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Mutek 2018 (III): Estaban tres alemanes y un inglés…

El autor reseña este festival

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Además de nuevos talentos todavía fuera del radar mediático, el festival se nutre de figuras ya reconocidas en el ámbito de la música electrónica y sus diversos contornos. Una repasada breve a germanos y británicos que atraviesan el Atlántico para hacer ruido por estos lares.

Nombre es destino: Alas sobre Berlín

Cofundador de la connotada disquera Kompakt y prolífico músico tanto en plan solista como líder de diversos proyectos en los que asume nombres distintos como si se tratara de facetas contrastantes, acaso por la carga que implicaba el propio que al final se convirtió en destino (llamarse así no debe ser nada sencillo dado el peso histórico de eterno ejemplo de genialidad), Wolfgang Voigt es una de las presencias preponderantes en el ambiente de la electrónica, revisitando diversos subgéneros que van del tecno con sus diversas variantes, al ambient pasado por ácido y lo que quepa en medio.

El oriundo de Colonia se dedicó a la producción durante la década de los noventa y bajo su nombre firmó el abstracto Sculpture (1999), seguido de 20 to 2000 (2000), en conmemoración del final del siglo; estampó su nombre en Freiland Klaviermusik (2010), en tesitura avant-garde, y en Kafkatrax (2011), como para convertirnos en insectos que rondan un castillo burocrático. Siguió grabando algunos discos de mezclas bajo su sello de origen, generando sonidos que nos llevaban a un extraño estado narcotizado, disfrutable pero al mismo tiempo inquietante. Durante el 2014 y el 2015 grabó una serie de obras bajo el título de Rückverzauberung.

Además del apelativo Mint, el incansable músico alemán es bien conocido por Gas, firma con la cual ha desarrollado una sólida trayectoria enclavada en un tecno minimal, como paseándose por las diferentes ramas de árboles por descubrir, tal como se expresa en las portadas de sus discos y que refieren a los recuerdos de su infancia alrededor de los bosques. Después del EP Modern (1995), apareció el homónimo Gas (1996), cual brillante ejercicio de calentamiento, para dar paso al absorbente y por completo hipnótico Zauberger (1998), sostenido por unas cuerdas en plan de sobrevivencia ante la avanzada de los ruidos digitales.

Siguieron Königsforst (1999), el EP Oktember (1999) y el más esperanzador Pop (2000), que lo lanzó al (re)conocimiento global. Tras atender otras ocupaciones como la de su disquera, volvió con este proyecto años después presentando el imprescindible Narkopop (2017), uno de los discos más importantes del año con un enfoque más abierto en el que cabía cierta intención orquestal. Rausch (2018) confirma el regreso del proyecto fortaleciendo el énfasis en esta integración orgánica, casi boscosa, sembrada de loops que nos hace dar vueltas en círculo buscando una salida que no existe.

 

Al final, siempre gana Alemania

En tanto, Sascha Ring, mejor conocido en los circuitos alternos como Apparat, debutó con el muy atractivo Multifunktionsebene (2001), continuado por Tttrial and Eror (2002) y Duplex (2003), su obra de consolidación. Ya entablado en la llamada IMD (música inteligente para bailar), presentó el EP Silizium (2005), seguido de Orchestra of Bubbles (2006) que antecedió a su rompimiento de fronteras vía Walls (2007), obra con la que se dio a conocer en el resto del planeta poniendo toques de dub y house en sus composiciones, en contraste con el más sobrio y discreto The Devil's Walk (2011), como tratando de encontrar al diablo en los bytes. En tono grandilocuente, entregó Krieg und Frieden (2013) para una puesta en escena que incluía orquesta y todo un arsenal para representar la guerra y la paz.

Por su parte, Marcel Dettmann mueve sus invasivas piezas tecno desde Berlín. Desde los años noventa del siglo pasado, entró a la prolífica escena electrónica en Alemania, nutrida en clubes y festivales que desafían el amanecer. Tras fungir como eficaz animador de fiestas efervescentes, condensó sus primeras mezclas en Berghain 02 (2008) y entregó el homónimo Dettmann (2010), navegando entre el ambient y el dubstep. Continuó en la línea trazada a partir de Conducted (2011), que le abrió puertas a escenarios de mayor envergadura. Dettmann II (2013) confirmó su reconocimiento en el cosmos de la electrónica y consiguió grabar Fabric 77 (2014) y DJ-Kicks (2016), marcas registradas para quienes trascienden fronteras. Participó en Rauch (2013) y junto con Ben Clock, confeccionó el espinoso Phantom Studies (2017).

Del campo a la consola

El inglés performancero, en algún momento juvenil futbolero Darren J. Cunningham, mejor conocido como Actress, optó por las consolas en lugar de las canchas y debutó con el sorprendente EP No Tricks (2004), anotando un gol completamente lucidor, insertando el espíritu funk en las lógicas digitales. Tardó, pero volvió con Hazyville (2008), preparatorio para Splazsh (2010), una de sus grandes producciones atravesada por acentos dubstep que acaban por envolver cualquier tipo de intención escapista, reforzada por R.I.P. (2012), con una orientación más etérea. Como curiosidad, este mismo año participó con Yayoi Kasuma, la artista japonesa de las “bolitas” en una presentación en el Tate londinense.

Continuó con Ghettoville (2014), conservando ese equilibrio entre la indagación electrónica y la atención a la composición con influencia escondida de las músicas negras, rock incluido, que confirmó primero con su participación en la serie DJ-Kicks (2015) y después con AZD (2016), disco que figuró entre las propuestas esenciales de aquel año con un R&B alterado, más allá de su mixtura de géneros. Con el cobijo de la Orquesta contemporánea de Londres, entre cuerdas y coros, grabó primero el EP Audio Track (2017) y después LAGEOS (2018), una obra de alcance espacial que apunta al contraste permanente entre el clasicismo y la música popular, confabulándose entre maravillosas épocas pasadas y presentes convulsos.

 

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