sábado. 20.04.2024
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¡Siempre listos!

Chema Rosas

¡Siempre listos!

Hace mucho tiempo, por una temporada breve fui Boy Scout y fue suficiente para aprender tres reglas fundamentales: buscar siempre lo mejor, hacer una buena acción cada día y -la más importante- estar siempre listo. Cuando era un niño de siete años que había entrado al grupo de los lobatos eso significaba tener las agujetas de los zapatos amarradas, las calcetas lo más alto posible y con su distintivo amarillo, los shorts asegurados con un cinturón negro del cual iba amarrada una cuerda de piola blanca, camisa reglamentaria con insignias y pañoleta con los colores de mi grupo… pero pocas cosas me hacían sentir tan preparado para cualquier adversidad como mi cangurera y lo que cargaba en su interior:

Tarjeta telefónica: Los teléfonos públicos ya no aceptaban monedas, en cambio había que utilizar ese dispositivo innovador y de alta tecnología con crédito pre cargado. Hoy parece una ridiculez –y los niños de cinco años pueden hacer video llamadas a Japón desde cualquier tablet- pero en ese entonces, saber que podía usar el teléfono de la esquina para llamar a quien quisiera era una especie de súper poder.

Agenda magnética: Complemento tecnológico de la tarjeta telefónica. Consistía en dos imanes encontrados que encerraban un acordeón de papel con dos columnas impresas. Ahí, por orden alfabético tenía todos los teléfonos que un niño de siete años podría necesitar: Casa, consultorio de mi papá, número de bíper de mi papá, teléfono de todos los amigos que tenían teléfono en casa –que eran como tres- y al final había anotado el de los bomberos y la Cruz Roja.

Costurero: Por alguna razón, no hay un grupo que valore los costureros de viaje tanto como los scouts. La habilidad y recursos para coser un botón de emergencia podría salvarte la vida; no vaya a ser que te persiga un animal salvaje y tengas que correr mientras te detienes los pantalones con la mano.

Dedal metálico: Si intentaba pegar un botón o remendar calcetines mientras me perseguía un animal salvaje, no me iba a arriesgar a picar mi propio dedo con la aguja y contraer tétanos o algo peor.

Lupa: Para ver insectos de cerca y prender fuego amplificando la luz del sol. No me enorgullece, pero confieso que en un par de ocasiones combiné ambos usos.

Navaja suiza: Era más bien un llavero de navaja suiza en miniatura. De todos modos, venía con un mondadientes, pincitas para quitar astillas, lima de uñas y la advertencia paterna de que ni se me ocurriera sacarla y mucho menos la navajita porque no era un juguete y ay de mí si me veían usarla. Creo que nunca la usé, pero saber que estaba en mi cangurera era suficiente para sentir que, en caso de emergencia, podría usarla para convertir un cactus en rayo láser, como Macgiver.

Libreta y pluma. Para anotar cualquier pista importante, o escribir mensajes en códigos secretos. A decir verdad, casi todas las hojas terminaban con el escudo nacional o con Sor Juana de Asbaje impresos en rayones de pluma con ayuda de una moneda de mil pesos. Es un truco del que me sentía muy orgulloso, pues Indiana Jones lo había utilizado para rescatar las inscripciones grabadas en la tumba de un caballero templario.

Imán: Porque todo buen scout sabe que no necesita brújula si trae un imán, corcho y aguja en su costurero. No conozco una sola persona que haya utilizado ese tipo de brújula improvisada, pero había algo reconfortante en saber que, aún sin brújula sería capaz de apuntar al norte en caso de ser necesario. Por otro lado, siempre es divertido jugar con imanes.

Canicas: La reta de caicos podía ocurrir en cualquier momento y casi en cualquier lugar. Además, si en algún momento me perseguían un par de ladrones, podría aventarlas al piso para que resbalaran de manera cómica. En casos extremos podrían utilizarse como munición de resortera, lo malo es que todas las resorteras que tuve de niño terminaban con la liga rota y una línea roja en mi cachete.

Pasó el tiempo y los adultos de ahora no traemos cangurera y, aunque eso es posiblemente un acierto de la moda, tampoco lo hemos sustituido con su equivalente bati cinturón o algo parecido. Estamos a la merced de la adversidad.

Si nos quedamos sin pila en el celular tendríamos que viajar a 1999 para encontrar tarjetas ladatel que posiblemente no nos sirvan de mucho, ya que no nos sabemos los números de memoria y no cargamos con agendas magnéticas; tampoco tenemos manera de pegar un botón de emergencia en caso de un botonazo por exceso de tacos, y si nos persiguiera un animal salvaje tendríamos que sostener nuestros pantalones de la cintura. Las navajas suizas están olvidadas en las guanteras de los coches y sólo se usan eventualmente como destapador, pero lo peor de todo es que estamos completamente indefensos ante una reta de canicas.

No digo que sin usáramos cangureras el mundo sería un lugar mejor o más seguro, sólo creo que vale la pena estar siempre listos para buscar lo mejor, hacer una buena acción y encontrar el norte en caso de ser necesario.

 

 

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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