viernes. 19.04.2024
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MI TOP 5

Entre el horror absoluto y la catarsis romántica

Rafael Cisneros

Entre el horror absoluto y la catarsis romántica

Fue un año vomitivo para el mundo o, como diría mi hermano, quizá esta vez las malas nuevas fueron más ruidosas. Desde la imperdonable masacre en el Pulse Club de Estados Unidos, el atropello de 86 personas en la playa de Niza, las elecciones presidenciales norteamericanas, el Fuerte McMurray en Canadá, los migrantes huyendo por alta mar desde Siria, y tantísimos otros incidentes, entre ellos quizá el acontecimiento más impactante de principios de siglo, la toma de Aleppo (tanto en ataques químicos y bélicos), el 2016 será un parteaguas en nuestra Historia que viene. Fueron tantas las catástrofes que todo llegó a lucir como un columnated ruins domino, una cosa tras otra, en esta constante Guerra Mundial, si no oficializada, confirmada por la inestabilidad política y social de los países que, por desgracia, sí tienen todo en sus manos, prefiriendo las decisiones y tratos más difíciles.  

Además de esto, se me fueron Leonard Cohen, David Bowie, Carrie Fisher, Alan Rickman… mi maestro, Imre Kertész, a quien no dejé de releer a lo largo del año. Uno llega a sentirse hasta mal por formar parte de las excepciones, es decir, los testigos lejanos de las catástrofes, viviendo las propias en afortunadas menores escalas, y por Kubrick que agradezco tanto eso. Aunque para todos fue un año terrible, difícil, agotador, frustrante, pero repleto de continuidad y fuerza, persistencia y empatía aun sobre tanta locura, he vivido varios de los acontecimientos definitivos de mi vida. Con mi tendencia a los listados (no por medir patrones o predilectos de forma forzada, sino porque a los coleccionistas nos encantan por el placer de enlistar lo que tanto amamos), les comparto a todos, además de mis mejores deseos para este próximo año repleto de cuestionamientos, mi top 5 de experiencias que se han vuelto un parteaguas en mi vida:

5. El descubrimiento de tres grandes mujeres literarias

Este año, para mi insportable tristeza, leí poco. Por supuesto, la causa es obvia: incremento de trabajo, menor cantidad de tiempos libres; compromisos por todas partes, hasta el simple hecho de quedar de verme con personas que quiero, me han apartado un poco de la lectura. Sin arrepentimientos y con todo gusto, pero es inevitable dejar de lado una forma de vida tan básica como comer y respirar. Solía leer, sin presunciones y con toda la feliz disposición de compartir recomendaciones, de 3 a 6 libros por semana, dependiendo de lo usual: densidades y tamaños. Ahora difícilmente leo 3 al mes. El trabajo ha sido agravante, vasto, y aunque ponga el pan en la mesa, nunca pondrá el alma en su total albedrío. Pero de lo poco que leí en el año, puedo recomendar con total orgullo a tres hallazgos que me han marcado para bien, y para siempre. La nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (a quien conocía desde 2009 a partir de textos breves y magníficas conferencias, pero que apenas este año tuve la oportunidad de leer su novelón de novelones, ‘Americanah’), la norteamericana Donna Tartt (a quien Stephen King cataloga como “la nueva Dickens” y en esto hay que hacerle caso totalmente al Esteban Mirrey; Tartt ES nuestra Dickens del Nuevo siglo) y la bielorrusa y Nobel de Literatura 2015, Svetlana Aleksiévitj (quien, al parecer, soy de los pocos que le ha tomado gusto –he oído de intelectuales, profesores e historiadores que la repudian-; supongo que seré parte de los ignorantes en todo caso, pero creo que Aleksiévitj llegó a mi vida como un milagro de la empatía). Así pues, las obras de esta triada femenina me han transportado a todo lo que representa para mí la literatura: confrontación, exploración, descubrimiento y, sobre todo esto, el placer de conocer al prójimo a través de nuestra mayor virtud: las historias.

