sábado. 20.04.2024
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EL PARIETAL DE CHOMSKY (COMUNICACIÓN Y LENGUAJE)

El tacto como agente de interacción

Imelda Díaz Méndez

Tachas 12
Tachas 12
El tacto como agente de interacción

 

Tales alianzas se sustentan sobre cierto aceite engrasante que les permite, primero, la posibilidad de establecerse y, después, mantenerse; ese aceite es el de las diferentes prácticas de contacto físico.
Sebastià Serrano

 

I

La fragilidad del hombre frente a algunos de sus posibles depredadores lo obligó a constituir sociedades y a relacionarse con los demás para obtener beneficios de la colectividad, tales como resguardo, protección, auxilio, compañía, colaboración. Sin embargo, la compañía se volvió más compleja, se establecieron nuevos esquemas de comportamiento y se desecharon otros que satisfacieron más a las nacientes sociedades. La correspondencia fue factor determinante para que la unidad grupal se mantuviera y se desarrollara una especie de fidelidad hacia cada uno de los integrantes del grupo. Todo lo anterior dio sentido de unidad tan grande que cuando moría una persona, la comunidad en general sentía realmente el deceso.

Las relaciones entre los integrantes de la sociedad se estrecharon y la necesidad inherente de estímulo corporal favoreció a las relaciones en pareja. El sexo modificó su concepto; ya no sólo fue considerado como el acto en el que el hombre y la mujer se unían para satisfacerse, sino como un elemento que determinaría el estado monogámico en el que la relación sería más perdurable que los encuentros casuales e implicaría una responsabilidad superior. Como consecuencia de las transformaciones apareció el concepto de matrimonio, sociedad que fue alabada por la comunidad como algo positivo para la cohesión de los integrantes del grupo social.

De acuerdo a Sebastià Serrano el roce entre los integrantes de la comunidad formó lazos más fuertes que permitieron una sociedad que vio en la familia la cédula unificadora y la agrupación fundamental para integrar a la sociedad y así conformar redes de ayuda mutua.  

Tactos y contactos constituyen a largo plazo el hilo generador de los vínculos con que habrá de tejerse la red de relaciones grupales a partir del espacio de las interacciones y que todos manifestamos a través de las variadas conductas del emparejamiento, del agrupamiento familiar, de las asociaciones o de las condiciones.[1]

 

No obstante, la relación directa y continua favorece el fortalecimiento de los vínculos afectivos, pero a la vez desencadena fricciones que son parte del proceso natural de la convivencia.

Las transformaciones dejan cosas positivas y se desechan prácticas que dañaban a la convivencia gracias al pensamiento reflexivo; sin embargo, también acarrean cosas adversas, no todo es blanco y negro; es decir, que muchos veces, cuando se mejora en cierto aspecto, también se degrada en otros. Lévi-Strauss menciona lo siguiente:

La humanidad en progreso no se parece nada a un personaje

subiendo a una escalera, añadiendo con cada uno de sus movimientos, un nuevo peldaño a todos los que ha conquistado ya; más bien recuerda al jugador cuya suerte está repartida entre varios dados y que, cuantas veces los lanza, los ve desparramarse por el tapete, provocando otras tantas cuentas diferentes.[2]

 

Lo anterior deja de manifiesto que los descubrimientos y los llamados “avances tecnológicos” no siempre están en relación directa con la mejora de las condiciones de vida. Las novedades modifican algunas situaciones que repercuten directamente en la convivencia y que la misma sociedad se encargará de interpretar como positivas o negativas.

En la actualidad la expansión impresionante de la tecnología, relacionada con la telecomunicación, ha modificado, primordialmente en los medios urbanos, varios rasgos característicos de la relación entre los integrantes de la sociedad. Los cambios tienen aspectos específicos que para algunos resultan positivos y para otros negativos. En los siguientes párrafos se describirán algunos de los aspectos que se pierden y los que se ganan con las nuevas tecnologías, tomando como base Comprender la comunicación de Sebastià Serrano. 

