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La Cuba que no conocimos

Mónica Alcaraz

La Cuba que no conocimos


Ayer leí una de esas notas que van directo a la primera plana, es aquella portada que los editores de periódicos habrán repasado en su cabeza desde hace tiempo y que por fin se llegó (ahora sí sin ser rumor): la muerte de Fidel Castro  y la muerte de una vieja Cuba que ya había empezado a mostrar bajos signos vitales.

Me pregunto qué estará pensando mi papá. Siempre ha sido hermético, pero sé que esa noticia debió haber sacudido muchos de sus recuerdos. Siempre ha querido visitar Cuba y trataba de convencer a mi mamá de que fuéramos en familia antes de que muriera Fidel, hasta que esta semana llegó el día y hasta hoy no hemos concretado ese plan.

Nunca hemos hablado mucho de qué es lo que le gustaría conocer de La Habana, pero creo que tenía la intención de visitar un país que para él representó un lugar donde los ideales se concretaron -al menos por un momento- en realidades, además de uno de los lugares preferidos de un escritor tan admirado por él como Ernest Hemingway.

En los años sesenta durante los cuales mi papá vivió su juventud, seguir al Che Guevara y a Fidel era converger con una forma de ser que movió su pensamiento durante esa época y que ha dejado que lo acompañe toda su trayectoria.  El ideal de un espíritu revolucionario que trató de establecer parámetros de justicia social se ha quedado impregnado en su forma de trabajar y en su forma de guiarse ante el mundo, la que él todavía imprime en su entorno.

Cuando por mi cuenta empecé a fijarme en Cuba, veía imágenes que me encantaban y música que fascinaba. Era como si se hubiera detenido el tiempo hace varias décadas. Ver fotografías en las que en pleno siglo XXI transitaban viejos Cadillacs por las calles creaba una atmósfera que, para mi forma superflua de ver el mundo, daban ganas de fotografiar, de caminar y beber, sin saber a ciencia cierta qué ha habido detrás para que el mundo se detuviera hace tantos años.

Escuchar lo que han vivido los cubanos es otra historia. Tal vez muchos hoy estén celebrando, tal vez estén desconcertados sin saber si creer o no lo que comunica el Granma.  Por fin se fue la leyenda mítica, el líder que creó ese ideal que empezó como una utopía y terminó siendo una distopía. Aquel que prometió revolución y que se perdió un poco en el camino de la dictadura.

2016 ha sido el año que cerró una era. En él se fueron algunos de los personajes que retrataron y lideraron una época que creó antecedentes, de personajes que vieron posibles revoluciones y que forjaron ideales por los que se escribió, luchó o mató. Es también un año en el que el mundo está destinado a cambiar, que ha dejado espacio para nuevas piezas en el ajedrez para hacer justicia al presente que vivimos y para crear nueva historia, que para eso estamos aquí.

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Mónica Alcaraz Olvera (León, Guanajuato, 1984) es licenciada en Comunicación por la Ibero León. Ha trabajado como reportera, editora, copywriter y community manager para agencias publicitarias y medios locales. Actualmente administra una cafetería temática en el norte de la ciudad y trabaja de manera independiente. Es apasionada de la cultura geek, la música pop y el diseño.

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