4. Bob Dylan gana el Nobel de Literatura

Si bien el Nobel de este año es quizá el más comentado y controvertido de toda la historia, todos nos vimos en la necesidad (y a veces meramente necedad) de tomar una postura inmediata. Estoy totalmente de acuerdo en que este Nobel es quizás inadecuado para un siglo XXI, despertando el sentimentalismo de esa nostalgia hippie que mencionaba Nick Hornby, y teniendo tanto novelista imprescindible y que habla en nombre de contextos actuales, es difícil imaginar esta especie de “deuda” en el listado de los sabiondos suecos. Pero mi primera impresión fue de sutil y discreta felicidad, como si tuviera que responder a ese desacuerdo cultural, pero mi niño interior estuviera más que satisfecho de la buena nueva.

¿Por qué hablo de mi niño interior? Mis primeras lecturas en la vida fueron las letras de The Beatles y, a partir de ahí, mi forma de escuchar música se tornó ritualista. Cada que compraba un nuevo disco conseguía las letras de alguna u otra forma, no importaba que la canción fuese un solo coro repetitivo (como las primeras grandes cosas que hicieron Franz Ferdinand) o una decadencia sencilla (como las letras de The Cure que, aunque van de lo mismo, extrañamente no se parecen unas a otras); mi primer acercamiento a cualquier disco es a partir de sus letras, digo, ¿de qué otra forma podría aprenderme las jodidas canciones? Aun repitiéndolas, uno percibe más el producto total que la suma de sus partes. En mi caso, al menos. Es verdad que las primeras obras de la literatura van desde cantos a la fertilidad (enhorabuena, Enheduanna, primera autora de la historia) hasta cantos al mar y el cuerpo (enhorabuena, Safó de Mitilene), y también entiendo que a lo largo de la historia, los estándares de lo que debe o no debe ser arte han mostrado ser tan volubles como cualquier malhumorado, justificando que, en efecto, las letras no son literatura por el motivo que quieran elegir. Lo cierto es que la literatura es tan amplia y eterna que el Nobel a Dylan es este reconocimiento a las amplitudes de algo más allá de nosotros. Sea tarde o temprano, este Nobel es un perfecto número de apertura a un mundo atrofiado por lo repetitivo.

¿Las letras de canciones son literatura? ¿Las letras de Dylan son literatura? Creo que se responden solas. Ahora mismo me dispongo a disfrutar de Blood On The Tracks y, más adelante, You Want it Darker de Cohen, Cold Fact de Rodriguez y The Queen is Dead de The Smiths, todos con las respectivas lyrics a la mano, cosa que hago desde los 4 años.

3. There and back again

Este año el trabajo fue excesivo, más exhaustivo que nunca, duro, no perdonaba una, no daba tiempo de respiros, no tuvo piedad en tiempos apretados y en percances de nervios. Pero me ha hecho viajar como nunca. Desde los rincones más inhóspitos de nuestro Guanajuato (conociendo una cantidad de personas que me alivia rodearme de tantas historias irrepetibles en un breve tramo de vida), hasta los lugares más vastos de nuestro país. Pisé playas, fábricas, bodegas de grandes negocios (su “detrás de cámaras”, sus “telones abiertos” para ver de qué realmente va la cosa), sierras recubiertas de naturaleza y terrenos desolados, callejones delictivos, centros de rehabilitación y casas donde se juntan a drogarse y a morir. He tenido frente a mí las mejores y las peores personas en cantidades enormes, desde criminales de sobrecogedora indiferencia hasta políticos y empresarios de… sobrecogedora indiferencia. Tanto víctimas como victimarios, todos en la misma canasta, ayudándome a conocer un poco más de qué va todo este embrollo que es la vida.

2. Brian Wilson, Festival Trópico, Acapulco

He ido a muy pocos conciertos en mi vida. Realmente muy pocos. Y es increíble que entre ellos se cuente la reciente presentación de nada menos que Brian Wilson, la mente y alma (y oído) de los Beach Boys, en el festival Trópico en Acapulco. En un escenario frente al Océano Pacífico, en pleno anochecer y rodeado de gente igual de emocionada que yo (como una hermandad reunida para celebrarlo todo), Brian Wilson tocó, además de algunos de sus grandes éxitos, el repertorio completo, de pi a pa, de principio a fin, de piez a cabeza, de Pet Sounds. Así es, escuché Pet Sounds, gente, ¡PET SOUNDS EN VIVO! Comprendí los éxtasis religiosos, y ni siquiera creo que sean comparables con Brian. Verlo en vivo fue presenciar esa llegada de la vida eterna, de toda esa felicidad de la que prometen y hablan los profetas. En la compañía de mi hermano y de otros fanáticos de Brian, vimos como el Johann Sebastian Bach del siglo XX cantaba con tierna dificultad y, en gran parte, se mantenía atento a la escucha de sus creaciones.