II

La tecnología, vinculada con la comunicación a distancia, ha propiciado que las personas puedan interactuar, en ciertos grados, con otras personas que están situadas en un punto geográfico lejano. Pueden charlar, escucharse y observar en tiempo real lo que su interlocutor emite, conocen los sentimientos que expresa, el tono de voz y las fisonomía de su rostro; pero, qué sucede con el tacto, con esa forma tan particular que han desarrollado los humanos desde la génesis de las sociedades?

El tacto es fundamental, por algo la piel es el órgano más amplio del cuerpo y el principal receptor de contactos externos. Su alcance es tan grande que Aristóteles menciona lo siguiente respecto al tacto en Ética Nicomaquea:

Es decir que el desenfreno se relaciona con el sentido más universal de todos, el que poseemos en razón del hecho básico de nuestra animalidad, y que justamente por eso es también el más vituperado. Bestial es entonces y preferir por sobre todo los placeres del tacto.[3]

 

Queda claro que para Aristóteles el tacto es uno de los actos más reprobables, pero no por lo que encierra dicha situación como tal, sino porque de acuerdo a su punto de vista no hay otro vicio más adictivo que el de contacto y, como vicio, favorece la inmovilidad del ser humano. De tal manera, el tacto es reconocido como un elemento que produce placer en mayor o menor medida porque se instaura desde el momento mismo de la concepción, en el que la madre toca de manera tierna su vientre mientras espera el nacimiento de su bebé.

El tacto no sólo se vincula directamente con los placeres o con lo erótico, ni está unido indivisiblemente a la vida en pareja, es un acto social que permite optimizar las relaciones y el contacto (aceptado) entre personas muestra un mayor grado de aceptación. Un saludo a la distancia no significa (en grado de cercanía) lo mismo cuando se realiza a la distancia, agitando la mano, que cuando se estrechan las manos del otro o se tocan las mejillas con un roce de labios.

El contacto entre personas es sinónimo de confianza, a mayor cercanía e interacción táctil habrá mayor contigüidad afectiva. Un hijo (niño) tendrá la confianza de acercarse a su padre, tocarle la cabeza, abrazarlo o subirse a sus piernas mientras le solicita algún regalo. En cambio, los empleados de la empresa, cuando requieran aumento de salario, lo harán de manera formal, por medio de una solicitud y se evitará el excesivo contacto como acto de reverencia. Generalmente, cuando se desaprueba la presencia de cierta persona, se evita todo contacto físico como la principal muestra de repudio.

Las redes sociales se han convertido en el medio ideal para comunicar pensamientos, necesidades y afectos. Por medio del ordenador se puede “charlar” con una o varias personas, pero no existe el contacto, el oído y la vista predominan. Si bien existe un intento de imitar el contacto en las redes sociales como los llamados “toques”, el cual es un comendo que simula el movimiento de la pantalla. El predomino de los canales auditivos y visuales llena de alguna forma la soledad que genera la distancia; sin embargo, rompe con la tradición del contacto, pues “Las emociones y los comportamientos táctiles asociativos contribuirán en gran medida al fortalecimiento de unos vínculos”.[4]

En la actualidad el ritmo de las actividades y las  distancias que se deben recorrer para llegar a los centros de trabajo genera que la comunicación se efectúe a través de los medios de telecomunicación. Cierto es que la telecomunicación a distancia es un factor para que no haya una separación total, también es cierto que no favorece el vínculo afectivo del tacto. La falta del contacto genera tensión, provoca que el afecto disminuya en proporciones distintas y que haya un olvido paulatino de uno de los sentidos que fortalece la unión entre las personas como es el tacto.

