Es lo Cotidiano

IR DE MUSEOS

¿Para qué visitar museos? ¿Para qué escribir de eso?

Gabriela Mosqueda

¿Para qué visitar museos? ¿Para qué escribir de eso?

No recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que visité un museo. Probablemente estaba en primaria y la visita formaba parte de un viaje escolar. Quizá fue una mina en Guanajuato o el museo de las Momias. Tampoco tengo una idea muy clara de cuántos museos he visitado hasta ahora, ni cuántos me quedarán aún pendientes. Entonces: ¿para qué tanto afán en algo que no parece tener un objetivo claro, ni un propósito a futuro?

Cuando decidí que quería dedicarme a trabajar en temas y espacios relacionados con las exposiciones, asumí pronto que éste no era un asunto en el que todo mundo se quisiera interesar, que mucha de la exploración y mucho del aprendizaje tendría que hacerse si acaso acompañado de colegas -y con los años he podido encontrar unos cuantos, entrañables- y poco más; principalmente porque el grueso de la gente suele ir a museos cuando está de turista en alguna ciudad; no parece que se piense como una actividad normal del fin de semana. Aún menos de algún jueves por la noche.

Entonces… ¿para qué? Bueno, visitar un museo sí que nos puede volver más sensibles y hacemos reflexionar, pero eso también lo puede lograr una serie que esté verdaderamente buena, o hasta los videítos esos que luego se comparten en redes.

Más allá de la profesión y de la afición loca, me he dado cuenta de que lo hago porque estoy envejeciendo. Recién cumplí 30 años, tampoco soy una anciana, pero como todos -o como me gustaría pensar que todos- siento el peso del tiempo en mí misma y en la gente que quiero. Todos envejecemos. Decir que todos moriremos es ya una perogrullada que se transformó en el YOLO de los millenials, pero reconocer que envejecemos tiene otro matiz.

Reconocer que nos hacemos grandes significa saber que no siempre podremos hacer todas las cosas que hacemos ahora. Y me pesa porque soy y siempre fui una mocosilla a la que le gusta aprender, que ahora tiene la sensación de que no podrá dedicarse a aprender siempre, que la vida es así y que cada vez menos domingos se pueden pasar tirados en el sillón, leyendo. Voy de museos porque sé que no siempre viviré en la Ciudad de México –nadie en su sano juicio debería pensar en vivir por siempre en esta ciudad- y debo entonces ver todo lo que pueda ver ahora y debo dejar una constancia de ello, acaso para hacer valer el tiempo que no he pasado con mi familia leonesa. Que eso también pasa cuando uno se hace grande, voltea a ver a la familia. Se llena de nostalgias. Acumula recuerdos por décadas, piensa que veinte años no es nada.

Escribo entonces para no saber nunca cuál va a ser la última exposición que voy a ver. Para cuando menos en eso, tener el control de mis meses y años. Y escribo porque siempre es grato que alguien te acompañe. A seguir.

***
Gabriela Mosqueda (León, Guanajuato, 1986) es licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana León con Maestría en Museografía y Gestión de Exposiciones por el Instituto Superior de Arte de Madrid, España. Ha colaborado en museos estatales y federales, galerías y colecciones privadas en Guanajuato y la Ciudad de México, donde actualmente vive y trabaja.

[Ir a la portada de Tachas 175]