viernes. 19.04.2024
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Champions 2019 (V): Final Conservadora

"el llamado fair play, un poco en desuso para el resto de las ligas y reflejado en ir a la pelota más que al hombre y evitar el fingimiento de faltas: [...] una de las claves por las que la espectacularidad de sus partidos está más presente, además de la llegada y permanencia de jugadores y técnicos extranjeros de élite..."

Champions 2019 (V): Final Conservadora

La Premier se confirma como la mejor del mundo. Quienes reglamentaron este deporte como lo conocemos hoy en día (para no entrar en discusiones sobre su invención que fue progresiva), cuentan con un fútbol local que conserva ciertos atributos, sobre todo los relacionados con la idea de club que integra a los aficionados, toda una tradición irle a uno u otro equipo, y el llamado fair play, un poco en desuso para el resto de las ligas y reflejado en ir a la pelota más que al hombre y evitar el fingimiento de faltas: éste último es una de las claves por las que la espectacularidad de sus partidos está más presente, además de la llegada y permanencia de jugadores y técnicos extranjeros de élite.

Este año, Chelsea y Arsenal disputaron la final de la Europa League, con victoria de 4 a 1 para los primeros, mientras que el partido decisivo de la Champions también se disputó entre dos cuadros ingleses, incluyendo a 7 jugadores locales, reflejo del papel que desempeñó la selección en el reciente Mundial, después de una época oscura para el cuadro de la rosa: y eso que el campeón en el torneo local fue el Manchester City, rompiendo récord de puntos, seguido, curiosamente, por el Liverpool, que tiene la segunda mejor marca alcanzada en la historia de este mismo certamen: no le alcanzó para el título pero se muestra el poderío de varios conjuntos a diferencia de otras ligas, en donde solo dos o tres equipos destacan permanentemente.

Viejos conocidos

Suele suceder que cuando se enfrentan dos cuadros de un mismo país, los partidos se tornen más cerrados de lo habitual, con menos capacidad para la sorpresa y tendiendo a un costumbrismo que se impone sobre la novedad. Sucedió en la final disputada entre el Liverpool y el Tottenham: más lucha que claridad y escasa construcción de juego. La lógica del pelotazo y de los centros se impuso al tejido fino: ante el temor de perderla en zona comprometida, se optó frecuentemente por lanzar la pelota al frente a ver qué pasaba… y no sucedía gran cosa porque además el trabajo de ambas defensas se veía mucho más solido que los tibios y desarticulados embates.

Un gol tempranero que le hizo más daño que bien al partido, derivado de un penal discutible ejecutado por Salah: fue de esas anotaciones de vestidor que terminan por descontrolar a todos, incluyendo a quienes lo marcaron. En lugar de darle vida al desarrollo de las acciones, dio la impresión de generar en ambos lados una sensación de cuidado, unos para defender la ventaja y otros para evitar irse más abajo en el marcador. Pelotas de sesenta metros del Liverpool, mientras que los jugadores del Tottenham buscaban asentarse en el campo después del gol tempranero en contra: como si apenas llegas, empiezas a saludar y ya te pusieron en situación comprometida.

El primer medio se diluyó en una bruma de nerviosismo que provocó escaso fútbol, no obstante el talento presente de medio campo en adelante: algunos jugadores pasaban desapercibidos y otros, regresando de lesiones, no parecían estar listos para un compromiso de esta envergadura. La segunda parte inició con la misma tónica tensa y cansina, hasta que pasados los veinte minutos se empezó a abrir un poco el terreno de juego: buena combinación de los Rojos que empezó con despeje astuto del arquero y que concluyó en rasante tiro escapado cerca del poste. Era momento para que despertaran los Spurs.

Más sensación de peligro por parte de los Rojos, sin que necesariamente se trataran de lances que nos tuvieran al filo de la butaca, en tanto los de Londres, que estuvieron ateridos durante más de dos tercios del partido apenas lanzando un disparo a puerta, reaccionaron hacia el cierre del encuentro y empezaron el bombardeo. A diez del final, cañonazo de Son bien contenido por el arquero Allison, también deteniendo contrarremate abajo de Luca Moura, ingresado al campo para fortalecer el chato ataque del cuadro de blanco. Y cuando se veía cierta posibilidad del empate ante la presión fuerte pero tardía (ese tiro libre), llegó Origi, que había entrado de cambio, para sentenciar el juego con preciso disparo cruzado acompañado de la estirada infructuosa de Lloris. Ya no había tiempo para mucho más que dar la cara al sol.

Sexto título en la historia para el Liverpool y primero para su brillante entrenador Klopp, en una final que dejó el espectáculo para mejor ocasión en aras de la efectividad, abriendo y cerrando con un gol y produciendo pocas emociones en medio. El Tottenham Hotspur, bien comandados por Pochettino, llegó más lejos de lo esperado y queda ahí su gran actuación durante el torneo, si bien los mejores a lo largo del certamen fueron los del puerto, que ya desde el año pasado merecían mejor suerte. Termina el torneo donde se puede ver el mejor nivel que alcanza este deporte, si bien la emotividad sigue repartida entre el equipo favorito y la selección propia.