martes. 23.04.2024
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Parálisis transitoria decisional

Chema Rosas

Eliza Carthy y the Wayward band, Big Machine, imagen promocional
Eliza Carthy y the Wayward band, Big Machine, imagen promocional
Parálisis transitoria decisional

Por las mañanas llego al trabajo y anoto una por una las cosas que tengo que hacer ese día; integro los elementos del anterior que no logré terminar y observo. Sólo observo. Una vez que la lista está terminada –y que taché el renglón que dice “realizar lista”-  entro en una especie de estado catatónico por tiempo indeterminado. Si alguien me viera durante esos lapsos se encontraría con uno de los pacientes de Robin Williams en Despertares… aunque seguramente si aventaran una pelota me pegarían de lleno en la cara.

El fenómeno que describo tiene el nombre científico de “parálisis transitoria decisional” pero también es conocido popularmente como “garrotera de las dos tortas” o “garrotera de los dos cerebros” y se explica de la siguiente manera:

Cuando la mente encuentra una situación en la que no puede decidir de manera automática debido a la cantidad de opciones o a lo trascendente de la situación que se le presenta, entran al juego dos partes del cerebro:

Cerebro Racional. Ñoño, siempre lógico y responsable, está concentrado en evaluar y categorizar, trazando rutas y planes de acción. Es consciente de que se está haciendo tarde, pero las decisiones no se pueden tomar a la ligera. El orden en que realice las tareas determinará el éxito o fracaso de otros renglones en la lista… renglones que no podrán ser tachados y al final del día estarán ahí, todos incompletos y juzgando desde su trono de papel.

Cerebro Demente o francamente idiota. Tiende a ser más impulsivo y casi siempre se desentiende del problema para acordarse de cómo se llama esa canción de la que sólo recuerda un pedazo del coro que dice Taran dantararan taran tan tantan. “En el video había robots ¿cierto? Creo que eran rojos”. De alguna manera también es consciente de que se está haciendo tarde y que hay cosas que hacer, pero el otro cerebro se está haciendo cargo así que para qué preocuparse. ¿Ya revisé Facebook hoy? A fin de cuentas si nos vemos en aprietos sólo hay que inyectar algo de adrenalina al asunto para que las cosas salgan. Siempre hay tiempo para ver videos de animales haciendo estupideces.

Como ambos cerebros suceden de manera simultánea, el resto del cuerpo es incapaz de seguir el paso y entra en estado de suspensión animada. Las funciones vitales siguen operando, pero el centro de sensaciones se bloquea. En el mejor de los casos sólo se nota la mirada perdida, pero se han documentado casos en los que el sujeto es afectado en plena nevada y llega a la hipotermia antes de darse cuenta de que no se ha vestido… o peor,  escucha un disco de Arjona sin notarlo.

La parálisis transitoria decisional no es algo necesariamente malo, ni condición permanente. Se rompe en cuanto el cerebro impulsivo de da cuenta de que tiene ganas de hacer algo, y el cerebro lógico concluye que ése es el mejor lugar para empezar. El cuerpo puede moverse de nuevo, la vida sigue su curso y las listas también.

Ser consciente de mi condición me ha llevado a reflexionar sobre el proceso de toma de decisiones en general y he llegado a las siguientes conclusiones:

  • Unas decisiones son aparentemente triviales y se toman de manera automática, casi como rutina. Por ejemplo, elegir cereal y no galletas en el desayuno
  • Otras decisiones requieren discernimiento pues se consideran trascendentales y pueden definir el resto de nuestras vidas. Por ejemplo, elegir una carrera.
  • Hay quien por escoger cereal en vez de galletas salió de casa tres minutos más tarde, por lo que evitó el accidente en el que habría muerto de haber escogido galletas.
  • Es imposible conocer las consecuencias finales de cualquier decisión que tomemos, así que no tiene caso estresarse por cada cosa que hagamos.
  • Es imposible conocer las consecuencias finales de cualquier decisión que tomemos, así que no hay que tomar nada a la ligera.
  • La vida como la conozco es resultado de las decisiones que he tomado. Me gusta la vida como la conozco, aunque no tenga idea de qué es lo que estoy haciendo.
  • Una vez que sepa exactamente qué es lo que quiero en la vida, la toma de decisiones será mucho más sencilla.
  • La idea de tener que decidir qué quiero en la vida es tan aterradora como escoger galletas en vez de cereal para el desayuno.

Dicen que si no tomas las decisiones ellas terminan tomándote a ti, y eso tal vez sea inconveniente con el trabajo o ciertas situaciones de la vida personal… pero en el gran esquema de las cosas, creo que la única manera de descubrir qué es lo que realmente quiero en la vida es  no pensar demasiado las cosas y simplemente hacerlas, en un punto medio entre lo deliberado y lo accidental, entre lo trascendente y lo trivial. Eventualmente llegará el punto en que descubra que eso es lo que quería estar haciendo. O tal vez no.

Probablemente sí.

El chiste es no quedarse atorado en la parálisis transitoria decisional.

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco, incursionó también en la comedia.

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