El asedio

“…me indignan las maneras y la doble moral con que se trata al tenor Plácido Domingo, acusándolo de lo permitido hace unas décadas a cualquier hombre que se dignara de serlo: conquistar al sexo opuesto…”


En esta época de autistas tecnológicos y analfabetas funcionales, donde la mayor fuente de enseñanza e inspiración está en los teléfonos móviles a través de YouTubers e información procesada para beneficio del consumismo y redes oscuras de pornografía, prostitución y degradación ética y moral, se tergiversan los valores y los patos terminan tirándole a las escopetas. Nos quejamos del cambio climático pero nos negamos a estar en comunión con la naturaleza en cuestiones más obvias.

Cuando era niño, allá por los ochenta, y adolescente en los noventa del siglo pasado, parte de la popularidad de un chico se basaba en sus conquistas amorosas (del sexo opuesto, claro está). Eso le formaba un nombre, una personalidad, una trayectoria. Si a eso se le añadía temeridad ante el riesgo y las trompadas, su nombre pasaba a ser leyenda.

Por eso me indignan las maneras y la doble moral con que se trata al tenor Plácido Domingo, acusándolo de lo permitido hace unas décadas a cualquier hombre que se dignara de serlo: conquistar al sexo opuesto.

Se ha confundido el machismo (un término acuñado en el México revolucionario de los generalotes y las adelitas, que luego se extendió al resto del mundo), totalmente repudiable porque implica la violencia del varón contra las mujeres, con el instinto natural del cortejo que la mayoría de las especies animales muestran hacia el sexo opuesto.

Debe surgir alguna voz en defensa de la razón, sobre todo hoy que se cobran cuentas contra ancianos que disfrutaron de su masculinidad; aún peor, nuestra doble moral nos impide levantar la mano ante el miedo al linchamiento mediático de los grupos mal llamados progresistas pero que yo les llamo “proctocráticos” por los liderazgos que ostentan desde las más altas esferas políticas y económicas (si antes considerábamos que eran los sionistas quienes movían los hilos del mundo, hoy está cambiando el equilibrio de poderes del NWO).

Se cree que una de las causas de la debacle de las ciudades Estado helénicas como la espartana, además de la obvia expansión del naciente imperio romano, fue la disminución en la tasa de natalidad debido a las guerras y las filias sexuales que los griegos veían como normales. No soy yo quién para oponerme a grandes pensadores como Aristóteles o Platón, pero habrá que replantear también las teorías de Darwin y Freud antes de analizar los ataques contra Plácido Domingo y aplaudir que lo exhiban, lo vejen y le cancelen conciertos en pleno siglo XXI, donde debiera respetarse cualquier manera de pensar.

No pude evitar pensar en el tenor español criado en México cuando miré en los noticieros la marcha de las mujeres a favor del aborto, quebrando cristales y realizando pintas con los torsos desnudos. Si por mala fortuna fuera topado por aquella horda hembrista, no dudo que le hubiesen linchado.

¿Será que se acerca el Apocalipsis? ¿Cuánto faltará para que una noche lleguen las huestes proctocráticas armadas de antorchas, a sacarnos de nuestros hogares por habernos gustado nada más las mujeres?

Ya le había pedido a mi esposa que el día que muriera, dejara entrar a todas mis exnovias al velorio para llorar mi partida y repartir mis cenizas en varias casas, pero pensándolo bien, mejor ya no. Ante el asedio de los valores tradicionales, es preferible comenzar a negar mi vida disipada y festiva, para evitarme problemas post mortem, aunque muera con los calzones llenos de confeti.