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Twelve Angry Men: Doce cineastas, maestros y amigos [I]

Rafael Cisneros

Twelve Angry Men: Doce cineastas, maestros y amigos [I]

Un profesor es aquella persona en disposición de compartir conocimiento a un determinado grupo de personas, labor difícil y provechosa para cualquiera que tenga sentido de empatía y vocación. Un maestro es una persona que no necesariamente imparte materias específicas, sino que aplica sus conocimientos a formas prácticas, intelectuales y anímicas en el día a día donde puedes cruzártelo. Ambos sujetos, profesor y maestro, son capaces de entablar relaciones directa o indirectamente con un grupo indeterminado de personas.

Un gran amigo, por otro lado, puede ser ambas cosas, y lo mejor, su poder de influencia y empatía puede llegar a tales grados que uno no tiene siquiera qué conocerlo en persona. Un amigo dispone pequeños y grandes aportes a nuestra humanidad, ya sea a través de un íntimo consejo de maestro, un dato práctico a manera de profesor… o a través de una película para toda una vida. Es verdad que uno aprende a querer a otro ser humano a través de su obra, no solamente admirarlo (todos aquí entendemos perfectamente esta circunstancia).

Quisiera ahora dejarles, en breve, con los diez cineastas que se han transformado en mis más personales maestros a lo largo de mis larguísimas y sagradas jornadas descubriendo cinta tras cinta. Estos son mis grandes parnas cuentacuentos, ya sea por sus estilos cinematográficos (técnicas narrativas y creación de circunstancias y personajes) o por sus propias teorías respecto a la vida, el universo y todo lo demás.

12. Mark Romanek

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<p><a href="https://vimeo.com/3554226">Nine Inch Nails: Closer (Uncensored) (1994)</a> from <a href="https://vimeo.com/ninofficial">Nine Inch Nails</a> on <a href="https://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Sigo el trabajo de este parna desde los 90, cuando los music videos significan algo, cuando no eran meramente el acompañamiento audiovisual obligatorio para el marketing del producto (sí, todo eso). Si bien sus películas no me causaron mayor impacto (hasta el momento no me han dado renovadas ganas de volver a ver One Hour Photo o Never Let Me Go), fueron sus videos musicales los que han tenido una influencia definitiva en mi trabajo diario (siendo camarógrafo). Él es mi influencia más directa al momento de decidir tomas y ajustar la iluminación, o cuando debo indicarle algún gesto a los respectivos modelos o actores (‘talentos’ como se dice en la publicidad, muy buen chiste). Su estética se basa directamente en sus influencias (Kubrick, Marker, Tarkovsky), realizando una aplicabilidad de sus estilos más allá de un simple plagio, ya que adapta la respectivas tomas muy acorde a las atmósferas de la pieza musical o al artista. Buen ejemplo son los despampanantes videos que realizó para Madonna que rebasan el simple acompañamiento y convertirse en parajes visuales que se mantienen en nuestra memoria (ahí está Bedtime Story con imágenes de Andréi Tarkovsky y Remedios Varo, o Rain, donde Akira Kurosawa estuvo a punto de aparecer; no se dio). O aquel hermosísimo video para k.d. Lang (Constant craving) en impecable escala de grises que retrata la premiere de la obra de Beckett, Esperando a Godot. O Jump They Say de Bowie, donde hace referencias directas a La Jetée, 2001: A Space Odyssey y Alphaville. Romanek es también alguien cuyo trabajo es editado a total y completo ritmo de la respectiva canción, como si cada acorde tuviése una imagen de acompañamiento, y cada golpe de batería o guitarra eléctrica una señal para cambiar a un solo segundo o varias secuencias de imágenes que representan algún momento predilecto de la canción.

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Romanek, ese barbón de voz agudilla, fanático de Edward Gorey, pionero en su área y artesano de indescriptible imaginación y esfuerzo, es responsable de muchos de los vídeos más icónicos y memorables de todos los tiempos. Digo… ¡la jodida lista! Devil’s Haircut de Beck, Closer y Perfect Drug de Nine Inch Nails, Little Trouble Girl de Sonic Youth, 99 Problems de Jay-Z, Criminal de Fiona Apple, Got ‘Til It’s Gone de Janet Jackson, Strange Currencies de R.E.M., El Scorcho de Weezer, en fin.

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Hay un ‘pero’ en su filmografía, por desgracia. No importa si lo dirigió Mark Romanek, pero ni siquiera él me hará ver un music video de esos culeros de U2. Ever. Lo siento.

