martes. 16.04.2024
El Tiempo

La obsesión por los símbolos y los símbolos de la obsesión

“A nueve meses de la elección vemos a dinosaurios de todos colores desempolvando sus mejores gestos, jugando sus cartas y leyendo las de los demás, nada más para ir tanteando cómo estará la partida…”

La obsesión por los símbolos y los símbolos de la obsesión

En la política hay un código de símbolos y formas que encanta a las elites y la ciudadanía aborrece. Del PRI heredamos una forma de hacer política que aún no logramos desterrar, y con la que mi generación difícilmente se identifica.

En Guanajuato tenemos 26 años sin PRI, pero el PAN y todos los demás, lejos de innovar, se han obsesionado con perpetuar aquellas dinámicas a las que ellos llaman política. 

Ejemplo de esto son: el “llamado a la unidad”, el mitin para mostrar músculo, las fotos que esconden apadrinamiento, el esperar sentado en la banca por el bien del partido, el hacer lo que más le convenga al partido antes que a la ciudadanía, no moverse para salir en la foto, los destapes políticos disfrazados de informe de gestión y un largo etcétera.

A nueve meses de la elección vemos a dinosaurios de todos colores desempolvando sus mejores gestos, jugando sus cartas y leyendo las de los demás, nada más para ir tanteando cómo estará la partida.

Es esa obsesión por los símbolos la que los ha cegado de identificar los de su obsesión, esos que reflejan constantemente y delatan sus no tan democráticas intenciones.

Sinceramente, me rehúso a aceptar que ese despliegue de poder sea entendido como política. Si seguimos asumiendo que eso es la política, y que sólo así se hace, estamos validándoles y, peor aun, siendo cómplices.

Si queremos que el panorama no sea el mismo, debemos hacer política, hacerla de manera consciente y hacerla diferente.

La política se hace todos los días: con los vecinos, en la oficina, en la escuela, en la calle y en la casa, pero a veces no lo sabemos, porque se han empeñado en hacernos creer que es un juego complejo al que no pertenecemos.

Llegó el momento de perderle el miedo a la palabra, de desaprender estas formas para aprender una nueva, una más cercana, más amable y más de todos.