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Marc Bolan, el guerrero eléctrico

Esteban Cisneros

Electric Warrior, imagen de portada
Electric Warrior, imagen de portada
Marc Bolan, el guerrero eléctrico

Hay un disco que me chifla, chica. De esos de los que recuerdas la primera vez que lo escuchaste, así de fuerte. Y la sensación no se va. No entiendo por qué me convierte en un ente más alucinado que el abogado samoano de Raoul Duke. Es que soy un memo babeante que sacude los huesos cuando lo pongo a girar. Y no entiendo. Pero tampoco quiero. Es uno de mis discos adolescentes porque es un gran disco de rock and roll: letras sobre chicas, narcicismo feroz y refulgente, guitarras punzantes y una lascivia brincona. Chica, Electric Warrior. Chica, Marc Bolan y T. Rex.

Alguno diría aquí que es un disco importante porque fue un detonador para el glam, ese bicho británico que se propagó como peste (y, sí, nació en las cloacas) y cuyos síntomas incluían maquillaje, ropa brillante, androginia y una ingesta indiscriminada de estupefacientes coloridos. Que Ringo y Lennon estaban más enamorados de Marc Bolan que de sus esposas (si recordaremos a Ringo como director de cine será en una película sobre T. Rex, Born to Boogie). Que fue el inicio de una buena época para el pop, porque permitió que Bowie y su Ziggy Stardust, Roxy Music, Mott the Hoople, Slade, The Sweet, Cockney Rebel, Gary Glitter y otras extravagancias ocuparan todas las portadas de todas las revistas y todos los sueños húmedos de todos los adolescentes, chicas y chicos por igual. Que todo chaval forraba la pared de su habitación con fotogramas de Lou Reed, New York Dolls, Iggy Pop. Que Marc Bolan es una de las más grandes estrellas del pop. Que a él sí se le puede llamar Estrella. Astro. Que fue a estrellarse con un árbol para morirse y permanecer leyenda. Que fue un pequeño mod, que siempre estaba buscando La Próxima Cosa Grande, que luego se pasó al folk más jipi tolkieniano y de repente ya era un monumento viviente a la locura y la pasión. Que, ay, es uno de los discos consentidos de esas revistas mamonas de música que, no haciendo honor a su nombre, ya están estancadas y llenas de moho y que aparece en cada listado de grandes discos que hacen. Que eso no le quita que es un álbum maravilloso.

Pero yo mejor te digo que lo escuché por primera vez en una cinta que me pasó un amigo. Que sentí el mismo vértigo que cuando vi a Cindy Crawford sin ropa en una revista, el corazón latiendo como un maratonista colocado. Que, aunque no tenía ni idea de cómo se veía ese Marc Bolan ni de qué se trataba T. Rex ni su universo de brillantina en las mejillas y pepinos en la entrepierna para lucir mejor, me parecía fenomenal lo que cantaba. Toqué esa cinta hasta que se rompió y me obligué a conseguir el disco; luego vi Born to Boogie en un cartucho VHS que se atoraba en la casetera; luego me aprendí todas las canciones y me encerraba en el baño, con la guitarra, a tocar Electric Warrior entero para sonar como Bolan, reverberación de wáter-closet y la regadera goteando para simular los gritos del público.

Di lo que quieras. “Jeepster”, canción jariosa donde las haya, fue banda sonora de bastantes calaveradas, ayuntes y marimorenas. “Get It On”, tal vez mi menos favorita, todos se la saben. Hasta tú. “Monolith” es la mejor canción de los Stones que no es de los Stones, superior incluso. “Cosmic Dancer”, hey, sí, todos nos ponemos garzas con esa canción. Inevitable. Himnazo, ¿no? “Planet Queen” es otra guarrada monstruosa y salida (“she used my head like an exploder / she used my head as a revolver”), impúdica y definitiva. “Rip-Off” sonaba tan curda como seguramente estaba yo cada que la escuchaba. “Mambo Sun” con su bebop moon, su alligator rain y sus stars on me beard era otro lúbrico himno al viejo in out in out: I got wild knees for you. ¡Chicas y ciencia ficción! “Life’s A Gas” se la canté a cada jeva que me dejaba tirado en el bordillo tragándome mi orgullo y mi apetito venéreo. ¡Lágrimas y simiente adolescente! I could have loved you girl like a planet, I could have chained your heart to a star. Pero ya no importa, la vida es una chufla. “The Motivator” funciona incluso hoy: I love the clothers you wear, so mean, so free. I love the velvet hat, the one that caused a revolution. One and two and… “Lean Woman Blues”, te estoy hablando a ti, pura tristeza (¿a qué se refería Bolan con la línea I’m blue?) “Girl”, un himno para Onan, cuántas veces te la canté. Chica. Chica.

Di lo que quieras. Yo digo Electric Warrior. Así suena un grupo tocando todos juntos en una habitación. Grabados por Tony Visconti. Con ocasionales irrupciones de un violonchelo. Y de un fagot (eh, menda, ¿qué es esa cosa que suena en el disco de T. Rex?) Es un disco que me chifla, lo siento.

Lo siento.

C/S.

 

 

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Esteban Cisneros
(León, Guanajuato) es panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú y los Beatles. Está convencido de que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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