Es lo Cotidiano

Éste sí que es el soundtrack de mi vida

Esteban Cisneros

Éste sí que es el soundtrack de mi vida

Es hora de dejar esos soundtracks de John Williams o de Philip Glass de lado. Venga, chica, arrójalos por la ventana. Préndeles fuego. Baila tap sobre esos discos. O regálalos a quien menos quieras. Pero no los pongas más.

Soy un cinéfilo también, lo sabes, así que no pongas esa cara. Soy un cinéfilo salvaje. Soy un monstruo de Ishirô Honda que devora filmes, un Morlock que sólo quiere consumir sonidos estridentes e imágenes en movimiento. Dame trivia, dame cine, dame MÚSICA POP.

Quema esos discos de Hans Zimmer. Escuchemos diez de mis soundtracks favoritos. Al terminar, la Bridget Jones que vive encerrada en ti estará convertida en una Meiko Kaji mortal: mira y mata, mira y mata. Abre oídos.

Domenico Scarlatti: Bête, La (La Bestia, 1975)

La película es una maldita obra maestra del genio Walerian Borowczyk: el filme de época más perverso y perturbador, ever. La historia de amor y sexo entre una mujer y una bestia no sólo está narrada con la perfecta cámara del polaco, sino con un impresionante uso de la música barroca de Giuseppe Domenico Scarlatti (1685-1757): un clavicémbalo insistente, lascivo, virtuoso. Acciaccaturas imposibles, sonidos tan puros y tan inquietantes como en ninguna otra película. La película no es apta para estómagos débiles ni ojos frágiles; la banda sonora es para oídos que saben lo que quieren. La belleza. Y la bestia. Cinco estrellas.

Akira Ifukube: Gojira (Godzilla, 1954)

Compositor autodidacta, talento inigualable, Akira Ifukube (1914-2006) es uno de los indiscutibles en cuanto a bandas sonoras japonesas. La productora Toho le contrató para una de las series más icónicas de monstruos del inigualable Ishirô Honda: Gojira (o Godzilla, para los occidentales), que además de sci-fi grandioso eran un inteligente alegato contra la guerra atómica. A Ifukube le habría gustado que le recordásemos como compositor para orquesta sinfónica, pero es que esos acordes con los que abre Gojira son tan representativos del tokusatsu (sci-fi) y del daikaiju (cine de creaturas) como el monstruo mismo. Agreguemos que el mismo Ifukube creó el rugido de Gojira frotando un guante de cuero contra las cuerdas de un contrabajo. Maestro.

Varios: The Harder They Come (Caiga Quien Caiga, 1973)

Algunos insisten en que este fue el filme que puso al reggae en el mapa mundial, sacándole del underground y colocándolo como La Próxima Cosa Grande. Lo cierto es que esta música ya tenía algunos años sonando en Inglaterra entre skinheads y entendidos, pero la película de Perry Henzell, estelarizada por la superestrella jamaicana Jimmy Cliff, recordó las raíces de la música que sustituyó al jazz como la música cool de los bohemios y hipsters. La historia de un aspirante a músico arrojado a la vida criminal por necesidad fue cantada por la crema del reggae de la época (67-72): The Maytals, The Melodians, The Slickers, Desmond Dekker, Derrick Harriot, Scotty. Island Records lanzó el disco y fue un éxito gigantesco. Un clásico por donde se le vea.

George Gershwin: Manhattan (1979)

Woody Allen, Nueva York y jazz resultan hasta redundantes acomodados así, en una sola frase. La extensa carrera del judío que todos amamos está llena de colosales momentos musicales: música a lo Nueva Orleans, días de radio, Django Reinhardt, memorias de polvo de estrellas. Pero, sin duda, una de las escenas definitorias del cine como arte y como emoción y como vida es la secuencia inicial de Manhattan. Y no sería lo mismo sin la majestuosa “Rapsodia en Azul” de George Gershwin resonando, rompiendo todo a su paso. Toda una declaración de intenciones. El cine se mide antes y después de Woody y Gershwin. La pieza, compuesta en 1924, fue un experimento en música moderna (así lo definió su señero compositor) y se convirtió, al instante, en música clásica. No vale la pena vivir sin haberse emocionado con la Rapsodia en Azul. No lo vale. Como tampoco lo vale si se ha dejado pasar Manhattan, la Gran Película del XX.

Goblin (con Giorgio Gaslini): Profondo Rosso (Rojo Profundo, 1975)

El rock progresivo no hace nada por mí. Absolutamente nada. O tal vez sí: en algunos casos me marea y me hace sentir mal, debo correr al lavabo y jurar sobre todos mis muertos que jamás escucharé algo así. Así que resulta sorprendente que esta lista incluya a Goblin, un grupo progresivo (¡¡!!) italiano (¡¡!!) que, empero, hicieron música notable para varias geniales películas (entre ellas Buio Omega, una favorita personal), sobre todo del sensacional Dario Argento. No puede negarse que Profondo Rosso es brutal, maravillosa, y la banda sonora ayuda mucho, resaltando aquí y allá la intriga y el horror de uno de los gialli más reconocidos. Sintetizadores moog, melotrones, guitarras con distorsión, baterías aceleradas, instrumentos extravagantes y una gran sección de cuerdas (cortesía de Giorgio Gaslini), hacen un soundtrack de terror atípico pero inolvidable. ¡A por él!

