Jaime Panqueva
02:06
10/06/17

La economía contra el planeta

"No es la política, estúpido, es la economía la que está matando a nuestro planeta"

La economía contra el planeta

No es la política, estúpido, es la economía la que está matando a nuestro planeta. Y lo hace desde la escala más chica, desde el cuate que vende víboras a la orilla de una autopista, hasta los grandes complejos contaminantes que arrasan bosques completos en busca de arcillas bituminosas, las refinerías a punto de estallido, o la minería que envenena tierras y ríos.

La semana pasada, la salida de Estados Unidos del Tratado de París encendió todas las alarmas entre los grupos ambientalistas, mientras que ha llevado a grupos de lobby y negacionistas del cambio climático a descorchar las botellas de champagne.

Contrario a lo sucedido en noviembre del año pasado, cuando muchos decían que la volatilidad aumentaba y el mercado sufriría un colapso ante la victoria de Trump, desde enero, todos los índices se han mantenido sin excepciones al alza. Y, en particular las acciones de los conglomerados petroleros y mineros, han vuelto a despegar tras la noticia de medidas más laxas para los grandes emisores de carbono. El Dow Jones se mantiene en niveles récord; en año y medio ha subido casi 20%, rompiendo hace poco las 21.000 unidades. Wall Street celebra porque el progreso se refleja en estados financieros que no cesan de mostrar utilidades trimestre a trimestre, para satisfacer las exigencias de inversionistas cada vez más impacientes y voraces.

Mientras la economía celebra, el medio ambiente amenaza con entrar en una zona cuyos efectos tememos, aunque desconocemos del todo. Como todo sistema complejo, el aumento de las últimas décadas en una variable como la temperatura atmosférica puede acarrear consecuencias que atenten contra la vida en la tierra. Aunque Trump diga que el calentamiento global no nos matará, su “nos” aplica a quienes poseen suficientes recursos para comprar un rancho con aire acondicionado o alejarse de zonas que pueden ser destruidas por huracanes. La negativa a limitar de forma coordinada y multilateral el desarrollo, es la peor estrategia para la especie humana en estos momentos.

La búsqueda de un desarrollo sostenible nunca emergerá desde el mercado, absorto en las utilidades, no en sus consecuencias: exige tanto la intervención de los Estados a escalas nunca antes vistas, como esfuerzos desde la vida cotidiana. Dada la innegable interacción de las economías globales, es indispensable la coordinación internacional que vincule a los países más contaminadores. El Tratado de París, aun con sus grandes vacíos, constituía una esperanza para conformar un bloque global a favor del planeta. Sin embargo, y Trump lo ha demostrado a la perfección, la intrusión del Estado en los sectores productivos, ya sea tan sólo regulando o estimulando sectores claves, choca de lleno contra la ortodoxia liberal que clama por un Estado débil y fácilmente comprable.

Hablo de una escala global, pero sabemos que la tarea no es sólo de las grandes potencias. Si miramos a nuestro alrededor hay mucho que podemos hacer en nuestras ciudades. Colindamos empresas altamente contaminantes como Pemex, que se niegan a pagar multas por los daños ecológicos que causan sus desechos, y cuyos esfuerzos por no empeorar la calidad del aire son poco efectivos. Siendo una empresa del Estado, debería ser la primera en poner el ejemplo. Y sobre el cuidado del ambiente siempre volvemos al tema de qué tanto puede costar, porque ante cualquier exigencia de cumplimiento de normas ambientales, saltan los reclamos de que siempre se afecta a las empresas y, por ende, a la economía.

Cierro con esta cita de uno de los primeros manifiestos ambientalistas escrito en 1854 por el gran jefe Noah Sealth que se negaba a venderle sus tierras al gobierno norteamericano: “El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento - la bestia, el arbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor.”

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