir malvendiendo lo último de su patrimonio familiar en esta década del siglo XXI. Ospina teje cinco relatos sobre la base de igual número de personajes; Antón en el siglo XVII; Higinio, hacia finales del XIX y comienzo del XX; Lorenzo, hacia 1930; Tania en los 60 del siglo XX; y finalmente, Lorenzo, quien entre amargas y tostacos capea el siglo que vivimos, jugando con sus apellidos y recuerdos, así como con las reliquias heredadas.

El trabajo de ambientación de las épocas destaca, así como la sutil tarea de tender un hilo entre tan diversas  generaciones, para plasmar el crecimiento monstruoso de la ciudad que en menos de cincuenta años había engullido un villorrio alejado y salpicado de pantanos, algo tan común en las ciudades de nuestra América Latina.

Chapinero narra un barrio con lindes e hitos arquitectónicos bien demarcados, pero a la vez es una novela de personajes, como las de Balzac, donde la fuerza de las acciones no descansa sólo en las peripecias de los protagónicos, sino también en las comparsas que entretejen seres históricos o literarios, como el Dr. Russi, José Asunción Silva o Bernabé Bernal, por sólo mencionar algunos, además de sus dichos, sus vestimentas y costumbres que se despliegan bajo un humor implacable. Recomiendo en particular los últimos capítulos dedicados a Lorenzo.

Un deleite adentrarme en ese Chapinero de recuerdos y de ausencias, que tras más de 20 años de vida en el extranjero ahora me es difícil reconocer, pero que gracias a la habilidad de Ospina fue posible revisitar. Chévere = Chido.

 

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