11. Abdellatif Kechiche

Aunque sólo he visto 3 de las 5 películas que hasta ahora componen su filmografía (Vénus Noire, The Secret of the Grain y La Vie D’Adéle, esta tercera siendo una de mis diez películas favoritas de todos los tiempos), ya puedo contar a este hombre entre mis más claros ejemplos de narrativa anímica, siguiendo la diversa y en veces dispersa línea que compone la vida misma. Si bien las generaciones anteriores tuvieron el honor de crecer con las cintas de John Cassavetes (no digo que estas generaciones están privadas de tan magníficas cintas), nosotros caminamos al tiempo que el legado de Kechiche reaparece y construye sus formas, explorando historias a través de una empatía tan colorida como auténtica.

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Si la originalidad ya no es posible, sugiero un vistazo a cualquiera de estas tres películas y reconsiderar la autenticidad, que aún existen formas y contenidos sin explorar. Sus aproximaciones a la intimidad humana llegan a tal grado de apreciación y comprensión que es imposible sentirlas en veces como los mejores documentales sobre la faz del mundo, testimonios que no se dirigen a nosotros como entrevistados, sino a través de comportamientos, gesticulaciones y decisiones que nos caracterizan en momentos de intimidad, algo que, siendo nosotros mismos, apenas y notamos en vida real.

Por lo pronto, sólo me queda recomendarles la triada que he visto hasta ahora: Vénus Noire, que se basa en la vida de Sara Baartman (la Khoikhoi que los europeos exhibían como simio); The Secret of the Grain, la historia de un hombre que inicia un restaurante porteño y su familia afronta las dificultades del negocio; y claro, La Vie D’Adéle, historia de una vida y de su respectivo amor, el coming-of-age de todos los tiempos.

10. Aki Kaurismäki

Temo que estoy mucho menos al corriente con la filmografía de Kaurismäki que con la de Kechiche. El mundo del cineasta finlandés cuenta con 18 películas, de las que yo apenas he visto 8 (en particular su Proletariat Trilogy y I Hired A Contract Killer han dejado un considerable impacto en mi vida, y como ignorante de porquería no he visto Le Havre; ¡pero aún hay tiempo!).

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Lo que me asombra de Kaurismäki es la ternura de sus personajes, sean obreros o perdedores, sean gente como uno o asesinos a sueldo, sean hombres de negocios o prófugos de la ley, cada uno de ellos presentan tal simpatía que es imposible juzgarlos; por el contrario, disfrutamos de sus errores, de sus inseguridades que se vuelven las nuestras, de sus decisiones que apoyamos y que, curiosamente, lucen mucho a la verdadera búsqueda por ser libres de sus difíciles vidas, consumidas por el tedio o por aspiraciones sin cumplir. Kaurismäki ama a sus personajes, y se nota, porque hace que nosotros los amemos como a algún viejo amigo, algún conocido en aprietos, o como a nosotros mismos en circunstancias parecidas.

Como extra, sólo Kaurismäki hace que un puerto despintado, un departamento resquebrajado o una fábrica oxidada luzcan tan coloridas como una canción; y justo como las canciones que rondan en sus soundtracks, pura sabrosura entre puertos añejos y callejones (aparentemente) sin salida.

09. Larisa Shepitko

La partida prematura de Larisa Shepitko en un accidente automovilístico a sus cortísimos 40 años nos duele a todos los que llegamos a descubrirla. Con Wings y Voskhozhdeniye (rescatadas por Criterion Collection en un invaluable paquete), son suficientes para nombrarla uno de los grandes atributos de la Historia del Cine, independientemente de clasificarla entre el específico cine soviético. Hablando únicamente de este par cinematográfico, con Wings (su debut que filmó casi inmediatamente al salir del Instituto Cinematográfico Gerasimov en Moscú), abarcó la historia de una joven piloto de la Segunda Guerra Mundial que no logra conectar con su hija ni con las aptitudes de las nuevas juventudes, una manifestación bastante valiente que me hace recordar (y espero no se vea como una ofensa para los ortodoxos) los trabajos de Svetlana Aleksiévitch, donde la fuerza de las mujeres en plena guerra yacen en desventaja ante las circunstancias y sus propias responsabilidades, sean guerreras o madres por naturaleza. Tiempo después filma Voskhozhdeniye (El Ascenso), su última película, de la cual hablé brevemente en mis anteriores Cien Películas Para Una Vida. Narra la historia de un par de soldados soviéticos que, luego de un patrulleo fallido, caen prisioneros de un campamento nazi y ahí deben esperar su sentencia de muerte o su perdón condicionado, uno de ellos logrando alcanzar la iluminación mortuoria más allá de la simple resignación.