Por fortuna, Al Jardine, el otro enormísimo y maravilloso Beach Boy, así como sus impresionantes y festivos integrantes de su pequeña sinfónica de baroque-pop, mantuvieron a flote una tabla de surf que nos deslizó por la major ola musical jamás concebida. Al son inmortal de “California Girls”, “You Still Believe In Me”, “Don’t Talk, Put Your Head On My Shoulder”, “Caroline No”, “I Just Wasn’t Made For This Times”, “Fun, Fun, Fun (ó At The Hamburger Stand Now)”, “God Only Knows” (sin palabras, sólo todas las lágrimas que cargaba conmigo), formaron parte del repertorio del concierto de mi vida. Ahora solo me falta Nick Garrie en vivo y me doy por servido.

Gracias, Brian.

Cisneros, Rafael - Entre el horror absoluto y la catársis romántica (2)

1. Can I Stay With You? (Hablando de Nick Garrie…)

¡Me voy a casar! ¡Éste fue el año en que le pedí matrimonio a la mujer de mis sueños! ¡Así es! Al fin estamos comprometidos y no podríamos ser más felices. Mi novia es ahora mi prometida, Andrea Ramos, maestra de Literatura así como de Taller de Lectura y Redacción en una gran preparatoria, apasionada de Lady Gaga, la literatura, de Juan Pablo Villalobos y Harry Potter, de bailar toda la noche y de ser una rockola andante. Créanme, estar comprometido es una experiencia que recomiendo tanto como ir a Brian Wilson en concierto.

Les comparto el evento: ella y yo solemos ir a la “librería amarilla”, yo diría que bastante; ya juntamos nuestros puntos triples en tarjetita dorada y vaya que consumimos ahí. Aunque el catálogo de la librería G es de menores proporciones al de otras mucho mejores, el ambiente es agradable y los empleados son ya amigos nuestros. Así pues, me puse de acuerdo con el gerente actual y le pedí que me apoyara a mi plan de proponérselo a mi chica en uno de “nuestros lugares”. Así que una noche llegamos como de costumbre a hacer las respectivas compras y nos sentamos en una barra donde sirven café. Justo en frente tienen una pantallita donde la embestí con una bella sorpresa: vimos un vídeo que le hice de varios momentos grabados de nuestros tres años y medio de novios, al ritmo de mi cantante preferido (mi mejor amigo), Nick Garrie. La canción: Can I Stay With You? Del mejor disco de mi historia, The Nightmare of J. B. Stanislas. Al terminar el vídeo, la gran pregunta es colocada en pantalla, que la hace voltear a hacia mí, dándome la oportunidad de abrirle Si Viviéramos En Un Lugar Normal de Juan Pablo Villalobos al que, entre el sacrilegio y la buena causa, le había hecho un hueco en su centro, donde se lucía el anillo. Así pues, le volví a hacer la pregunta. Llorando a chorros, y con la sonrisa más épica del mundo, mi A me dijo que sí. Cinco veces seguidas. Al momento de abrazarnos, los empleados de Gandhi, y a quienes les tocó estar ahí, nos aplaudieron en un momento surrealista, en el sentido de que cosas así sólo suceden en películas cursis, y se convirtió en una realidad de apremiante sensibilidad. Así trascendidos ambos, esperamos la llegada de nuestra fecha nupcial. Hasta entonces, a seguir creciendo.

¡Feliz Año a todos! Sigamos creciendo, aguantando, descubriendo, e intentando no perder tanto la fe en esta repulsiva humanidad, siempre entregándonos a sus esperanzadoras excepciones.

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Rafael Cisneros
(León, Guanajuato, 1988) es escritor y cinéfilo. Ha producido, dirigido y editado numerosos videos para publicidad, grupos pop y cortometrajes artísticos. Ha publicado, bajo varios seudónimos, numerosos cuentos.

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