viernes. 19.04.2024
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Explicaciones

Chema Rosas

Explicaciones

Los libros “para niños” tienen la peculiaridad de parecer simples. En algunas ocasiones lo son, pero la mayoría de las veces  esconden una complejidad tal que necesitamos a un niño cerca para que nos explique.

Las buenas historias de este tipo se logran cuando un autor logra ponerse unos lentes especiales para ver el mundo desde ojos mucho más jóvenes que los que tiene a ambos lados de su nariz de persona mayor. Esa nariz acostumbrada al olor de facturas, peligros, convicciones, responsabilidades y, lo peor de todo, certezas absolutas. Aunque ponerse esos lentes sería en sí mismo divertido, los buenos autores regresan a escribir lo que vieron.

De lo anterior podría concluirse que los niños serían asombrosos autores de literatura infantil, pero no siempre es así; aunque gozan de imaginación y potencial evidente, es un hecho que son pocas las personas que publican obras maestras antes de los 14 años, y creo que la razón es simple: Ellos disfrutan los libros porque están viviendo las historias. Somos los adultos los que ansiamos escapar de la  vida adulta e inventarnos una realidad que nos recuerde lo que realmente importa. Y si no podemos inventarla, afortunadamente podemos tomar un libro y ser niños por un rato, por lo menos dentro de nuestra cabeza.

Una tarde después de hacer fila en el banco para pagar una factura del club de los adultos –nadie me preguntó si quería afiliarme, pero no he encontrado la ventanilla para revocar mi suscripción- , fui a la sección infantil de la librería y encontré un libro grande, amarillo y de pasta dura. Desde la portada me saludaba una niña con lentes, corazones, un gato café y el título “Maniática de la explicación”. No estaba muy convencido, pero pagué por él y lo lleve a casa.

Me senté a leer el libro recién adquirido (escrito por Adriana Falcão, ilustrado por Mariana Massarani y editado en México por el Fondo de Cultura Económica), y al terminarlo me entraron basuritas en el ojo. Como buena historia para niños “parece” simple; trata de una niña que ante lo complicado del mundo, decide simplificarlo. Su manera de hacerlo era “explicar las cosas de tal manera que el mundo fuera más bonito”.

Y sí que lo logra. A partir de la quinta hoja, el libro se convierte en una serie de imágenes mentales e ilustraciones que clarificaron muchos conceptos que yo creía dominar. Por ejemplo, que SOLEDAD es una isla con nostalgia de barcos en vez de algo que simulas no sentir aunque no haya quien te vea. Pensé que me preocupaba demasiado, hasta que leí que PREOCUPACIÓN es un pegamento que no deja que lo que todavía no sucede, salga de tu pensamiento. Que la FELICIDAD es un ahora que no tiene prisa, y que BESO es un sello que sirve para mostrar que te gusta algo.

Esta semana vi las noticias y comprobé que, efectivamente, a la realidad no le haría daño ser más bella. Decidí seguir el ejemplo de la maniática de la explicación: tratar de explicar algunos conceptos del mundo adulto de tal manera que el mundo parezca menos feo:

HIPOTECA: es cuando un pájaro siembra una semilla de árbol, con la esperanza de que se convierta en su hogar.

RENTA: Es un castillo de arena que construyes en la mañana a la orilla del mar.

IVA: Es la bolsa de papas que acabas de comprar, pero se te ocurre abrirla frente a tus compañeros bravucones en el recreo.

RFC: Es el apodo que te pusieron los bravucones.

QUINCENA: Es una galleta de chocolate que quieres que te dure más de una semana.

CORRUPCIÓN: Es cuando el encargado de llevar el pastel a la fiesta cree que todos los días es su cumpleaños.

CONFIANZA: Creer que un malabarista es suficientemente bueno como para prestarle los floreros de tu abuelita.

FRAUDE: Es un pozo profundo que pone cara de charco.

INDIGNACIÓN: Es una cubeta de cemento fresco en la conciencia.

SATISFACCIÓN: Cuando alguien miente y nadie le aplaude.

ESPERANZA: Es una niña que te regala una flor amarilla cuando estás teniendo un mal día.

Sé que probablemente no le hice justicia a la maniática de la explicación, pero qué le vamos a hacer. Los libros para niños tienen la peculiaridad de parecer simples. En algunas ocasiones lo son, pero la mayoría de las veces  esconden una complejidad tal, que necesitamos a un niño cerca para que nos explique.

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Chema Rosas (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista para El Heraldo de León, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico.

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