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DISFRUTES COTIDIANOS

Festival Hipnosis

Fernando Cuevas

Festival Hipnosis

La segunda edición de este encuentro musical presenta un envidiable cartel conformado por bandas que con buena presencia en circuitos alternativos pero ya de alcance global, sobre todo para quienes han seguido el pulso del rock postmilenario. Una rápida escucha depositada en algunas de ellas para ubicar por dónde anda la tendencia de la festividad, procurando generar ondas que nos pongan a girar en espiral sin marearnos demasiado.

El mágico reinado de las lagartijas con molleja

Desde Melbourne y empaquetando con soltura la psicodelia sesentera con diversas vertientes sonoras que van del pop alterado a los acentos funkies, el septeto King Gizzard & the Lizard Wizard recupera la influencia de Frank Zappa, según se ha dicho, y acomete sin complejos la producción frenética de discos al por mayor. Primero como grupo de cuates que tocaban por diversión a principios del siglo, de donde quedaron un par de EP’s como referencia, y después como banda en forma, iniciaron su trayectoria con los anárquicos y surferos Willoughby's Beach (2011) y 12 Bar Bruise (2012), saturados de garage y blues efervescente, perpetrados por Stu Mackenzie (voz/guitarra), Ambrose Kenny-Smith (armónica/vocal), Cook Craig y Joey Walker (guitarras), Lucas Skinner (bajo), y Michael Cavanagh y Eric Moore (batería/percusiones).

Con Eyes Like the Sky (2013), el septeto se aventuró a explorar las interminables llanuras australianas como si se tratara de un score de enfoque surrealista con todo y narración a tono, en tanto Float Along, Fill Your Lungs (2013) integraba una vertiente india y Oddments (2014) probaba con apuntes progresivos en consonancia con la nueva sicodelia que tanto ha florecido por aquellos parajes remotos. Continuaron incansables con I'm in Your Mind Fuzz (2014), barnizado de tintes krautrock; el EP The Quarters (2015), en lógica free jazz; el acústico Paper Mâché Dream Balloon (2015), seguido del rockero Nonagon Infinity (2016), que los catapultó por el globo a través de su viaje cósmico, en efecto, al infinito y más allá como diría el clásico.

Y llegaría la explosión en el 2017 con cinco álbumes, por no dejar y no pecar de ociosos: el experimental y riesgoso Flying Microtonal Banana; el ciencia ficcional Murder of the Universe con su cuota de sonidos cósmicos; el jazzero Sketches of Brunswick East, en complicidad con los locuaces de Mild High Club; Polygondwanaland, para seguir viajando sin boleto de regreso por encima de las olas a partir de complejas polirritmias y, con el fin de aprovechar el tiempo muerto, Gumboot Soup, especie de síntesis creativa de este año lleno de producciones y fructíferas composiciones cualitativamente disfrutables, más allá de la cantidad. Activismo frenético pero siempre con un espíritu propositivo que elude la reiteración.

Una orquesta vivita y coleando

Ruban Neilson militó en las filas de la banda neozelandesa Mint Chicks durante los primeros años del siglo XXI. Cuando llegó a su fin, empezó por su cuenta a grabar algunas piezas enclavadas en un pop sicodélico de aliento excursionista que encontraron en la hipster Portland un hogar para crecer y convertirse, gracias a la participación de la disquera Fat Possum, en el álbum debut de un extraño grupo de nombre paradójico: Unknown Mortal Orchestra (UMO), en realidad producto de una sola persona, totalmente reconocible, vivita y coleando.

Para que no hubiera pierde, el disco resultante se tituló justamente Unknown Mortal Orchestra (2011), sentando e integrando las bases de la propuesta sonora, navegando entre apuntes distorsionados de efecto retro y pasajes de indie actualizado; le seguiría, otra vez para dejarlo claro, II (2013), obra ya de carácter más colectivo y panorámico en la que continuaban privando las ideas musicales de Neilson, ampliadas en el EP Blue Record (2013), con guitarra acústica en mano para integrar algunas versiones de cortes propios y de colegas entre admirados y cómplices como Beck y Dirty Projectors.

Con el sabor de las creaciones hechas en casa y el indicativo título Multi-Love (2015), reflejando un estado de ánimo exultante y de buenas vibraciones, Neilson y compañía, entre quienes figuran su hermano y su padre, cocinaron una obra que añade a la propuesta habitual ciertos toques souleros como para darle un sabor aún más distintivo al estilo de UMO, adornado con lanzamientos rítmicos provenientes de juguetes electrónicos. Sex & Food (2018), su cuarto largo, refleja una clara intención de permanecer lanzándose sin paracaídas hacia la diversidad de géneros, entre distorsiones y melodías de engañosa placidez, a partir de las cuales disfrutamos de los placeres de la vida sin exclusiones. Una orquesta para conocerse en la plenitud de la vida.

Somos lo que somos

Con esas guitarras angulosas, vocales espectrales, rítmica constantemente a punto de explotar y actitud noventera de voltearse a ver los zapatos para aislarse del mundo circundante, el neoyorquino Zachary Cole Smith, integrante de Soft Black y Beach Fossils, bautizó a su proyecto como DIIV en compañía del guitarrista Andrew Bailey, el bajista Devin Ruben Perez y el baterista Colby Hewitt. Oshin (2012) marcó su debut con todas las señales del caso y tras problemas de drogas, Smith volvió a la composición de manera prolífica y renovada con Is the Is Are (2016), con Ben Newman sustituyendo a Hewitt y acentuando el synthpop con velos de oscuridad, paradójicamente dándose a conocer más allá del puente de Brooklyn.

Desde Goiânia, Brasil, el dueto conocido como Boogarins en honor a un tipo de flor, integrado por los amigos colegiales Fernando Almeida y Benke Ferraz, ha logrado mezclar ciertos sonidos de su tierra, especificamente los derivados del movimiento Tropicalia que desarrollaron Os Mutantes, entre otros, con las tendencias revivalistas de la psicodelia, que tanto auge han cobrado en el rock de los márgenes continentales. Debutaron con el largo As Plantas Que Curam (2013), jugando con una distorsión contenida en relajadas composiciones que, en efecto, funcionan como bálsamo; con Manual (2015), ampliaron número de integrantes y registro sonoro, así como cuidado en la producción, acaso de orientación más guitarrera. Por su parte, Lá Vem a Morte (2017) explora rupturas rítmicas, cambios de énfasis y efluvios autóctonos pasados por la disonancia.

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