Otro rasgo que se diluye parcialmente con la comunicación a distancia (exceptuando las transmisiones en tiempo real) es la capacidad expresiva, la lectura de los gestos y las posturas que acompañan al discurso. Todos esos rasgos que favorecieron la complejidad se pierden, pues es necesario precisar que el cuerpo reacciona de manera inconsciente ante los estímulos externos, cosa que no sucede con los actos como el de la escritura. La falta de leer y anticipar reacciones de acuerdo a los movimientos expresados por otra persona puede generar inconsciencia respecto a los demás y convierte la comunicación en un acto más individualizado, con base en los sentimientos propios y no en los ajenos.

El flirteo es otra de las cosas que se limitarían, pues las conductas como el toque constante del cabello, las sonrisas a hurtadillas, así como el movimiento involuntario de las manos o los pies se verían desvinculados de la comunicación. Esos apoyos visuales e involuntarios son estrategias adaptativas que se han desarrollado durante siglos como procesos de comunicación. Las posturas indican casi tanto como el lenguaje y erradicar esas prácticas socioculturales llevaría a la modificación de la interacción tal como se concibe en la actualidad.

El contacto, muchas de las veces, se utiliza para atemperar las reacciones y funciona como tranquilizante en momentos difíciles, es por ello que muchas veces se prefiere un abrazo, al discurso repleto de palabras reconfortantes. Como ejemplo se puede enunciar el siguiente: una persona camina por la calle y hay un choque involuntario, de inmediato se ofrece una disculpa mutua, a pesar de que sólo uno haya tenido la culpa. En cambio, cuando hay un choque de automóviles, por muy insignificante que haya sido el golpe, las reacciones son negativas. Si bien se puede argumentar que hay un interés económico de por medio, también es cierto que la falta de contacto es factor que contribuye a tal situación.

III

En la amplia gama de citaciones que describe Marina Arjona en el artículo “Un punto de vista sobre el maltrato” está la de ignorar y mentir. Cuando se omite una respuesta de manera intencionada se incurre en el maltrato. Las nuevas tecnologías favorecen tal práctica común y fácil. Reconocer los elementos que se pierden en la comunicación a distancia es fundamental para dimensionar las situaciones y para darle un justo valor a la palabra que se recibe, pues, encubiertos tras el teclado de un ordenador, se pueden preferir muchas palabras algunas veces sin la reflexión e intención adecuada.

Las nuevas tecnologías no se pueden catalogar en el presente escrito como algo negativo, pero sí es necesario resaltar qué se pierde con el uso y el abuso de los recursos tecnológicos. Si la interacción cambiara tan drásticamente que sólo fuera posible comunicarse a través de la tecnología se estaría modificando la forma de conducta, quizá el sentimentalismo quedaría segregado y los parámetros para conformar una sociedad comunitaria o matrimonial serían otros, tales como el dinero, la posición social, color de piel, entre otros.

El tacto es indispensable para comunicar afecto, para hacer sentir a los demás y para sentir, para estimular ciertas partes del cuerpo y generar endorfinas, sustancia que provoca relajamiento. Quizá uno de los aspectos importantes es el reconocimiento de los otros sentidos, del tacto, del olfato, el gusto y, no sólo, la vista y el oído. Identificar los otros sentidos receptores es básico paras lograr equilibrio en la forma de percibir el mundo. No es fácil omitir que: “La mayor parte de las especies primates dedicamos entre el 5 y el 20% de nuestro tiempo a desarrollar prácticas relacionadas con el tacto.”[5] La pérdida del tacto en las relaciones modifica conductas; si resultan positivas o negativas, toca al tiempo determinarlo, pues los cambios sólo representan nuevas posibilidades de vivir y convivir en sociedad. 

[1] Sebastià Serrano, Comprender la comunicación, Paidós, Barcelona, 2000, p. 247.

[2] Claude-Lévi-Strauss, Antropología estructural, Siglo XXI, México, 1983, p. 317.

[3] Aristóteles, Ética Nicomaquea, Tomo, México, 2003, p. 70.

[4] Sebastià Serrano, op. cit., p. 251.

[5] Ibid., p. 246.