Plazos

“Las buenas intenciones y el golpe de timón ya no tienen tiempo. La espera se agotó. No hay más plazo posible. Las promesas de cumplimiento han expirado en Guanajuato.”


 

La compasión es el motor del progreso moral.
La alegría empática es el motor del progreso social.

Jorge Wagensberg

 

La forma de contar el tiempo se traduce para unos y otros en plazos que a final de cuentas se vencen. Sean años, metas o promesas, todas tienen fecha de caducidad. Hace unos días oí una breve anécdota: “Una persona cuenta: Acabo de comprar un frasco de sal del Himalaya de 15 mil años de antigüedad, que tiene fecha de caducidad para diciembre del próximo año”. Cierto o no, el breve relato pone en evidencia el juego del tiempo en nuestras vidas. Un mundo donde la industria del consumo ha puesto fecha de caducidad a todos los productos, y si nos anímanos a pensar, hasta en todos los servicios –plazos para ejercer una garantía, fecha de término para una reclamación, etcétera.

Esto lo podemos llevar a la duración de los gobiernos –ahí están China y Rusia-, o a una obsolescencia programada que tira gobiernos y hace que todo termine en la basura y, en el mejor de los casos, en algún uso reciclable. La caída de unos regímenes y el ascenso de otros, cada vez se apega más al uso de las estrategias de marketing político y la conveniencia programada que los grandes intereses económicos, principalmente, pueden establecer —imponer- de cualquier forma.

El juicio político que ahora se realiza contra Donald Trump en Estados Unidos, la crisis política y la caída de Evo Morales en Bolivia, el arribo de Bolsonaro al poder en Brasil, el triunfo de Lacalle en Uruguay después de 15 años de gobiernos de izquierda —incluidos los años de José Mujica como presidente-, son parte de este vencimiento de plazos y, con ello, de los reacomodos de posiciones, visiones, inversiones e intereses de las sociedades nacionales, pero también de una expresión de la geopolítica global que  ajusta y toma el control con más desfachatez de países y regiones, buscando alinear las estrategias macroeconómicos que se dictan desde el G-7, desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Una cronología que tiene una medición única, la de la mayor ganancia posible y la del mayor control social deseable, con el menor costo económico posible.

El tiempo avanza y los plazos se vencen. Este domingo 1° de diciembre se cumplió un año del nuevo gobierno mexicano. La incertidumbre sigue siendo la moneda de cambio para no avanzar en los retos plasmados en el Plan Nacional de Desarrollo. Las ocurrencias y demás galimatías que se han dado desde Palacio Nacional en estos 365 días, no ayudan a concretar la certeza de los plazos asociados con el crecimiento económico y el desarrollo social.

Tampoco dan evidencia de los resultados en el largo proceso de empezar a reducir las brechas, atrasos e injusticias sociales de sexenios anteriores, y de imposiciones culturales y estructurales que son centenarias. Son tiempos actuales a los que desde el pasado se les cobran facturas históricas e imposibilitan los cambios urgentes y necesarios. Más allá de la 4ª Transformación, en la que todo es parte de otras alegorías relacionadas con el tiempo social y político que se vive, en el que los intereses de los sectores económicos prevalecen, y en la que hábilmente las élites saben comprar tiempo y se suben a también a tiempo al carrusel político.

Pero hay tiempos y plazos que agotan. Tiempos que cansan, más allá de la retórica del desarrollo social y económico. Las buenas intenciones y el golpe de timón ya no tienen tiempo. La espera se agotó. No hay más plazo posible. Las promesas de cumplimiento han expirado en Guanajuato.

Ahora que el Poder Ejecutivo de Guanajuato quiere comprometer parte del presupuesto de ingresos y egresos –que seguramente lo hará con el Congreso panista alineado- para “fortalecer” el gasto en seguridad pública, medida que demuestra la insensatez y la ominosa pérdida de tiempo en materia de seguridad y justicia que se ha tenido, y en la que el Congreso Local no logra entender que no se requiere más dinero, sino exigir una política de seguridad pública que sea integral, amplia, inteligente, estratégica y coordinada para atender las causas estructurales de las violencias y el delito, partiendo del penoso hecho de que Guanajuato esta en los primeros lugares de homicidios dolosos y tiene el segundo en feminicidios y  muerte violenta de menores. Se requiere una estrategia que implica el actuar con profesionalismo y desarrollar políticas públicas desde una visión soportada en la seguridad humana, para desplegar acciones de prevención de la violencia y el delito, que pasa por algo simple: cumplimiento de metas con plazos, en donde la vida y la seguridad de las personas es la principal responsabilidad y prioridad, respetando el Estado de Derecho y la vigencia plena de los Derechos Humanos. Por ahora, los plazos están vencidos y ya no debe la sociedad dar ninguna prórroga.