Varios: Rushmore (1998)

Una película cuya secuencia de créditos iniciales va acompañada de “Making Time” de The Creation es ya una ganadora, así trate de saltamontes autistas. Segundo largometraje del universo Wes Anderson (y con un inspiradísimo Bill Murray liderando el cast), es una obra anorak para anoraks. Una gran historia que avanza a un bellísimo e inevitable desenlace entre canciones de The Kinks (“Nothing In This World…”), Chad & Jeremy (“A Summer Song”), Unit 4+2 (“Concrete and Clay”), The Who (“A Quick One…”), Cat Stevens pre-Islam (“Here Comes My Baby”), Yves Montand (“Rue St. Vincent”), The Faces (“Ooh La La”), Donovan (“Jersey Thursday”), los Stones (“I Am Waiting”) y hasta el lado más juguetón y divertido del Lennon post-Beatles (“Oh Yoko”). No hay manera de fallar. Por ahí hay piezas de Vince Guaraldi, Django Reinhardt y Paul Desmond que, por supuesto, son una gozada. Una película de justificado culto.

Curtis Mayfield: Superfly (1972)

El blaxploitation cinema fue transgresor en casi todos los sentidos: era un cine violento, sexual, anti-establishment y negro. Uno de sus personajes ícono, Superfly, nació en una época feroz bajo la lente del agudo Gordon Parks Jr. Un dealer negro que quiere dejar su sórdida vida atrás y comenzar de nuevo fue el pretexto para crear un héroe del cine moderno y, además, dar al mundo uno de los mejores soundtracks de la historia de la humanidad: Curtis Mayfield, cuyo nombre puede mover montañas, compuso una serie de canciones increíbles sobre nuestro hombre y nuestro mundo. Elocuente as hell, sincero y funky, Mayfield nos regaló clásicos como “Superfly”, “Freddie’s Dead” o “Pusherman”. Podrás dejar pasar la película, pero la música, nunca. Un disco a la altura del What’s Going On de Marvin Gaye, el mejor disco que ha hecho hombre alguno. Ya dije.

Varios: Urgh! A Music War (1981)

Está bien, admito que con este estoy haciendo trampa, pero no puede dejarse fuera. Más que una película formal, Urgh! es un documental de Derek Burbidge acerca de los grupos más ruidosos, extravagantes y geniales del post-punk y la new wave. Grabado en concierto en Londres, Nueva York, Elei, y prácticamente en cualquier gig en el que el equipo de grabación pudiese entrar, es un documento imprescindible para cualquier fan de la música de guitarras. Ahí están The Police, por supuesto, pues ellos financiaron el proyecto, pero son claramente opacados por grupazos y genios como The Cramps, Magazine, Pere Ubu, Klaus Nomi, Echo & The Bunnymen, The Fleshtones, XTC, The Go Go’s, Gary Numan, OMD, Chelsea, Wall of Voodoo, Au Pairs, Surf Punks, Steel Pulse, Devo, X, Gang of Four, Athletico Spizz 80, Jools Holland, John Cooper Clarke, Oingo Boingo, la ridícula Toyah Wilcox, The Members, 999, Splodgenessabounds, UB40, The Alley Cats, John Otway y hasta una rareza, Invisible Sex. Si después de esta lista de nombres no corres a por ella, no sé de qué te tratas.

Manfred Hübler y Siegfried Schwab: Vampyros Lesbos (1971)

Las cintas de Jesús Franco, o las amas o las odias. Yo soy de los que prefieren hacer lo primero. Este pervertido español que asegura ser la inspiración para el personaje de Yoda en Star Wars y que presume de un currículum de más de cien estilizadísimas películas de explotación (vampiros, zombies, strippers, prostitutas, adictos y toda clase de corrompidos), es un geniecillo que logró un exitazo con Vampyros Lesbos, sugerente película sobre, claro, vampiras lesbianas. La banda sonora de Hübler y Schwab, una especie de uneasy listening, lounge de castillo transilvano, hip y muy sexy, patea traseros a diestra y siniestra. Tan clásico, funky, depravado y contagioso como la película. Soledad Miranda, princesa europea de los skin flicks, nunca estuvo mejor.

Varios: Wild Style (1983)

Fue la primera película hip-hop y es un clásico underground. De argumento tiene poco y más bien es pretexto para mostrar al mundo de qué se trataba esta música tan nueva y excitante, de su ropa, su lenguaje, sus calles y los cuatro pilares de la Comunidad: el breaking, las rimas, las tornamesas y el graffiti. Es increíble. Sobra decir que la banda sonora es esencial. Ahí va otra gran lista: Grandmaster Flash, Fab 5 Freddy, The Cold Crush Brothers, The Rock Steady Crew, Fantastic Freaks, DJ Grand Wizard Theodore, Rammellzee, Shock Dell, Busy Bee, Rodney Cee. Como para caer fulminado. Es una Biblia para muchos y si enlistara a todos los artistas que admiten su influencia, no acabaríamos nunca. Por eso, mejor tira esos discos de John Williams y escuchemos estos diez. Mis diez, por ahora. Ya luego te presentaré los otros diez. O veinte. Vale la pena.

C/S.

 

 

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Esteban Cisneros
(León, Guanajuato) es panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú y los Beatles. Está convencido de que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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