sábado. 20.04.2024
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Re-ligare, re-legere y re-eligere

"Esto sugiere, para las religiones, la urgente tarea de re-pensarse para seguir aportando, desde la más absoluta libertad, su lectura del misterio de la existencia y de lo que la trasciende."

Re-ligare, re-legere y re-eligere

Estamos en los quince días de mayor densidad religiosa para occidente, o para los países de mayoría cristiana o judía. Recién terminó la conmemoración de la muerte y resurrección de Jesús para los cristianos, y esta semana se celebra el Pesáj judío, la Pascua. Para algunos de los habitantes de este diverso país, es un tiempo de recogimiento y de invitación a la interioridad. Otros muchos se sienten, quizás, obligados a mantener formas exteriores de vida conforme a la tradición y a cumplir con la asistencia a los rituales y celebraciones. Otros, agradecen –más desde una perspectiva antropológica que religiosa– la posibilidad de observar tradiciones antiguas y pintorescas. Para la gran mayoría, aún para muchos bautizados, la temporada no pasa de ser una buena oportunidad para salir de la rutina y escaparse de vacaciones a cualquier lugar. Vivimos en una sociedad que se hace cada vez más secular, aunque la impronta religiosa siga empapando las formas en que transcurre nuestra vida cotidiana.

Las religiones han sido, desde épocas muy remotas, construcciones culturales que responden, básicamente, a la necesidad de vincularnos con el Misterio. Pero las religiones han sido mucho más que un modo de entender nuestra relación con lo trascendente. Déjenme jugar con tres raíces del término religión que podemos utilizar para ver tres dimensiones diferentes en el significado de la palabra: re-ligare, re-legere, y re-eligere,

La religión es re-ligare, una forma en que los seres humanos tratamos de crear vínculos con el Absoluto, con lo Trascendente, con la dimensión última de la realidad. Pero no sólo eso, porque al mismo tiempo que nos está ligando con el absoluto, está creando un vínculo entre humanos y de éstos con el mundo, con el cosmos. Esto les da a las religiones una gran complejidad porque se cruzan muchos elementos. Esta ligazón tiene una dirección vertical (ascendente y descendente) pero también horizontal, porque crea una comunidad de creyentes. Cada religión es una “catedral semiótica” (Xavier Melloni), es un conjunto de signos que se interpretan en el interior de su propia significación. Son muchos contenidos que nos acompañan desde pequeños y que nos dan una identidad, pero muchos de esos símbolos empapan también a otros estratos por su fuerza. La resurrección tiene un significado central en el cristianismo, pero tiene también una fuerza simbólica: el triunfo sobre la muerte, la esperanza, que superan los límites de lo religioso.

Las religiones son también re-legere, re–lecturas de la realidad. Ante el gran misterio de la existencia dan un significado a las grandes preguntas del ser humano: la vida, la muerte, el mal, el sufrimiento, el dolor, etc. Tienen, en este sentido, una función social importante: dan cauce a muchas inquietudes humanas. En algunos aspectos de esta función, las religiones han dado paso a otros recursos explicativos como la ciencia y la filosofía. Pero ante el absoluto de la muerte, por ejemplo, siguen aportando respuestas más allá de lo perceptible. La religión tiene que ver también con elegir, re-eligere. Cada religión es una elección libre del vínculo que queremos establecer con la divinidad y con los demás creyentes y es, o debe ser, la posibilidad de elegirlo sin miedo. Cuando esto sucede, la religión nos hace más libres. Cuando una religión ocupa totalmente el espacio mental, geográfico, político, de toda una comunidad humana, puede haber problemas en este sentido, porque el que no está de acuerdo con la religión dominante, se pone en peligro, muchas veces porque la comunidad cree que es él quien pondrá en peligro toda la unidad y el sentido de la comunidad. Entonces el disidente es frecuentemente sometido u obligado y la religión para él pierde todo sentido.

La realidad es que las religiones han sido signo de esperanza y también de condena. Han sido generadoras de paz y de guerra, de unión y de discordia. La principal razón ha sido la pérdida de sus raíces. Han dejado de ser, para muchos, re-ligare, la herramienta para vincularse con el Absoluto, atrapadas en instituciones religiosas desprestigiadas y en un ritualismo vacío incapaz de lograr atisbos del Misterio. Han sido incapaces de hacer una re-lectura de una sociedad siempre cambiante: esclerotizadas y fijas en realidades pretéritas, sin capacidad para hacer nuevas propuestas para el bien vivir. Se han convertido, con harta frecuencia, en instituciones que se funden con el poder temporal y que contravienen la libertad de elegir, ocasionando frecuentemente enfrentamientos sangrientos.

Esto sugiere, para las religiones, la urgente tarea de re-pensarse para seguir aportando, desde la más absoluta libertad, su lectura del misterio de la existencia y de lo que la trasciende. ¿Debe el estado laico interesarse en lo que pasa con las religiones? Desde luego, porque la laicidad significa la no identificación del Estado con una creencia en particular. Pero no se pude ignorar el papel que tienen las religiones en la conformación de vínculos, al dotar a las comunidades d e referentes de sentido, de símbolos comunes, de relaciones filiales y de esperanza. Todos componentes útiles para la reconstrucción del tejido social.