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Su marido, el también cineasta Elem Klimov (responsable de esa monstruosa pesadilla que es Come and See, la mejor película de guerra que se ha filmado jamás), le dedicó dos tributos que pueden considerarse parte de su legado: un breve y precioso documental simplemente titulado Larisa, y el haber completado una cinta en la que trabajaba antes de su muerte, Farewell.

Hay, ciertamente, una forma de brindarle larga vida a Larisa Shepitko: retomando sus películas, grandes patrimonios de la humanidad.

08. Pier Paolo Pasolini

Actor, escritor, intelectual, cineasta, activista, político, filósofo, reportero: Pasolini cumple con la definición más precisa de ‘artista’. Su aporte cinematográfico a nuestras vidas abarcan desde el neorrealismo italiano (Acattone, Mamma Roma, Pajaritos y Pajarracos), la teatralidad social y política (Teorema, Porcile), hasta la fantasía aplicada tanto para la apreciación estética del deseo (su Trilogy of Life) como para la denuncia humanitaria (Salò o Le 120 Giornate di Sodoma).

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Constantemente preocupado por su contexto histórico, Pasolini se comprometía con fiereza, mente y cuerpo a las denuncias manifestadas en el cine y la literatura, siempre descriptivo de las rupturas sociales, la juventud desperdigada en un mundo que la odia, las obsesiones sexuales aplicadas tanto a la intimidad como a las leyes políticas, y las reuniones humanas en complot para la trascendencia o en tributo a la barbarie. Siempre fue consciente de las consecuencias de sus actos auténticamente rebeldes, esto sin ser un anarquista gratuito, sino un obrero (‘Todos estamos en peligro’ es el título de su entrevista final, la noche anterior a su horrendo asesinato).

Víctima ejemplar de la injusticia, Pasolini es actualmente apreciado con suma justicia como uno de los grandes artistas europeos del siglo XX.

07. Milos Forman

Extravagante en estilo, tanto en barroquismos como en grisácea cotidianidad, Milos Forman es el exponente de la Czech New Wave con mayor éxito, habiendo emigrado a los Estados Unidos después de un severo exilio y obtenido enorme éxito con algunas cintas que ahora son consideradas de las mejores en la historia de Hollywood. Esto, desde luego, no afecta negativamente a sus aportes cinematográficos.

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Desde sus primeros trabajos en su natal Checoslovaquia (Black Peter, Loves of a Blonde y Firemen’s Ball) hasta su obra norteamericana (Man On The Moon, One Flew Over The Cuckoo’s Nest, Valmont, Hair –que para serles franco, no me gusta mucho o casi nada– y desde luego, Amadeus, mi segunda película favorita), Forman ha mostrado un matiz casi de carnaval para retratar historias donde los personajes vienen y van entre la seducción y los placeres del arte, y la perdición de sus talentos.

Si se conoce su filmografía, podemos notar un cambio en sus tratamientos, que no necesariamente en sus temáticas: su cine europeo retrata pequeños individuos (sujetos cotidianos) en constante lucha con circunstancias que salen de sus manos, siempre por algún contexto de represión que los obligan a la rebelión o al vil desmadre; y una vez en el exilio, su cine americano retrata a grandes individuos, grandes figuras de los medios, las artes y las clases sociales cuyos talentos son su maldición (Mozart, Randall McMurphy, Andy Kaufman, Larry Flynt, Valmont), siempre extranjeros de sus propios entornos, condenados a perecer en un mundo que envidia a los espíritus libres por naturaleza y, por tanto, destruye despiadamente, sin sutilezas ni piedades.

Ciertamente un reflejo de su condición de extranjero en un mundo que, para su fortuna, terminó aceptándolo lo suficiente como para poder hacerse de residencias tanto en su viejo país como en su nuevo hogar en el país de los westerns. ¡Formidable Forman!

C O N T I N U A R Á

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Rafael Cisneros
(León, Guanajuato, 1988) es escritor y cinéfilo. Ha producido, dirigido y editado numerosos videos para publicidad, grupos pop y cortometrajes artísticos. Ha publicado, bajo varios seudónimos, numerosos cuentos.

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