martes. 23.04.2024
El Tiempo

Ficciones y descalificaciones

“Un poco de cinismo, mejor dicho, un mucho de éste, es el que se debe tener para pararse frente a una audiencia de militantes y seguidores de un partido y sus candidatos…”

Ficciones y descalificaciones

En las trampas de la mercadotecnia política, el usar promesas es una práctica muy usada por las y los candidatos a un puesto de elección popular. Un poco de cinismo, mejor dicho, un mucho de éste, es el que se debe tener para pararse frente a una audiencia de militantes y seguidores de un partido y sus candidatos, para casi gritar las promesas y compromisos, o como lo hizo Peña Nieto, firmarlos ante notario para intentar ganar credibilidad y, por supuesto, votos.

Hay por lo tanto una realidad disfrazada de promesas, propias de la ficción política, es decir, mentiras piadosas dirían las y los adultos mayores, de esas que no pasa nada si no se cumplen. El presidente Peña Nieto es por ahora un excelente representante del uso de esta estrategia: “Prometer para no cumplir” podría haber sido  su lema de campaña.

La precampañas que se dan estos días por los partidos políticos  hasta el 11 de febrero por ahora están casi vacías de propuestas políticas, económicas, sociales, culturales, ambientales, o en relación a los derechos humanos. No se logra ver realmente qué se propone, un cómo hacer, un para qué, un con quiénes, un en cuánto tiempo; sólo son ideas que se sueltan al aire, ocurrencias, puntadas o simplemente un sarcasmo hecho discurso político. 

En el caso del PRI, su candidato, por ejemplo, que dijo que no era militante del PRI. Resulta que tiene tatuada hasta el hueso toda su ideología, y ahora sale que es más priista que el propio PRI. Basta con revisar sus discursos, sus alegorías al PRI y su falta de memoria, su olvido selectivo, su inconsciencia como servidor público. 

Ochoa Reza, presidente del tricolor, se ha lanzado a promover al delfín del Peña Nieto, presentándolo como un hombre impecable, es decir sin culpa alguna, pero tampoco sin destacar algún mérito,  salvo el de ser egresado de Yale, Universidad norteamericana de prestigio, y que cabe decirlo, fue becado por el propio gobierno mexicano para realizar sus estudios de doctorado. Enrique Reza Ochoa se ha dedicado a descalificar a los candidatos de las otras coaliciones, en particular la de Morena, PT y PES, atacando a López Obrador, usando la estrategia ya probada por el PAN y el PRI en las elecciones de 2006, de que es un peligro para México, pero aderezándola de infundios, de verdades a medias o mentiras completas. Por ejemplo, afirmó que Meade tiene un 40% de aceptación dentro de los electores, siendo que todas las encuestas ubican al candidato de la coalición PRI-Verde- PANAL con un 14%.

El candidato de la alianza PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, se va por el mismo camino del PRI y sus aliados, golpeando a López Obrador y, de pasada, planteando que casi el único  problema es la corrupción, y de paso descalificando a Fox, que salió priista nuevamente, y de paso al mismo Felipe Calderón, dejando de lado las lealtades y la militancia compartida. Anaya impulsó las reformas que se acordaron en el Pacto por México, hoy todavía la única bandera que levanta el Ejecutivo federal como logro de su sexenio, sin que haya hasta ahora los resultados prometidos. Eso de “Prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila” se cumple a cabalidad en el actual sexenio.

La realidad contra la ficción, las cualidades contra los defectos, las capacidades contra los errores, son diadas que deberían servir para presentar de mejor forma a los candidatos ante los electores. Los candidatos podrían empezar haciendo público su declaración patrimonial, su declaración de impuestos de los últimos 6 años, y su declaración de conflicto de intereses, en un país en donde se requiere transparencia, rendición de cuentas y ética. La Casa Blanca, la Casa de Malinalco, los sobornos de Odebrecht, los contratos al grupo HIGA, el robo de los recursos públicos por parte de los exgobernadores de Veracruz, Nuevo León, Tamaulipas, Quintana Roo, Chihuahua, Coahuila, Colima, junto con los moches cobrados en los gobiernos panistas, confirman que lo que se requiere son gobernantes por lo pronto honestos y confiables, dejando en claro que ahí está el verdadero problema.

María de Jesús Patricio, mujer indígena, que busca obtener las firmas necesarias para ser incluida en la boleta electoral como candidata independiente -propuesta por el Congreso Nacional Indígena-, levanta la mano para decir que no hay condiciones reales para lograr que las y los mexicanos indígenas puedan dar su firma, y que está todavía muy lejos de obtener las casi 900 mil firmas de apoyo que se requieren. Esta propuesta es de participar, no para querer ganar las elecciones de 2018, sino para hacer visible la realidad en la que viven los hombres y mujeres del México rural, indígena, de las y los que habitan en barrios y colonias que son excluidos y marginados en este país en pleno siglo XXI.

Hacer visible la realidad del México de los 58 millones de pobres.  Ese México que gana salario mínimo, ese México del comercio informal, ese México de las y los ninis, ese México en donde el trabajo doméstico no se reconoce, ese México del desempleo, ese México de migrantes, de mojados y de deportados, ese México de las madres adolescentes, ese México de la trata de personas, ese México donde la discriminación existe, donde ancianos, niños y niñas, mujeres, jóvenes, son parte del olvido institucional, ese México en el que no hay inclusión e igualdad para la comunidad LBGTTTI, ese México en donde se asesina a las mujeres por ser mujeres, ese México real, que no es de ficción, que existe pese a negarlo desde el poder una y otra vez, es el México que Mari Chuy quiere hacer visible y con ello invitarnos a hacernos responsables -como ciudadanos y ciudadanas- de nuestro México, ese que se siente en la piel, que se admira y  emociona al ver un atardecer, un bosque, una cascada, una laguna, un amanecer, unas montañas, un valle, un desierto, una playa, ese México que es en verdad de nosotros y que para ellos, desde el poder –político y económico- es sólo una mercancía.